Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Un cierto modo de amar...
Revista Siete Días Ilustrados
14.09.1970

...en donde se cuenta todo lo que pasó, se vio y se dijo cuando SIETE DIAS decidió organizar una exhibición privada del film Woodstock, pocos días antes de su estreno en Buenos Aires. El caótico pero espontáneo debate que se orquestó después demuestra que los temas que hoy preocupan a la juventud son tan inasibles y heterogéneos como fascinante su análisis

No siempre es fácil detectar la fecha precisa en la que un fenómeno social comienza a generarse. Tan difícil, quizá, como identificar a la (o las) persona que puso en marcha el proceso y que tradicionalmente es fagocitada por él. Es lo que pasa con el llamado movimiento hippie. La prensa de todo el mundo coincide en afirmar que fue uno de los acontecimientos más sobresalientes de 1967, pero lo insólito es que también ésa es la fecha que encabeza su certificado de defunción oficial. El 6 de octubre de 1967, exactamente un año después de haber organizado el primer love-in ("reunión de seres humanos en torno al amor"), los hippies de Estados Unidos quemaron en una plaza pública de San Francisco todo lo que hasta ese momento constituía el símbolo visible de su credo: ropas floreadas, collares, pulseras, libros y revistas psicodélicas; hasta retratos de Timothy Leary, un doctor en psicología considerado por muchos el padre del movimiento. Pero, a pesar de su anunciada —y publicitada— muerte, el hippismo mantiene su vigencia en una constelación de corrientes juveniles que tomaron de él sus postulados esenciales.
Esta vitalidad tuvo su expresión más multitudinaria en el reciente festival realizado en la isla de Wight, frente a las costas británicas, y antes (agosto de 1969) en el de Woodstock, en la región de Bethel, estado de Nueva York. Sobre todo lo acontecido en Woodstock —400 mil personas que compartieron "tres días de paz, música ... y amor", dicen—, el director Michael Mike Wadleigh (28) filmó un documental que el jueves de esta semana se estrena en Buenos Aires. Pocos días antes de la premiére, SIETE DIAS —con la colaboración de la distribuidora Warner Bros.— organizó una exhibición privada del film. Los propósitos eran buenos: luego de la proyección, debatir junto con los invitados especiales los interrogantes que pudiera plantear Woodstock, en particular, y el fenómeno hippie en general. Pero el microcine de la Warner (25 butacas) fue impotente para resistir la avalancha de gente (unas 70 personas) que se desplomó sobre él. "Fue como recrear el clima de la película", bromeó uno de los asistentes, resignado durante las 3 horas que duró el espectáculo a permanecer acostado sobre la alfombra del salón, a poco más de un metro de distancia de la pantalla. El debate se postergó para el día siguiente, en el roof de la Editorial Abril. Lo que sigue es una síntesis de lo que pasó entonces.

—La mayoría de ustedes estuvo con nosotros en la proyección privada del film. Algunos pocos lo conocieron antes, aquí o en los Estados Unidos. Dos o tres de los presentes no lo han visto pero saben bien de qué se trata y de un modo u otro están vinculados a los grandes temas que preocupan a la juventud. A SIETE DIAS le interesa, en particular, saber qué opinión tienen de la película, del festival que en ella se muestra; en general, si creen que los reunidos en Woodstock son hippies o, en caso contrario, quiénes son, qué quieren, cuál fue el factor aglutinante que reunió a esas 400 mil personas en una granja del estado de Nueva York. Podemos empezar preguntándoselo a Jorge Montes, en su doble condición de crítico de cine y ejecutivo de una empresa grabadora de discos.
MONTES: La película me pareció bárbara, expresión clara de un cine de trascendencia, con mensaje. La gente reunida allí forma parte de un movimiento de protesta silenciosa. Quizá lo que más me sorprendió fue su pasividad, tanto como la ausencia en el escenario de verdaderas canciones de protesta. Es contradictorio tratándose de una juventud que dice odiar la sociedad de consumo.
ALEJANDRO VIGNATTI (periodista): Woodstock puede no haber sido un festival de protesta, pero es sí el fiel reflejo de la nueva juventud estadounidense. Como expresión musical, noté la saludable influencia del sentimiento folk; en lo personal, una preocupación por ser cada día un poco más ellos mismos. Esta gente puede ser la avanzada de una paz violenta, como la que quería Mahatma Gandhi. Pero los asistentes al festival (no son hippies; éste es un fenómeno anticuado) están condicionados por la sociedad que los agobia, no les permite tener vida privada. Cuando algunos de ellos llaman por teléfono a sus hogares para decir que están bien "a pesar de la lluvia y del barro", no hacen más que mostrar su enlodamiento mental, la fuerza de su cordón umbilical no cortado. La película, como tal, me parece muy importante; un eslabón más para dejar de vivir para creer e intentar vivir paria crear.
MONICA SOCOLOVSKY (manager de conjuntos beat): No estoy de acuerdo con lo que dicen. Soy argentina, vivo en EE.UU. y estuve personalmente en Woodstock. Fueron tres días durante los cuales 400 mil personas le dieron la espalda a la sociedad, se pusieron fuera del sistema.
—¿Y después qué hicieron?
SOCOLOVSKY: Bueno, no tienen más recurso que volver a participar del sistema. Pero durante el festival dictaron sus propias normas de conducta, vivieron comunitariamente en paz. Cuando se desencadenó la tormenta, todo el mundo se arremangó para colaborar con el vecino desinteresadamente. Esto es muy importante porque el joven norteamericano es naturalmente violento por dentro. Por eso digo que Woodstock fue algo más que una reunión musical, una película: nada menos que una experiencia de vida comunitaria.
MARTA MINUJIN (plástica): Claro. Y ésa es la característica del fenómeno hippie. En los Estados Unidos hay 4 mil comunidades hippies que comparten un mismo ideal de amor. La sociedad americana no enseña a amar. Allá costó tres años de lucha lograr que se aceptara la libertad de ser, de vivir de los hippies. Y eso dentro de muy poco, quizá un par de años, lo conseguiremos aquí. Los músicos serán la avanzada de ese movimiento progresista.
—¿Qué opinan los músicos aquí presentes del papel que les asigna Marta Minujin?
(Entre los invitados estaban integrantes del conjunto Los Gatos, Almendra, Barra de Chocolate, 2ª Civilización, Miguel Abuelo.)
LITO NEBBIA (Los Gatos): Sólo puedo hablar de mi experiencia personal. La música es el mejor medio de comunicación, el mejor entre todas las artes. Me basta con tomar la guitarra y cantar para que 100 personas se reúnan junto a mí.
PAJARITO ZAGURI (Barra de Chocolate): Para mí, la música es un valor universal, algo que se refleja en un estado anímico.
—¿Cómo se manifiesta ese estado anímico?
ZAGURI: No lo puedo precisar. Si quieren nos vamos todos ahora a casa y se lo explico con la guitarra. Yo no puedo contar con palabras lo que siento cuando interpreto.
—¿Y qué opinan de Woodstock?
NEBBIA: A mí me reventó Woodstock porque interpreto que eso fue un comercio, un festival con fines de lucro. Y con respecto a los hippies, en la Argentina nunca vi a ninguno.

EL PICNIC DE LOBOS
Coincidente con el Día de la Primavera y del Estudiante (19, 20 y 21 de septiembre), un equipo de gente capitaneado por el discjockey Edgardo Suárez organiza un festival juvenil que se desarrollará en un country club privado de 76 hectáreas, recostado sobre la laguna de Lobos, a un centenar de kilómetros de Buenos Aires. "Será un picnic con tres días de sol, música y amistad", asegura su inspirador, e intervendrán conjuntos y solistas de avanzada, intérpretes de tango, folklore, beat y rock. Nada parece librado a la improvisación: habrá 5 mil carpas instaladas ("y lugar para el que quiera traer la suya"), 400 mil metros cuadrados destinados a estacionamiento, 60 baños, 400 botes para pasear o pescar en la laguna, médicos, bomberos y una dotación de 250 personas encargadas de la seguridad. Todo eso costará unos 60 millones de pesos viejos y esperan recuperarlos con la concesión a vendedores de bebidas ("nada de alcohol") y comestibles, más los ingresos de las entradas: 500 pesos por persona, los tres días.
—¿Cuánta gente piensan reunir?
SUAREZ: Probablemente 100 mil jóvenes, pero estamos preparados para recibir a 250 mil.
—¿Se le ocurrió la idea después de ver Woodstock?
SUAREZ: No vi Woodstock. Este proyecto hace tres años que me anda rondando en la cabeza; será auténticamente nacional y responde a la necesidad de reunirme con mis parientes.
—¿Quiénes son sus parientes?
SUAREZ: Todos aquellos tipos que sin ser de la familia uno aprecia como si lo fueran realmente. Por otra parte, hay familiares que no son parientes en el sentido cabal del término y amigos que sí lo son.
MONTES: No es ninguna novedad. Eso que Suárez llama parientes son los que Gardel llamaba hermanos.
VIGNATTI: ¿Por qué SIETE DIAS insiste en buscar puntos de contacto entre Woodstock y Lobos?
—Le preguntamos: a Suárez si tienen puntos de contacto y contestó que no. Volviendo a Woodstock...
MARIO JORGE GIESSO (creador de posters): Yo me pregunto si reuniones como ésa indican que el establishment peligra. Estoy tentado de responderme que no.
LIANA TABORDA (socia de Giesso): Para mí fue algo patético. Al ver la película creí estar frente a los cristianos marginados de Roma. Los concurrentes al festival se apresaban entre sí como los pollos. Y lo del consumo de drogas me pareció tremendo.
NEBBIA: Las drogas atañen al individuo, no al grupo. Por eso los estupefacientes son respuestas personales a determinadas necesidades.
SOCOLOVSKY: Los que se drogaban en Woodstock lo hacían para crear, como evasión creadora. ¿No hay acaso ejecutivos que las toman para conseguir tranquilidad? Las drogas, para esos jóvenes, son sólo una etapa. Sus padres también se reventaron el hígado consumiéndolas y para evadirse.
—¿Qué necesidad había de evadirse donde se suponía encontrar paz, música y amor?
MONTES: Eso de la droga es un mito inflado.
TABORDA: Sí, pero hace poco en uno de esos festivales murió un chico por abuso de ellas. Pienso que la sociedad norteamericana en vez de ir para adelante va para atrás.
ALBERTO DETRY (estudiante):
Creo, también, que la droga puede ser una etapa. Les pasó a Los Beatles, que con ella accedieron a la filosofía oriental.
—¿Con qué ventajas?
DETRY: Los orientales tienen una vida más espiritual, más concentrada sobre el ser, el individuo, muy superior a nuestra sociedad mecanicista, materialista, hecha con cemento armado. Cuando Los Beatles no necesitaron más drogarse, la dejaron de lado.
—Alguno de los presentes no tuvo todavía la oportunidad de dar su opinión sobre la película.
ANIBAL USET (director de eme): Yo la vi dos veces y me parece genial. Envidio la posibilidad que tuvo Wadleigh de dirigirla. Como en nuestro país es imposible hacer cine no comercial, hace ya un tiempo que me volqué hacia la música y los músicos. Pienso ir a Lobos, pero quedarme lejos del escenario, ocupando una de las carpas y viviendo comunitariamente.

UNA ABSTRACCION LLAMADA HIPPIE
Faltaba poco para la medianoche y el tema estaba lejos de quedar agotado. La Minujin, abanderada del hippismo, no encontraba demasiado eco en el resto de los panelistas. Menudearon las protestas y agresiones. También contra los periodistas: "Con traje, corbata y anteojos parecen ejecutivos. Si hubieran venido con el cuello de la camisa abierto y en otro tono, yo no estaría alterado. Me siento deprimido". "Los hippies no existen. Yo me dejo el pelo largo porque se me da la gana, pero mañana me sacan una foto en la revista con el epígrafe Este hippie es de Los Gatos". "En Woodstock no se reunieron por la música; fue una evasión de la alienante sociedad de consumo". "Me da rabia la forma en que la sociedad de consumo comercia con estos festivales. Hay figuras como Joan Báez que para ir a la isla de Wight exigieron una carpa con aire acondicionado y un yate; eso no es honesto". "Los campamenteros argentinos son una avanzada de las juventudes que concurrieron a Woodstock". "Para mí, el amor surgió allí por la cantidad de problemas que se les presentaron a esas 400 mil personas: la falta de abrigo, de comodidades, determinó la formación de una comunidad".
—¿Cómo combaten los hippies eso que llaman el sistema, la estructura?
MINUJIN: Somos un producto del sistema. En Woodstock fue fantástico porque la sociedad de consumo advirtió que debía financiarnos, a los hippies, el festival.
—¿Qué se gana, por ejemplo, con romper las tarjetas de reclutamiento para ir a Vietnam?
MINUJIN: Protestar.
NEBBIA: Yo soy un músico latinoamericano y, con mi música, no voy a salvar a nadie. No me interesa lo que pasa en Vietnam. Sí lo que siento yo cuando toco.
—¿Y qué siente cuando te hablan de los hippies?
NEBBIA: Para mí no hay hippies; todos son seres humanos. Asumo la protesta como forma de vida. Que no se termina con decir "Muera Nixon". Mi problema es el hombre en general.
MONTES: Por allí alguien habló del amor entre hippies. Creo que no se debe confundir amor con erotismo. Las relaciones sexuales, cuando intervienen varias personas, caen dentro del erotismo.
MONICA CRAMER (modelo): Eso que dice Montes no tiene nada que ver. Yo puedo tener un manzano que me dé una manzana, pero si tengo diez, tanto mejor. Más manzanas voy a disfrutar.
—En síntesis, ¿existen o no los hippies?
MINUJIN: ¡Por supuesto que sí!
MAICO (modelo): ¡Pero Marta! No hacen nada, no crean nada; lo único efectivo es que se van de sus casas.
USET: Pero contribuyen a cambiar el modo de pensar de la gente.
MINUJIN: Mirá, en Buenos Aires hay como 5 mil hippies que viven escondidos. Así y todo, con ellos logramos editar tres números de nuestra propia revista subterránea (20 ejemplares manuscritos): El Mundo de lo Inadvertido. ¿Por qué la editamos? Porque ningún hippie consciente puede leer los diarios y revistas que se hacen aquí, ensuciados por el dinero que tocan las manos de la sociedad de consumo. Vivimos el presente. Le decimos a la gente: "Tome de mí lo que usted quiera. Sólo espero de usted amor". No queremos ser ni tener líderes?.
—¿Y vos que sos?
MINUJIN: Bueno, en cierto modo lo soy, pero mi tarea principal es reclutar gente. Y para los que no creen les digo que este movimiento ya no lo para absolutamente nadie.
Todos: No estoy de acuerdo.

WOODSTOCK EN CIFRAS
• El productor Bob Maurice y el director Michael Wadleigh trabajaron seis meses antes de llegar el momento de la filmación para reunir un nutrido grupo de camarógrafos y técnicos. Los equipos empleados costaron medio millón de dólares —200 millones de pesos moneda nacional—. Se cosecharon 70 horas de filmación y 81 de tomas cíe sonido, utilizando 20 cámaras, 11 micrófonos fijos y 6 móviles.
• Los solistas y conjuntos que actuaron Joan Báez; Joe Cocker; Crosby, Stills, Nash & Young; Country Joe & the Fish; Arlo Guthrie; Richie Havens; Jimi Hendrix; Santana; John Sebastian; Sha-Na-Na; Sly & the Family Stone; Ten Years After; The Who. La banda de sonidos de la película fue grabada en tres discos longplay por el sello Atlantic.
• Colaboraron en las tareas anexas a la filmación: 8 autos, 5 motos, 1 helicóptero, 3 tiendas de campaña con elementos para primeros auxilios, 1 máquina Xerox y 1 camión de carga.

"YO ESTUVE ALLI
Se llama Lynn (21, neoyorquina), es de clase media alta, tiene estudios secundarios completos (graduada en una high school), hace tres meses que está en la Argentina.
—¿Por qué viniste a esta reunión?
—Quería saber qué decían de Woodstock, qué opinaba la gente. Pero aquí no se habló de Woodstock. Se salieron del tema, no lo enfocaron bien.
—¿Estuviste presente los tres días del festival?
—Sí. Estuve allá. Aquello fue un milagro. Fueron tres maravillosos días de paz, amor y música.
—¿Por qué un milagro?
—Por el amor de la gente, porque todos nos sentimos parte de una comunidad, sin diferencias, sin odios, sin resentimiento, sin prejuicios. Convivimos como hermanos; no importaba sí nos conocíamos de antes o no. En realidad todos nos conocíamos porque estábamos allí, buscando el amor y la paz. Cuando vino la lluvia y el frío, cuando tuvimos que sufrir las incomodidades, fue cuando más se mostró la fraternidad, la solidaridad. A nadie le importó. Eso de las tres comidas diarias, la cama tendida, la calefacción o el aire acondicionado son estupideces, claro. Nos acurrucamos todos para defendernos del frío y del agua. Nos cuidábamos, nos protegíamos como si fuéramos hermanos. Compartíamos todo: nuestras necesidades y nuestras carencias. Todos juntos. Cuando alguien tenía que levantarse —estábamos todos amontonados— pisaba a los demás, pero nadie se molestaba. No había violencia. Fue una comunidad, un verdadero milagro...
—¿Qué hacés en Buenos Aires?
—Nada en especial. Vine a conocer gente, a mejorar mi español, a vivir, a respirar, a hacer el amor.
—¿Por qué elegiste este país, que está tan lejos del tuyo?
—Porque ustedes son muy parecidos a nosotros. Mirá: ustedes son como nenes chiquititos que tienen que crecer. Cuando crezcan va a ocurrir aquí lo mismo que en Estados Unidos. Pero todavía están atrasados. Sin embargo, es el país de América que más se parece al nuestro.
—¿Cuándo pensás irte?
—La verdad es que no me dan ganas de irme.
—¿Algún amor aquí?
—Muchos. Me gusta la gente, me gustan los argentinos.
—¿Pensás casarte alguna vez?
—No sé. Por ahora no quiero pensar en ello. Cuando salí de la high school no sabía lo que quería. Ahora que tengo 21 años tampoco sé lo que quiero. Por eso solamente sé que me gusta vivir.

 

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