Un año de Aquelarre Volver al índice
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Parecen cosas intrascendentes o que no hacen la esencia de un grupo. Pero tienen valor. Sobre todo dentro de la música de rock que habitualmente trato con cierto desentendimiento todo lo que hace a un buen espectáculo confundiéndolo con "profesionalismo". Aquelarre, desde su primer recital en el Lorange, hace casi un año. se propuso pensar, coordinar, ser consecuente con una intención principal: estructurarse precisamente como un conjunto como un grupo humano y, sobre todo, con la función y la táctica que debe tener un grupo de rock en esta sociedad, en la Argentina de hoy y en una ciudad como Buenos Aires.
Es probable que muchas veces, por mantenerse rígidos, hayan errado el camino, pero sus aciertos fueron consolidando una imagen de trabajo serio, de responsabilidad y de dedicación por la elevación de todo lo que surge de ellos: desde un arreglo musical, un afiche, la tapa de un disco o el programa de un recital. Todos los detalles mencionados, en la mayoría de los casos no conocidos por el público, van conformando la personalidad de trabajo de un grupo, un elemento que muy pocos conjuntos argentinos han tenido en cuenta y que. en el caso de Aquelarre, tiene la ventaja de no haber caído en la dureza, en la rigidez de lo premeditado.
Es muy probable que, hasta el momento, el conjunto sea el que más recitales ha dado desde la eclosión del rock a principios de 1972. Tanta actividad tiene varias explicaciones: necesidad de dinero para adquirir equipos, necesidad de subsistir económicamente de la música (objetivo vital al que deberían tender todos los grupos) y la aspiración de evitar los shows en los bailes donde, como es obvio, el público concurre para bailar y con menores intenciones de escuchar, compenetrarse en la propuesta musical de un grupo.
Tres recitales en menos de un mes fueron la actividad de Aquelarre para comenzar el año: en Mar del Plata (con un pequeño ciclo), en el teatro Astral de Buenos Aires y en Villa Gesell, hace apenas dos semanas.
Pelo estuvo presente en el concierto que dieron en Buenos Aires para evaluar, de alguna manera, la trayectoria del grupo durante su primer año formal de vida.
En su edición número 24 Pelo también cubría el primer recital del grupo. El redactor que cubrió la nota decía en aquella oportunidad: "Aquelarre vertió su producción con un ensamble realmente excelente y temas trabajados hasta la exquisitez. Esas virtudes aún perviven en el grupo y, es más, son su más encumbrada característica: la organización de las secciones arregladas y la libertad pensada de las zapadas.
Una de las predicciones de esa nota publicada hace casi un año ("la posibilidad de que Aquelarre —decía— se convierta en uno de los grandes de la tercera etapa del rock argentino es cierta después de este recital") se ha cumplido fielmente y no por instancia de la predicción sino por el esfuerzo, la organización y el trabajo de Aquelarre que hizo, siempre, su trabajo en forma desvalida y solitaria porque no cuenta con el apoyo de una grabadora poderosa en difusión y porque optaron por organizar la mayoría de sus recitales ellos mismos evitando los productores chantas y los advenedizos. De alguna
manera Aquelarre fue consecuente con el postulado de A.M.A.R., la agrupación de músicos argentinos de rock, que finalmente se disolvió por desinteligencias entre ¡os grupos. El principio básico de esa agrupación, y el motivo por el que estaban reunidos, decía: "Los grupos argentinos, como partícipes de la revolución cultural de la juventud de todo el mundo, no pueden permitir que sus ideas sean deformadas por los aventureros de turno. La música argentina no tiene intermediarios". Esa intención todavía, al parecer, sigue perviviendo en Aquelarre. Por primera vez se nombraba la revolución cultural dentro de los ámbitos del rock y las letras de Aquelarre, a través de sus dos long plays, siguen siendo consecuentes con ese enunciado básico que una vez hicieron junto a Gabriela, Color Humano y Huinca.
En el recital del teatro Astral de Buenos Aires el grupo demostró que sus virtudes iniciales han evolucionado y que sus defectos y clichés fueron disipados con el trabajo y las actuaciones.
Individuales es quizás el terreno donde más han crecido y evolucionado y sus cuatro integrantes, García, Starc, Del Guercio y González Neira están convirtiéndose en los mejores especialistas de rock en sus respectivos instrumentos.

Emilio Del Guercio: en la época que integraba Almendra no era, con seguridad, un extraordinario bajista, preciso, meticuloso sin miedos y carente de "circo" lo ubica dentro de los mejores del rock argentino. Pero donde su evolución parece haber encontrado su horizonte más amplio es en la composición. A pesar de que los temas del grupo no llevan créditos individualizadores es posible percibir el estilo del Del Guercio, ya insinuado en el grupo al que perteneció anteriormente.

Rodolfo García: es el baterista que muchos grupos de jazz o de rock progresivo quisieran contar entre sus filas por su responsabilidad profesional y porque conocés perfectamente cuál es el lugar que corresponde a la percusión, mucho más allá de espectacularidades vanidosas a las que suelen ser tan afectos la mayoría de los bateros. El trabajo de García es de una evolución metódica y constante, acompañada de un estudio vital para desarrollar la percusión en gamas más sutiles que las empleadas por el rock cuadrado.

Hugo González Neira: es muy probable que el público en general tenga fundadas ideas sobre quiénes son los músicos argentinos más importantes, pero es casi seguro que comenten una injusticia en esa lista: olvidar a Hugo González Neira, uno de los hombres más completos del rock argentino y que, además, trajo el aporte novedoso de su voz y de su piano eléctrico. Pero además Neira es un excelente compositor y uno de los más refinados arregladores del rock. Neira es indudablemente uno de los aportes más valiosos que recibió el rock en el último año.

Héctor Starc: impetuoso, algo exagerado en sus gestos, es el caso típico de lo que puede hacer el método y la tenencia de objetivos claros en un músico. Starc era un neto zarpador, escasamente creativo antes de entrar a Aquelarre. Solía tener los mismos clichés de Pappo (a quien admiraba y admira) pero su evolución (dentro y juntamente) con el grupo lo llevó al encuentro de un modo de tocar mucho más personal, sereno y aportador del sonido general. Ya no hay tantas notas "japonesas" en Starc, tiene algo distinto: música.
Revista Pelo
02.1973

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