Todo empezó cuando Adolfo Fito Salinas se
acercó al micrófono. Ante las siete mil
personas que colmaban el Luna Park el
viernes 12, presentó. Alfredo en bajo, Ciro
en órgano, Pappo en guitarra, Moro en
batería, y la voz de Litto Nebbia. Los
histéricos aullidos de las fans proclamaban,
por fin, a Los Gatos como el conjunto local
número uno.
Las primeras notas de Ciro fueron el
comienzo de un enloquecedor ritmo que copó
el estadio y sus adyacencias, mientras dos
docenas de policías trataban de contener a
la horda que luchaba por llegar ante sus
ídolos. Fito Salinas, organizador y
productor del tumultuoso suceso, escuchaba
extasiado las agresivas notas proferidas por
Pappo, mientras dos robustos y
desconcertados guardianes del orden
arrastraban a Marta Minujin fuera del
escenario, adonde había trepado bailando y
gesticulando. Entre acomodadores furiosos y
ante la banda de melenudos que profanaban el
santuario del boxeo argentino Los Gatos
desparramaron tranquilamente sus hits: La
Balsa (tema que los llevó al éxito hace más
de 4 años), Fuera de la ley (para evidente
desagrado de la policía y regocijo del
público), un estreno —Rock de la mujer
perdida— y varios otros de sus temas
fuertes. Miles de adolescentes despeinados y
aullantes confirmaban una devoción conocida.
Para entender este fenómeno, hay que
adentrarse un poco en la historia y la
pasión de Los Gatos.
Su historia es la de cualquier grupo
provinciano que llega a Buenos Aires con
ganas de hacerse famoso y de pelear para
lograrlo. Luego de grabar La Balsa, un himno
hippie rioplatense, que vendió más de cien
mil ejemplares, se convierten en el conjunto
número uno del país con éxitos como Viento
dile a la lluvia, No hay tiempo que perder,
Chica del paraguas o Seremos amigos. En el
apogeo de su carrera deciden separarse,
rechazando toda posibilidad de estancamiento
musical. Ciro, Alfredo, Moro y Kay van a
tentar suerte a USA, mientras Litto se queda
en la Argentina y hace una buena trayectoria
como solista. Tras un año de separación,
Alfredo vuelve al país, habla con Litto y se
complotan para revivir a Los Gatos; después
de varias llamadas a Nueva York, Ciro y Moro
vuelan a Buenos Aires. Queda un solo
problema: buscar un guitarrista que
sustituya a Kay, casado con una millonaria
brasileña que había conocido cuando
intervinieron en el Festival de Río. La
solución se llama Pappo, un excelente
violero argentino.
LA SEGUNDA OPORTUNIDAD. La presentación
pública de los renovados Gatos fue un
acontecimiento que ya Ingresó en el folklore
beat local. En el cine Gran Rex, cuya
capacidad es de unas 3.300 localidades,
confluyeron cerca de 4.500 adolescentes al
grito de "Litto corazón" y "Litto con Los
Gatos, hay ruido para rato". Antes de que
empezara el recital, a principios de año,
durante la proyección de 'Pobre vaca', los
fanáticos tomaron el cine frustrando a los
desprevenidos espectadores, que debieron
huir en mitad de la película. El estreno de
'Fuera de la ley' provocó espasmos de
admiración: con letra y música de Litto
Nebbia, sus 16 minutos de duración han
causado que programas de radio y televisión
no lo incluyan en sus repertorios. Alrededor
de cincuenta policías apostados "por razones
de seguridad", pidieron refuerzos al comando
radioeléctrico.
La nueva trayectoria de Los Gatos no cuenta
con epílogos tan azarosos: recitales, TV,
cinco long plays de búsqueda individual y
grupal, un proyecto de Pappo para intervenir
en carreras sport prototipo, el disco
grabado por Litto en todos los instrumentos
(guitarra, bajo, piano, violín, órgano y
batería), quizá una película —Aquí vienen
Los Gatos— para la Sono Film y hasta una
ópera de técnicas apoyadas en el blues
afroamericano, "de línea vanguardista y
completamente progresiva", eso sí.