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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Emilio Del Guercio
tiempos de cambio

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Para Emilio Del Guercio, ésta es una época de cambios sustanciales. Su nueva banda, La Eléctrica Rioplatense, atraviesa la necesaria etapa de ajustes hacia la consolidación de la música proyectada. También él transita esos cambios en una búsqueda de la simplificación del lenguaje, de la síntesis poética. Del Guercio detesta los rótulos estériles; para él, todo es arte.

revista Pelo
1979

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Pasaron dos años desde que Aquelarre se despidió como grupo en el Luna Park. Desde entonces se sucedieron las postergaciones por la imposibilidad de dar con los músicos adecuados para el nuevo proyecto de Emilio Del Guercio. La raíz sigue siendo la misma aunque la canción haya cambiado en algo más que una concatenación deliberada de acordes.
Que para él los pioneros Almendra no perdieron la primitiva fuerza lo demuestra el hecho de que en diciembre próximo volverán a encontrarse —para dos únicas presentaciones y un probable álbum— con el propósito de redimir, sin melancólica nostalgia, aquel entusiasmo. Lo inmediato es su trabajo con la Eléctrica Rioplatense, en la que ya se produjo un cambio: el tecladista Claudio Pesavento por Eduardo Zvetelman (ex-Spinetta).
Ahora comienza un periodo de reacomodamiento musical, de pulimento de las asperezas y desajustes del debut, de mejor cincelamiento del espíritu latino, de relajamiento. El reportaje mostró esa distensión, reflejada en cada trazo de los dibujos que hizo al compás de las respuestas.

Acercamiento latino

¿Qué distancia hay entre esta experiencia y Aquelarre?

En Aquelarre, los arreglos los hacíamos entre todos. Ahí está el criterio general del grupo. Aquelarre me parece más rockero. Eso es lo que me parece a mi, no sé lo que le parecerá a la gente. Todo se daba para que el trabajo estuviese muchísimo más medido. En Aquelarre tocábamos un tema muy ensayado, cortábamos y hacíamos el que seguía. En el espacio que mediaba entre tema y tema (tan preparados todos que exigían un alto nivel de atención) no había un tiempo de relajamiento. Eso es lo que, a la inversa, traté de probar en esta banda, y creo que todavía falta amasarlo. El asunto es la fusión por medio de climas entre tema y tema. Noté que los músicos y yo mismo funcionábamos mejor. Todos podíamos tratar un tema, con una idea prefijada, pero con libertad, con más tranquilidad. Eso nos lleva a que en el espectáculo haya como una sensación sonora para el público también. De esta manera se sienten menos tensos y eso se nota. A esta música no solamente hay que ensayarla sino también tocarla para encontrar el tipo de lenguaje.

¿Es nuevo en vos este acercamiento a los ritmos latinos?

En principio, me atrapa toda la música de cualquier lugar del mundo que me interesa, que pueda gustarme o que a mi me produce una sensación emocional determinada. La música latina también, pero eso no es de ahora, sino desde hace varios años. Antes de formar Almendra, fui con Luis Alberto (Spinetta), con el grupo los Esbirros, de gira al sur del país, y nos acompañó un grupo de música latina. La música que hacían era comercial, pero eran músicos impresionantes. Conocían a Ray Barreto y a otros por el estilo que están ahora en la cresta de la ola. Nosotros éramos músicos mucho más jóvenes que ellos (teníamos entre diecisiete y dieciocho años). El pianista nos mostraba cosas de esa música y yo me volví loco. Siempre me gustó, pero, a medida que uno va avanzando en el tiempo, trata de pulir su lenguaje. Incluso en el primer álbum de Almendra hay algunas cosas latinas y en los de Aquelarre también. Lo que sucede es que no estaban presentadas de la manera en que creo que puedo hacerlo ahora. Eso está en "El hombre cercano", de Aquelarre, pero el tratamiento no lo hace evidente.

Separaciones y ajustes

Tus letras también muestran una poesía mas clara.

Para mi eso es muy difícil, porque tiendo a escribir las letras más herméticamente. El mundo de los símbolos me atrae mucho, pero a veces simbolizo sobre otros símbolos y es ahí cuando la cosa se complica. Cuando se utilizan esos símbolos, se necesita que la gente se conecte con ese particular estado literario de la cosa. A mí me apasiona escribir. Me resulta cada vez más fácil en el sentido de conocer la mecánica y la respiración al cantarlas. Pero, a la vez, me resulta más difícil ser sintético. La mayor claridad no es casual, es un trabajo constante. Es difícil decir cuándo una letra es buena, pero a mí me gustan cuando son poéticas y ricas, nutridas de cosas con las que me pueda identificar.

¿A qué se debió el cambio de tecladista?

Fue por una cuestión de madurez musical y humana. No quiero hablar de esto porque en general en la Argentina hay una tendencia a considerar toda separación como traumática. El público liga la separación grupal con la de la familia. Y no es así ni tiene que serlo. Tampoco se trata de una decisión dictatorial.

¿Qué ajustes vas a realizar en la música?

Voy a modificar algunos arreglos con respecto al saxo, voy a cambiar unas cuantas cosas en los teclados. Lo que quiero lograr con esto es que todo sea más claro. Además, durante septiembre (todos los jueves) voy a tocar en Music Up. La razón de esto es que quiero tocar sin amplificación externa. Estoy un poco rayado con los sonidos voluptuosos que hacen los sonidistas en teatros. La música que estoy haciendo me hace sonar la oreja de otra manera. Por eso es que dije, cuando empecé a tocar, que no éramos un grupo de rock; no por negar cosas que uno ha vivido sino porque trataba de que la gente entendiera que hay que liberarse de eso. Hay que hablar de la música, de la poesía, de la pintura, y no de cierta cosa en particular. Eso lleva a poner esquemas, y el primero que surge, cuando se va a escuchar un concierto, es el sonido identificatorio de una amplificación rockera. Esa es una cosa que todavía no pude controlar, porque los sonidistas que tienen sistemas como los que utilicé están acostumbrados a amplificar rock. Se trata de algo totalmente mecánico; compongo la música para tocarla a un volumen en el que al pulsar el bajo siento la resistencia de ese material a mi cuerpo, y con eso le doy una sensibilidad. Pero cuando apenas apoyo el dedo en las cuerda se viene todo abajo por un exceso de volumen. De esa manera ya no tengo control sobre la música, sobre la expresión, y en un porcentaje bastante notorio. No sé cómo lo percibe la gente, pero para mí hay una diferencia (que tengo que solucionar) entre lo que suena y lo que quiero que suene.

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La campanada para todos

¿A eso contribuye una intención más acústica en tu música?

Mi banda tiene cosas rockeras, pero la forma de amplificar la música debe ser con menos volumen y voluptuosidad. He ido a muchos conciertos de grupos en los que la música me gustaba, pero al final ya no tenía capacidad auditiva para bancármela. Entonces, en vez de ser una experiencia placentera se transforma en una especie de obligación, porque había un umbral de sonido que ya no me dejaba sentir.

¿Existen planes de grabar un álbum?

En realidad, todavía no hablé con nadie. No me preocupa demasiado. Me gustaría grabar, pero primero quiero tocar más. A esta música hay que tocarla mucho; si entramos en el estudio de grabación con los temas bien ensayados pero sin haberle dado mucho escenario se va a notar. Independientemente de eso, no hice ningún contacto con ninguna grabadora. Tras la cuestión de la mayor consolidación que quiero, está la cuestión de la amplificación, cosa que realmente me preocupa. Al tocar en un local como Music Up voy a poder probar mejor el sonido. Por ejemplo, la amplificación grande modifica formas de emisión vocal. La avalancha sonora que hay en el escenario lleva a que haya que cantar de manera rendidora, con más fuerza y más duro. Y en la música que quiero hacer hay detalles que se pierden. Fuera de eso, en los temas hay arreglos que son más bien el concepto de la cosa. Pero hay un espacio para que los músicos se manden en lo que ellos quieren y saben hacer. En la medida en que toquemos más todos nos manejaremos con más soltura.

¿Cómo surgió la reunión eventual de Almendra para diciembre próximo?

Es una idea que habíamos hablado un par de veces cuando el año pasado Edelmiro (Molinari) estuvo en la Argentina. Hay veces en que las cosas se pueden hacer, y otras que no. Nosotros tenemos un lazo espiritual muy grande. El proyecto de volver a tocar siempre nos interesó. No se pudo hacer en 1978 porque Edelmiro tenía que volver y no existía nadie que pudiera organizar todo. Se lo propusieron a Luis Alberto hace unos meses, vino a planteármelo y me parece que va a matar. La reunión no la puedo medir ahora en todas sus consecuencias. Recién cuando suba de nuevo a un escenario con ellos me voy a dar cuenta. El año pasado nosotros tocamos en privado y grabamos una cinta. Si hacemos un nuevo álbum o no depende de muchas cosas. Para nosotros va a ser una cosa muy satisfactoria, pero tenemos conciencia de que esto puede llegar a mover un montón de cosas para que salgan a la superficie. La gente que puede ir es mucha, y significa que está. A diez años de Almendra, nosotros vivimos esto como una especie de campanada para los que vinieron después y los que estaban en aquel momento, para que nadie se olvide de que existen. No sólo en cuanto a Almendra sino a todo un movimiento musical que surgió con una polenta impresionante y que, por las distintas realidades por las que pasó o pasa nuestro país, se taponó. Pero eso no significa que la gente haya desaparecido."

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