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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

 

3 Sinfónicos 3

 

Fuente de texto: Revista Cantarock
Generador de concepción histórica: Revista de Historia Bonaerense.
Comentarios y aportes diversos: Josi de Israel
Fotos recicladas: Tito demoron

 

 

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Una noche de noviembre de 1975, un cuarteto desconocido se presenta en el teatro Astral, en cierto modo La Meca de todo conjunto rockero con ganas de trascender. Casi no han tenido difusión, poco público. Pero algo iba a cambiar sus vidas. Sui Generis ya era el pasado y Charly García andaba suelto por ahí. Pasó por la puerta del Astral con el productor Jorge Alvarez y el diseñador Juan Gatti. "Vamos a ver que pasa", y se asomaron a la sala. Quedaron deslumbrados.

 

 Decidieron patrocinarlos y repitieron la actuación un mes después, con todos los bombos y los platillos que recibían los miembros del Clan. En enero del '76, mágicamente, grababan su primer álbum para la RCA argentina.
Lo presentaron en dos funciones (Coliseo, abril) y en junio eran aclamados por 12 mil jóvenes en el Luna Park. Varias giras por el interior magnificaron su consagración relámpago. En enero del '77 presentaban su segundo LP (mezclado en los estudios Criteria de Miami) en el mismo estadio, donde nuevamente serían aclamados por la multitud el primero de abril siguiente. Su música no era parte de un show bailable. Anunció el baterista: "Queremos ver un mar de cabezas bullendo, y no un mar de cuerpos moviéndose" .
Días después, formalizaban su éxodo hacia los Estados Unidos, donde no avanzarían como grupo sino personalmente.

El primer Crucis existió hasta 1975 y contaba con el bajista Juan José Fernández (luego de La Máquina de Hacer Pájaros). El cuarteto definitivo se consolidó en julio del '75 con el ingreso del baterista uruguayo Gonzalo Farrugia (ex Psiglo), Pino Marrone (guitarra), Aníbal Kerpel (teclado) y Gustavo Montesano (bajo y canto), eran los tres restantes. Ensayaban diariamente de 15 a 20, hasta el día histórico ya mencionado. Incluso el diario Crónica (que en general solo se ocupaba del Rock cuando había algún desorden callejero) los había tomado en cuenta con un artículo titulado: "Fulminante consagración"

El cuarteto no sólo representaba un ejemplo de trabajo armónico, sino que se ubicaba en la cumbre de la electromúsica urbana.
Marrone fue la revelación del año como guitarrista, y en los teclados Kerpel dejaba atónitos a los oyentes. Lo apodaban "el mariscal" y precisamente su tema "Los Delirios del Mariscal" es una de las obras mayores del grupo. Establecían coordenadas armónicas de una sutileza y una intensidad que pocos habían alcanzado en los primeros 10 años de Rock nacional. Se ponían en acción en vivo y parecía como si se conectara una usina gigante.

Que el Rock es energía, ya se ha dicho muchas veces. Pero verla (y sentirla en acción), es algo muy distinto. Ocurre una cosa a medio camino entre el escalofrío y la caricia. La batería de Farrugia y el bajo de Montesano retumban en el vientre, mientras la electroguitarra y el órgano electrónico impactan las neuronas. Sumemos a eso doce mil jóvenes agitados por tal torbellino en el centro de Buenos Aires...y una hermosa escalada melódica.
Crucis se remontaba sin parar, y en sus conciertos la gente terminaba de pie agitando los brazos y ululando tribalmente.

El único punto flojo de la experiencia era la voz de Montesano. Como cantante era bastante deficitario. Alvarez situaba la voz atrás con cámara y efectos, pero eso no remediaba la carencia. Aunque dado que la mayoría de las composiciones eran instrumentales, el problema quedaba en segundo plano. La música de Crucis se inscribía en la órbita contemporánea donde se aunaban componentes del rock y del jazz, en sus tendencias libres. En su etapa final, considerando que al inicio, la mayoría de los temas era aportada por el bajista, con quien surgieron varios desencuentros -tal vez por sus propias limitaciones como cantante y su obstinación por hacerlo- los materiales de Kerpel y Marrone abusaban del free y por momentos parecían fuegos sonoros de artificio. De todos modos, se manejaron con lucidez y establecieron un punto referencial de exigencia en momentos donde nuestra joven música urbana crecía en calidad y cantidad.

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