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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Los Jaivas

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Revista Cantarock 1985

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Aunque Los Jaivas es un grupo fundamentalmente chileno tienen una importancia clave en la historia del rock nacional. Fueron el primer -y más logrado- ejemplo de la fusión de los ritmos y melodías originales de los Andes con el sonido moderno de los instrumentos electrónicos, utilizando además la riqueza armónica de las estructuras de la musical clásica.
Nacieron hace más de veinte años como un grupo de rock colegial en Santiago de Chile, llamándose High Bass y protagonizado por los hermanos Claudio, Eduardo y Gabriel Parra, junto con sus amigos Eduardo (Gato) Alquinta y Mario Mutis. Entretenían las fiestas del colegio y hacían bailar a los adolescentes en las fiestas.
Pero con el tiempo se empezaron a sentir atraídos por el rumor del folklore indígena que brota por doquier en Chile, y vieron claramente el camino cuando supieron de Violeta Parra, que aunque no fue su pariente sanguíneo despertó una hermandad creativa en los jóvenes músicos. El cambio de nombre fue lo de menos: Jaiva le llaman los chilenos a un molusco marino típico del sur del Pacífico. El cambio importante se dio en el espíritu del grupo; junto con la conciencia de las posibilidades creativas de la música original de América les llegó la mística secreta del continente, la potencia asombrosa de sus razas y sus culturas casi olvidadas, la posibilidad de unir la nueva visión juvenil del mundo que florecía a fines del sesenta con los misterios del continente inexplorado.
No tardaron mucho en estar funcionando como una comunidad creativa y empezar a componer canciones sobre ritmos autóctonos, que firmaron siempre con el nombre del conjunto.
Claudio, concertista y profesor de piano, aportó sus conocimientos del pentagrama, explotando las vertientes sinfónicas que ya habían sido abiertas por algunos músicos clásicos como el argentino Ginastera y el brasilero Villalobos. Gabriel, percusionista de asombrosa potencia, descubrió el método para transpasar los golpes de bombo leguero y caja a la diversidad tímbrica de una batería moderna, logrando darle sentido -sin perder el sabor original- al malambo electrónico, por ejemplo. Gato, febril compositor de canciones, dueño de una voz capaz de un alarido casi tribal, es además el guitarrista del grupo, y tuvo la virtud de encontrar en su instrumento el paralelo de los típicos fraseos pentatónicos de la quena andina, sumándole -sin prejuicios- el quejido del distorsionador y otros pedales. Eduardo, que toca órgano, sintetizador, flautas y percusión, es el "filósofo" del grupo, la persona que tejió una inteligente concepción americana moderna a partir de los poetas y escritores del continente pero mamando también el espíritu de las viejas culturas y dejando entrar el aire de la rebelión juvenil que se respiraba en la época.
Evidentemente, el trabajo de los Jaivas y su originalidad va más allá de la música, y son muchos los argentinos que a través de ellos conocieron una nueva perspectiva de la vida contemporánea, una revalorización de la tierra que pisamos todos.
El grupo llegó a grabar un disco en Chile antes de pasar a la Argentina en 1973. El bajista, Mario, tuvo que quedarse por circunstancias personales, y no estaba en el grupo cuando éste se instaló en Buenos Aires, juntando sus numerosas familias en una gran casona de Zarate, en 1974.
Entre todos sumaban una gran comunidad, ya que tanto su dibujante y gráfico Rene Olivares como sus sonidistas-iluminadores Jano y Piola vivían en la casa, que se convirtió rápidamente en un fermento creativo.
Salieron a mostrar su música en pequeñas salas de la provincia y la capital, reuniendo de a poco un grupo de seguidores. Editaron su primer disco, "Los Jaivas", en 1975 conteniendo joyas como "Pregón para iluminarse", que pide "que se baile en las veredas, que el amor chorree en los escritorios..." y "Un mar de gente".
A partir del disco, con el apoyo inteligente de D'Artagnan Sarmiento y otra gente de la EMI Odeón, el grupo empezó a hacerse un lugar en las primeras filas del ambiente local.
En junio del '76 viajaron a Brasil para participar en el Festival "América Latina Canta", que reunió en San Pablo a diversas corrientes folklóricas del continente. En el festival fueron considerados lo más progresivo del género, y despertaron todo tipo de elogios, actuando además en televisión y grabando algunos temas para su edición en Brasil. Para entonces se habían unido a los Jaivas el charanguista, guitarrista y cantante argentino Alberto Ledo y el guitarrista, bajista y compositor uruguayo Pajarito Canzani, de larga trayectoria en su país.
Con esa nueva formación y un sonido totalmente actualizado dieron una serie de recitales en el teatro Coliseo presentando canciones nuevas. Una novedad importante sucedió en diciembre del '76, cuando varias funciones del Coliseo sirvieron para mostrar la veta sinfónica de Los Jaivas, con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica de Buenos Aires, dirigida por el maestro Juan Carlos Zorzi. Las obras instrumentales "Tarka y ocarina" y "Corre que te pillo" dieron pie a una sorprendente exhibición de versatilidad sonora, rematando, como era inevitable en los recitales de Los Jaivas, con el ya clásico "Todos Juntos" convertido en himno de las nuevas generaciones americanas.
Con respecto a la amplitud de exploraciones musicales del grupo vale la pena citar un excelente reportaje que les hiciera Claudio Kleiman en el Expreso Imaginario de Febrero del '77. Dicen Los Jaivas: "Nosotros hemos hecho tres músicas paralelamente. La música con orquesta sinfónica, las canciones y los temas libres, es decir, la música de improvisación. Esta última ha ido dando paso cada vez más a una música elaborada, dentro de la cual podemos distinguir por un lado canciones y por el otro temas instrumentales, como "Tarka y ocarina" que es un tema elaborado pero surgió de una improvisación, como casi todos los temas del grupo, por otra parte".
En ese mismo reportaje Los Jaivas profundizan un poco en su visión del mundo: "Realmente, los hombres estamos enfermos, y necesitamos un médico universal, algo que nos cure porque estamos todos locos. Es por eso que se buscan las raíces, pero las raíces no son sólo las raíces americanas, o de Buenos Aires, o de Europa. Son las raíces continentales, mundiales, las raíces de la tierra, de la madre tierra, del planeta. Porque el planeta es un ser, y nosotros somos ramitas de ese ser, somos los corpúsculos del planeta, casi diría los parásitos del planeta".
En Buenos Aires había salido el long play anterior de Los Jaivas, aquel grabado en Santiago en 1972, con la formación original y temas que ya eran clásicos: "Mira niñita" y "Todos juntos". Comparando con la música que en ese momento realizaba el grupo, los críticos comentan la mayor elaboración musical actual, y un progresivo alejamiento de la canción corta y directa. Esa tendencia se acentuó con la salida del tercer álbum argentino, en septiembre de 1977: "Canción del Sur". Compuesto totalmente en la Argentina, inspirado en los paisajes y las gentes vistas durante las intensas giras que realizaron, "Canción del Sur" tenía un carácter más universal y sinfónico, en una creciente elaboración rítmica y armónica.

A CONQUISTAR EUROPA

A principios de 1977 Los Jaivas parten a Europa con todo el apoyo de la grabadora, con la intención de mostrar su producto netamente americano. Sienten que tienen algo original y único entre las manos, y dejan una exitosa y segura carrera en la Argentina y Chile por el riesgo de enfrentar públicos que no entienden sus letras ni conocen las raíces de lo que se está tocando.
Se instalan en París y el 22 de junio dan su primer recital, presentando "La nouvelle musique de Amerique du Sud".
Desde entonces han continuado trabajando ininterrumpidamente. El bajista uruguayo, Parajito, abandonó el grupo para formar su propia banda, más cercana al candombe y lo latino. La banda se llama "Atlántico" y tiene en su formación al conocidísimo percusionista, también uruguayo, Trasante. Alberto Ledo, el argentino que se les unió en Buenos Aires, también los dejó, y grabó en los Estados Unidos un hermoso disco solista: Materia Prima. Por fin, Mario Mutis, el primer bajista del conjunto desde sus comienzos, viajó a París y desde entonces es miembro estable de la formación, ahora integrada totalmente por chilenos.
Los Jaivas tienen una agenda de giras permanente en Europa, lo que apenas les permite venir esporádicamente a presentar sus últimas producciones, contando siempre con gran cantidad de público. Han editado, en Europa y aquí, un disco con poemas del Canto General de Pablo Neruda musicalizados por ellos: "Alturas de Machu Pichu", del que se filmó un video en Machu Picchu para la televisión chilena. Editaron también un long play en "Homenaje a Violeta Parra" con canciones de la gran madre del folklore latinoamericano, y un nuevo disco con temas propios, "Aconcagua", que presentaron en Buenos Aires recientemente.
La corriente de elaboración folklórica iniciada por Los Jaivas no ha tenido una continuación. Hubo algunos intentos por parte del grupo chileno Congreso que visitó la Argentina en 1977 y el conjunto Horizonte formado por porteños entre los que se destacaba Vanini. un excelente intérprete de aerófonos. Otros desarrollos del folklore generalmente toman un rumbo más intelectual y académico, sin mamar de las raíces eléctricas y populares del rock. Esa es la gran virtud de Los Jaivas: representar el continente en toda su vitalidad y misterio, renovando el folklore con el mismo espíritu de alegría compartida y fiesta de la libertad que le dio origen.

Jaivas/Obras
La fiesta y el rito
Revista Pelo, Marzo 1983

Probablemente los Jaivas nunca logren trascender más allá de lo que hacen, pero eso es suficiente. Radicados definitivamente en París desde fines de la década del setenta, cada dos años bajan a América del Sur para mostrar su música y realimentarse de los sonidos telúricos. En esta oportunidad presentaron un espectáculo titulado "Aconcagua" durante tres noches consecutivas en el estadio Obras.
Un problema burocrático dejó detenido el equipamento que viajaba desde Chile en la aduana de Mendoza. El problema adquirió visos de catástrofes cuando en la mañana del día del primer concierto los equipos no habían llegado a Buenos Aires. El resultado fue una angustiosa espera, corridas y una demora de más de una hora en la iniciación del show. El espectáculo del viernes se hizo con la mitad del equipo, pero ya el sábado estuvo en orden para poder ver a los Jaivas con su show completo.
Sabiéndose respaldados técnicamente, los Jaivas hicieron el sábado y el domingo un espectáculo más relajado. La puesta en escena fue sencilla —una evocación de la montaña incaica, perfectamente aprovechada con un riguroso trabajo de iluminación— pero de gran efectividad visual, fruto evidente de la experiencia europea. El repertorio presentado transitó por la música y los versos de Pablo Neruda, parte del álbum "Alturas del Machu Pichu", y de su última grabación, "Aconcagua". Los Jaivas nunca fueron un grupo de rock en el sentido estricto del término, su música es producto de una hábil fusión de los temas telúricos con elementos clásicos, la que tiene su referencia contemporánea en la utilización de instrumentos eléctricos. Eduardo Alquinta cantó en su particular estilo, mientras alternaba la guitarra eléctrica con instrumentos de viento autóctonos. Los hermanos Parra se alternaron en el piano acústico, el eléctrico y el sintetizador, logrando una eficaz interacción sonora entre los teclados. La base rítmica no es brillante pero cubre con solvencia las exigencias de la música. Durante dos hora desfilaron cuecas, taquiraris, mambos a través de la energía eléctrica y los instrumentos telúricos en acertada combinación. Los Jaivas son un grupo de folklore latinoamericano que desata la fiesta en cada canción, como el festejo de los ritos indígenas. Una alegría que se reconoce en las propias raíces.

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Alberto Ledo, Gabriel Parra, Claudio Parra,
Eduardo Parra; Eduardo Gato Alquinta y
Pájaro Canzani
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Claudio y Eduardo Parra, "gato" Alquinta y Mario Mutis
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pajaro canzani
Pájaro Canzani

Los Jaivas
La magia desnuda
Revista Pelo
Octubre 1975

A punto de editar su primer long play, Los Jaivas, un grupo chileno que insiste con denuedo y talento en presentar su música andina en Argentina, inició una serie de recitales. Un redactor y un fotógrafo de Pelo estuvieron allí y presenciaron algo distinto dentro del espectro musical de Buenos Aires.
Un ciclo de recitales de trasnoche en el cine Premier se inició, algunas semanas atrás con la actuación del grupo chileno los Jaivas. Gran cantidad de público esperaba la aparición de los músicos en escena entonando cantos y estribillos ("viva Chile", etc.). Un clima bastante festivalero donde pocas personas se abstuvieron de participar

LAS IMÁGENES SONORAS

Los Jaivas presentaron un espectáculo sin demasiadas pretensiones modernistas. La estructura desarrollada a lo largo del recital dejó ver en su mayoría una formación de bases melódicas y rítmicas simples, directamente identificable con el folklore latinoamericano, sobre todo con la música del altiplano
Es obvio que conocen perfectamente el material que trabajan, y precisamente esa simpleza con que lo desarrollan es lo que en definitiva vuelve coherente la propuesta.
No caen en la típica grosería autóctona de algunos grupos seudo-folklóricos que transforman una música muy clara en su contexto original, en un producto excéntrico y frío. Por el contrario, las canciones de Los Jaivas asoman como directas, categóricas, en el sentido que no alteran los temas con otras variantes que por lo general no tienen absolutamente nada que ver.
Hubo ciertos intentos "futuristas": efectos de percusión y sonidos especiales, quizá un poco largos y repetidos, pero que en realidad no deformaron la imagen total de la música.
Por otra parte, es argumentable que la utilización de efectos electrónicos representaría una forma de revitalizarla; en este caso, no llevar el intento hasta el aburrimiento es una manera de ser honestos con las "raíces", por así decirlo aunque suene a cliché.
Los Jaivas parecen saber que esta música tiene que ver fundamentalmente con la fiesta, el baile, y que son otros los modos de comunicación, otros los rituales. Para ello manejaron una serie de códigos que van desde las diferentes referencias metafísicos de los textos hasta el encuentro a través de la danza: cuecas, bailecitos, etc., que generaban un éxtasis muy particular en el público; se bailaba en los corredores, gente que cantaba y batía palmas. Puede gustar o no, pero si vos estabas allí, como esas fiestas donde todos terminan emborrachados, es difícil que pudieras permanecer indiferente a toda esa especie de energía desplegada a tu alrededor.
Lo observado en el cine Premier, era un modo de respuesta de los espectadores a la efusión emocional de Los Jaivas y su música andina, y no cabía demasiado cuestionar si era importante (desde una óptica rock) ese tipo de propuesta; la libertad con que se movieron los músicos chilenos con su público no justifica otras asociaciones. El recital, dividido en dos partes con quince minutos de intervalo, fue una sucesión de temas folklóricos interpretados en piano, guitarra eléctrica y bajo, flautas, batería y una buena cantidad de elementos para percusión.
Con atuendos de inspiración telúrica Los Jaivas cantaron las injusticias sociales, hablaron del hombre y exhortaron a la unidad latinoamericana.
En suma, esas imágenes sonoras dieron un modo de "actuación" distinta en el público.
Alguien dijo que toda música tiene un poco de magia y lo es en la medida que conmueve tu sensibilidad; el espectáculo de Los Jaivas pareció vivir ese placer, placer por el que los hombres comenzaron a silbar por una caña y tocar primitivos tambores
Un poeta chileno, Pablo Neruda, sintetizó hace unos años estos procesos que la joven música andina intenta rescatar: "todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia", y es un poco ese recinto el que Los Jaivas acercaron en su presentación, desnudando la alquimia para todos.
Nuevamente el sistema de sonido fue excelente, más allá de un problema en la ecualización al comienzo, Teddy Goldman volvió a demostrar que es uno de los más importantes sonidistas del rock en estos momentos; con un buen equilibrio en los efectos especiales y un correcto volumen para la voz, el sonido sin llegar a ser desorbítante pudo apreciarse nítidamente en todos los lugares de la sala.
Hubo quienes se preguntaron a la salida del recital si lo que acababan de oír tiene algo que ver con el rock, otros salían aplaudiendo y cantando marchas, por encima de la "peyorata" que surge en este tipo de polémica, existió un evidente factor común que identifica a estos músicos con la mayoría de las personas allí reunidas. Se trata de un localismo que muchos "cultores" del rock intentan no poseer. En contraposición a esto, Los Jaivas aparecen como una de las variantes más coherentes al respecto: se sabe que lo local que no trasciende lo local no es arte ni sirve para nada; quizá lo que se trata es de extraer de una entraña local lo universal que subyace en ella y entonces no todo es arte por el arte.
JOSÉ PAEZ

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