Revista Gente y la Actualidad
06.07.1972 |
LA POLEMICA ESTA EN MARCHA, SI. EN EL NUMERO ANTERIOR "GENTE"
PUBLICO LA NOTA DE UNA REUNION EN LA QUE UN GRUPO DE MUSICOS
ARGENTINOS ANALIZO LA MUSICA ARGENTINA. UN ANALISIS CRUDO Y SIN
CONCESIONES. LUEGO DE PUBLICADA LA NOTA, ASTOR PIAZZOLLA APARECIO EN
DISTINTOS PROGRAMAS DE RADIO Y TELEVISION Y DIJO QUE LO QUE EN ELLA
SE AFIRMABA NO ERA CIERTO. QUE EL NO HABIA VERTIDO ESAS OPINIONES.
MAS TARDE ENVIO A "GENTE" UNA CARTA DE DESMENTIDA, QUE REPRODUCIMOS
AQUI Y QUE CONTESTAMOS. LOS ECOS NO TARDARON EN RESONAR: JULIO
MARBIZ, LIDER DE "ARGENTINISIMA", ENVIO A LA REDACCION UNA EXTENSA
CARTA EN LA QUE HABLA DE LO DICHO POR LOS MUSICOS EN LA REUNION DE
AQUELLA NOCHE. Y EXPONE SU OPINION.
LA CARTA DE ASTOR PIAZZOLLA
Acabo de leer con atención e indignación el tergiversado articulo
publicado en GENTE. Conste que la información recogida fue lograda
durante dos horas de charla entre siete personas que hablaban a
razón de seis mil revoluciones por minuto. Toda esa conversación fue
anotada a mano (imposible de reproducir fielmente sin un grabador).
Y ése fue el primer error: anotar frases incoherentes y exaltadas
oídas al pasar. De todos modos, ésta fue una reunión privada a la
cual fui invitado para dar una opinión sobre una grabación de la
cantante Dona Carroll. GENTE bajó por la chimenea con un fotógrafo y
atacó con lápiz y papel. Quiero puntualizar y aclarar sobre ese
artículo confrontándolo con lo que yo verdaderamente dije. Dijo
GENTE que yo dije: 1) Gardel no sirve más. 2) "El día que me
quieras" no convence a nadie. 3) Quiero tirar toda mi música a la
basura. 4) A mí no me importa que la gente quiera "Alfonsina y el
mar". 5) Quiero un autor... Me desespero por un autor. 6) Yo me
quiero largar con Spinetta. 7) En "Sur", de Troilo y Manzi, no se
respira tango. 8) Gardel ya no hace llorar a nadie. 9) Hace poco
escuché a tres pibes cubanos que hacían cosas de Bob Dytan, y además
era Cuba.
Ahora lo que yo dije y no supo captar GENTE: 1) Gardel sigue siendo
el más importante de los cantores de tango; lo que no sirve hoy es
componer a la manera de Gardel-Le Pera, o cantar como Gardel. Todo
ese estilo de música e interpretación —de gran calidad— pertenece a
otra época. Nosotros debemos buscar algo que exprese a un Buenos
Aires de hoy. 2) Esa frase sobre "El día que me quieras" la dije yo
al oír la grabación de dicho tema por Donna Carroll. Pienso que
Donna es una cantante extraordinaria pero estrictamente jazzista. 3)
Lo que habrá que tirar a la basura es el malintencionado artículo.
Nunca me he arrepentido de lo que hice, aunque cambie
constantemente. 4) A mí personalmente me importa "Alfonsina y si
mar". Es una canción estupenda. 5) Tengo un amigo y un autor que se
llama Horacio Ferrer. Mientras él siga escribiendo con su
acostumbrada calidad yo seguiré siendo el coautor de Horacio. Lo que
dije es que necesitamos conocer a otros poetas y músicos para poder
intercambiar composiciones (Piazzolla-Fulano, Ferrer-Fulano), para
no llegar a un acostumbramiento entre nosotros dos. Cuando
comenzamos a escribir juntos con Horacio yo le pedí a él que
trabajáramos exclusivos uno para el otro a fin de lograr un estilo.
Y aunque durante casi cinco años, músicos de la jerarquía de Troilo,
Mores, Demare, etc., le pidieron a Horacio Ferrer colaborar con
ellos, él se mantuvo absolutamente leal a nuestro pacto de amigos. Y
yo también. Estamos orgullosos de eso. 6) Dije que quería conocer a
Spinetta y su obra literaria. Si lo que él hace me puede gustar,
compondría un tema con él. Lo mismo que Horacio Ferrer con otros
compositores que no sean Piazzolla. Siempre hay que buscar nuevos
horizontes. 7) "Sur" es uno de los mayores tangos que existen. Lo
que dije es que hoy en día en el barrio sur no se respira el tango
como en 1940. 8) Sí, a pesar de GENTE, a mí me hace llorar Gardel.
9) Los tres cubanos que escuché intentaban imitar a Bob Dylan. Eso
era negativo. Lo positivo fue que uno de esos cubanos NO imitaba
debido a que su música y letra era Cuba en todo su sentido y sobre
todo con gran calidad.
Habría que puntualizar, además, TODO el deshilvanado y desvirtuado
artículo y sería demasiado extenso. Creo, positivamente, que la
gente que me conoce no creyó nada de lo publicado. Les aconsejo
traerse un grabador para la próxima reunión. Es lamentable que el
periodismo argentino pretenda destruir a un argentino que lucha para
que la música argentina tenga un sentido puramente argentino, ya que
la mayoría de los autores e intérpretes se desviven por todo lo que
sea extranjero. Y por último quiero dejar definitivamente aclarado
que mi posición de siempre es la "siguiente: únicamente a los que
han querido y aún quieren separarme se les puede ocurrir que yo
pretenda "echar tierra" sobre la poesía o la persona de Horacio
Ferrer. Mi admiración y respeto por Gardel, Troilo, Pugliese, los De
Caro, Mora, Gobbi, Salgán, es eterna. Ellos son toda una época. No
pretendo enterrar a nadie. Simplemente hago una música que trata de
reflejar a la Argentina de hoy.
Astor Piazzolla
Capital
NUESTRA RESPUESTA
En efecto, fue una reunión privada. GENTE lo dijo al principio de la
nota. Pero GENTE no bajó por la chimenea. Fue invitada a la reunión
por el señor Jorge Álvarez. Nadie, en ningún momento, se negó a que
se le tomaran fotografías o pidió al periodista que no anotara tal o
cual comentario. Las siete personas hablaban rápido, si. Pero nunca
tanto como para que un profesional con muchos años en la tarea —el
periodista lo es— no alcanzara a transcribir lo realmente importante
que se decía. El término "frases incoherentes y exaltadas" no es de
GENTE. GENTE no calificó la reunión ni sus frases. Ese término
pertenece a Astor Piazzolla y corre por su cuenta. Es más fácil leer
un apunte tomado en una charla que recordar lo que se dijo en esa
charla sin tener un apunte al cuál recurrir. En este caso, la falta
de grabador es un problema para GENTE, pero también para Piazzolla.
Por último; no hubo intención de atacar, ni de destruir, ni de
separar a nadie. Pensamos que un músico que intenta algo nuevo, que
revisa y critica lo hecho, es positivo. Esa fue nuestra impresión al
leer el artículo.
ASI OPINA JULIO MARBIZ
Estaba en el Chaco, asistiendo al estreno en Resistencia de la
película "Argentinísima", cuando leí la nota de "Gente" sobre la
música argentina... y sonreí. Claro, en ese lugar, donde se
aprehende un país real, descamado, en los óbrales, en los campos
algodoneros, en la agonía de las tanineras, en la lucha cotidiana,
feroz, por encontrar el destino, los artistas tienen preocupaciones
ponderables: allí es donde trabajaba ese formidable, desconocido
imaginero que fue Juan de Dios Mena, creando en la blanda madera del
curupí las tallas más hermosas que se hayan hecho en el país; ahí es
donde la gente del "Fogón de los Arrieros" logró hace mucho
convertir a la ciudad en una gigantesca galería de arte, exponiendo
esculturas y murales en calles y plazas, en forma permanente; allí
es donde se ha escrito, sin inquietudes de best-seller, algo de la
mejor novela latinoamericana; allí el intelectual sembró la tierra:
el paso de Horacio Quiroga bastaría para probarlo; allí es donde los
indios tobas trabajan amorosamente el barro, e integran coros que
han ganado justo prestigio hasta en el exterior. Allí, en fin,
resulta difícil encontrar coherente mucho de lo que se dijo en esa
reunión que "Gente" capturó en su número 362.
EN términos generales, advierto una notoria confusión entre los
panelistas cuando se refieren a la música de la Argentina.
Fundamentalmente, ellos deben comenzar por reconocer —y a partir de
allí, conocer— algo de lo que se ha dicho hasta el cansancio, pero
parecería que todavía no se entiende: la República no termina en la
Avenida General Paz. Existe un país que integramos todos, los que
estamos en cada comarca, en cada paraje. Y la expresión musical
argentina responde a las sugerencias —mejor, a las imposiciones
definitivas— de cada rincón de la patria, un llamado imperioso que
es más fuerte que cualquier retórica universalidad dada por el
avance tecnológico. (Aunque la televisión nos proporcione Vietnam en
el desayuno, una caminata lunar a la hora del almuerzo y un
strep-tease de París en la cena, no impedirá que los cordobeses
atosigándose con cabritos hablen con su tonada arrastrada, que los
riojanos sigan siendo devotos del vino dorado que reclaman con
acento esdrújulo, que los mendocinos yanten sus aromáticas cazuelas
y hablen con el clásico cantito cuyano, que los litoraleños sigan
enriqueciendo su español con giros guaraníticos y amasen "ñoquis"
con mandioca: en busca de una expresión "gastronómica" ecuménica, no
hagamos votos por la hibridez intelectual que significa prometernos
un banquete de pastillas porqce, macrobiótico, el mundo esté muy
cerca nuestro. La sabiduría consiste, como se hace, en seguir
mirando televisión sin perder la esencia nacional.)
Hay una música nacional, por supuesto. Hay una larga trayectoria
cubierta por los poetas y músicos, por los cantores de verdadero
talento que han reflejado en su tarea, a través de todos los
tiempos, el paisaje físico y humano de nuestra tierra: es ese
sustento lírico que, con distintas variantes de compromiso,
elaboraron los Chazarreta, los Buenaventura Luna, los Hilario
Cuadros, los Acosta Villafañe, etcétera, cuya síntesis actual
—¿hippie?— es Atahualpa Yupanqui. Entiendo, por eso, que cuando se
toca este tema, se debe contar, antes que nada, con información
precisa acerca de médula y entorno de la verdadera música nacional.
Y sucede que hay quienes no poseen ese conocimiento, y pese a ello,
pontifican al respecto. ¡Cómo dudar de la existencia real de este
capitulo artístico, si el más trascendente documento literario
argentino es la epopeya —y el canto— de un cantor: ¡Martín Fierro! Y
por cierto, resultará arriesgado que algún intelectual declare
perimida su vigencia, ¿verdad?
Por lo demás, observadores de toda índole pueden reunirse y
parlotear acerca de los anhelos de su grupo, de sus metas, de sus
convicciones, de su propia revolución. ¡Pero no pretendan, por Dios,
revolucionar al país, a partir de su desconocimiento! No pretendan
declarar absolutamente todo lo tradicional como absurdo o inútil. Si
un chico veinteañero cree que el rock y los parlantes en cada oreja
le vienen bien, allá él: diga lo que diga no dejará de ser un
cantante-filial y esto es irrebatible. Atahualpa Yupanqui, que tiene
algo más de veinte años, triunfó en París —la ciudad del "prohibido
prohibir", la metrópolis del cambio joven— y se convirtió en ídolo
juvenil, desgranando antiguos ritmos de su tierra, acompañándose por
su soledosa, paciente guitarra.
Esto no quiere decir que, personalmente, esté en contra de las
nuevas corrientes. Particularmente, respeto y valoro mucho la base,
al tiempo que le doy una sonriente bienvenida a la vanguardia. En la
medida, naturalmente, en que aliente en su seno un color nacional,
aparezcan o no en ella las famosas "vaquitas" que la veda nos hace
extrañar. Ergo, para mí todo es importante, desde Tránsito
Cocomarola hasta el Cuarteto Zupay.
¿Qué es importante, más allá de esta, entiendo, precisión? Es
importante que este tipo de notas no confunda a la gente. Yo deseo
fervorosamente que al abordar una cuestión de esta naturaleza, el
periodismo argentino tenga especial cuidado en formar un panel en el
que haya homogénea representatividad, donde todo el mundo tenga
autoridad. A partir de esa premisa podrán advertirse lateralidades
que de ningún modo pueden omitirse; el rescate de un saldo altamente
positivo, por ejemplo, buceando en este movimiento de la música de
raíz folklórica, trabada muchas veces por la falta de difusión, por
los intereses de las compañías grabadoras extranjeras, por alguna
gente que tiene que ver con las programaciones de las radios,
quienes a veces carecen de sentido nacional. Por eso a sta altura de
la exposición, me interesa destacar como muy saludable la
disposición debida a Darío Castel y Ricardo Malfitani en la cima de
la Administración de Radios y Televisión, por la que se declara la
obligatoriedad de difundir un 75 por ciento de música nacional —25
por ciento de tango, idéntica proporción para el folklore, y del
mismo modo para el beat "criollo"— en las radios dependientes del
Estado. De este modo se equilibran las cosas, se da igualdad de
posibilidades — ¡es lo menos que se puede pedir!— a nuestra música
con los demás géneros. Entonces, no alimentemos con teorías
peregrinas la tenaza de alguna forma del cipayismo vinculada a este
hacer. En vez de eso, deberíamos empujar entre todos para que
disposiciones de esta índole se conviertan en Ley, para que los
cambios administrativos del futuro no contribuyan a su olvido. Al
respecto, yo no quiero que se difunda solamente folklore: quiero que
se acabe para siempre lo que era palabra santa: dejar al género en
una posición desventajosa con relación a la llamada "música
moderna", sea progresiva o no. Para subrayarlo, insistiendo:
logremos que se apoye el movimiento, que gane la calle, que tenga
vidriera pública y luego, cada cual en lo suyo, trabajemos en
reformas individuales.
En ese aspecto, hay un ejemplo propio que vale como una prueba de
penetración ante los deformadores que insisten en mirar hacia el
exterior para hacer nuestra propia expresión: "Argentínísima", en su
tránsito por la radio, la televisión, el teatro, el mundo del disco,
demuestra con el éxito alcanzado por su última etapa, un filme, que
cuando el género se toma con seriedad, con responsabilidad, con
conocimiento y edrt promoción, la música argentina tiene
posibilidades de ser más POPULAR que cualquier otra. Y no se puede
hablar de esquemas obsoletas en ella, pues recorriéndola
—"Argentinísima" presenta un amplio espectro que cubre todos los
estilos y posiciones que van desde Yupanqui hasta Piazzolla— se
encontrará la mayor riqueza imaginativa que pueda proporcionar la
canción en el mundo entero. Porque si Los Beatles son importantes,
yo entiendo mejor a Waldo de los Ríos, que también lo es. Y si
Brassens es la nueva poesía, Dávalos, Castilla, Nella Cawtro,
Perdiguero, Tejada Gómez, Petrocelli y Atahualpa, entre muchos,
tienen un idioma más vital y, entiéndase bien, concretamente
argentino. En las imágenes de la cinta se advierte, además, con toda
precisión y sin que se haya alcanzado a mostrarlo todo, de qué modo
el campo no es una antigüedad (?), existe tanto como que gracias a
él se levanta Buenos Aires. Está ahí, tendido en toda la extensión,
permitiéndose el respiro de sólo la estrecha pausa en cada camino.
Entonces, ¿por qué pedirle a un músico talentoso y nacionalista como
el Cuchi Leguizamón que se preocupe más por Vietnam que por Salta?
Esa, en todo caso, era una inquietud que preocupaba más a algunos
poetas argentinos del pasado, cuando el país vivía pendiente, por su
estructura económica, de los vaivenes de las guerras, un buen
pretexto para exportar. Ahora, aunque sólo sea por esa
circunstancia, debe importarnos más lo que ocurre aquí. Con el
criterio contrario deberíamos irnos todos al exterior y dejar la
casa vacia.
Y entonces el campo —los yuyos tapando a la Argentina— si que será
una realidad angustiante para todos.
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En
la foto, de izq. a der. Amelita Baltar, Oscar López Ruiz,
Alejandro Medina, Dona Caroll, Jorge Álvarez, Billy Bond,
Astor Piazzolla.
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Marbiz
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