Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

Revistero
de rock

 

Moris
por Miguel Grinberg

Cuando hoy en España hablan de él, lo definen como rocker argentino y los críticos ibéricos no le escatiman elogios. Hizo falta que Moris Birabent cruzara el Atlántico, con Inés y sus dos hijos, haciendo la ruta de Cristóbal Colón en sentido inverso, para enseñarle nada menos que a los hispanos el canto del rock en castellano.

Fuente: Rocksuperstar 04/1979

 

 

Ir al Sitio

 

 

 

En el comienzo, allá por 1965 en Buenos Aires, todo consistía en chicos que amaban el rock y en su voluntad de expresarlo en el propio idioma. Era la hora cero, no estaban adhiriendo a ninguna moda. Era la época donde llevar el pelo largo era peligroso: podía derivar en ser llamado "maricón" o en una paliza terrible. Pero algo bullía en el corazón de algunos muchachos y la música fue su manera de comunicarlo.
EN CARNE PROPIA
Moris fue uno de ellos. Los otros: Javier Martínez, Pajarito Zaguri, José Alberto Tanguito Iglesias, Félix Litto Nebbia. El único antecedente en la materia el mexicano Enrique Guzmán de Los Teen Tops aztecas, que se limitaban a traducir las letras de los clásicos del rocanrol norteamericano. Pero aquí en el Sur nadie quería calcar nada, se trataba de sacar afuera todo lo que estallaba en carne propia: las ganas de vivir, el rechazo de la brutalidad, el hambre de ternura.
Moris había nacido en 1942. A los doce años tomó fugazmente clases de guitarra, pero se canso del solfeo y el resto lo aprendió mirando cómo tocaban los músicos de los boliches de la calle 25 de Mayo: "Iba al Bajo y me pasaba dos o tres horas tomando una coca cola viendo a los tipos que tocaban boleros. Me acercaba y les pedía consejos. Siempre andaba persiguiendo a los guitarristas. Muchos me enseñaron a tocar, aprendí a tocar bossa nova"
Uno de esos músicos le enseñó muchísimo a Moris, pertenecía al grupo Los Juveniles y se llamaba Mario Orleac. En el tocadiscos de este músico Moris descubrió el jazz moderno: Dizzy Gillespie, Miles Davis, Gerry Mulligan. En una disquería de Palermo, un día, le voló la cabeza una grabación de Elvis Presley. De allí en adelante, solamente la música fue el camino.
Un boliche de jazz de la avenida Pueyrredón al 1700, primero conocido como Pasarotus, y luego (tras ser copado por el rock porteño) como La Cueva, fue en el invierno de 1965 el reducto de esos muchachos sueltos que sentían el deber de dedicarse a ser músicos. Moris estudiaba en el industrial Otto Krause, y en teoría debía apuntar a ser ingeniero como su papá. "En La Cueva, lugar reventado y divino, sótano donde naufragaban anónimos integrantes de la insatisfacción y la búsqueda de nuevas cosas, a veces excitaciones, pase otros dos o tres años.
Y así fue que surgió el grupo Los Beatniks, con Moris en guitarra y canto, Pajarito Zaguri, en canto y pandereta, el baterista Alberto Fernández Martín y el bajista Antonio Pérez Estevez. No fueron más allá de un simple para la CBS: cuando apareció el single ese grupo ya se había disuelto.
Moris ha definido claramente sus tópicos en el prólogo de Ahora mismo, un libro de letras y poemas sueltos editado en 1973: "Las cosas y lugares que he vivido y sentido, bares, rutas, mendigos, guitarras, amigos, anocheceres, jardines zoológicos, recuerdos, dinero, vagabundeos, amores y alegrías"
EL POEMA HUMANO
Ya convertido en solista (1966), Moris compone temas sin parar. Canta en publico donde sea, desde la sala de guardia de una comisaría para demostrar que no es un delincuente juvenil hasta el espacio abierto de la Sociedad Rural Argentina. Cuando llega 1969 y Los Gatos, el trío Manal y Almendra son realidades de la nueva músicas urbana argentina, Moris concreta para el sello independiente Mandioca su primer LP 30 Minutos de Vida: "Y aquí están, fieles al tiempo separadas por algunos silencios de púa, las cosas maravillosas y malditas que he vivido y sentido, en esta minúscula era de mi existir". Y aparte de esas siete canciones memorables, otro elepé de Mandioca, con interpretes nuevos, incluye su hermoso tema Muchacho ("Pronto amanecerá, y hay un sabor a tango antiguo en la ciudad.").
Tal vez resulte extraño que el LP siguiente de Moris aparezca recién en 1974 Ciudad de Guitarras Callejeras Porque durante cinco años él no ha parado de cantar y componer, no ha dejado de abrir su alma a la vida y de luchar denodadamente para que de su sensibilidad broten canciones que todos puedan compartir. Canciones que fuesen motivos de encuentro para los otros, los muchachos y chicas de su tiempo, y los que vinieran después.
Alguna vez, algún comentarista distraído, rotuló a Moris como "cantante de protesta". Nada más errado. Porque Moris es ante todo un poeta, y cuando un poeta se asume como tal, puede hacer
dos cosas anunciar o denunciar. Puede anticipar la llegada de cosas nuevas, o puede rechazar las cosas viejas o muertas que lo asfixian. Ningún ser humano esta obligado a negar su capacidad de creación ni a aceptar los rituales de la derrota. Moris, aún en sus letras más descarnadas o duras, fue siempre un artesano de la fe que solamente sueña en la fraternidad. Aunque a veces se tengan pesadillas sobre una guerra atómica.
Moris nunca hizo concesiones, jamás aceptó transas condicionantes en ninguna compañía de discos. De allí que su obra discográfica sea pequeña en comparación con los muchos temas que ha compuesto. Desde salas pequeñas con veinte oyentes hasta estadios con miles de testigos, su guitarra y su voz (a veces su armónica) no han parado de confirmar su voluntad de lucidez y confluencia
LOS DÍAS SERENOS
Hacia 1973, Moris tuvo una crisis de identidad. Algunos problemas personales (conyugales) y un autobalance sobre lo hecho en sus primeros 30 años de vida, lo paralizaron un rato. Luego, de pronto, sostuvo que no cantaría más el rock y que en el futuro solo se dedicaría al tango. Caminaba ida y vuelta por la avenida Corrientes componiendo tangos. Pero cuando ese torbellino de su mente y su corazón se apaciguo, Moris retomó algunas de sus mejores inspiraciones. Por un lado el rock de toda la vida, por otro también el tango de toda la vida, ese que uno vive en Buenos Aires aunque no se de cuenta, y que finalmente titila en las venas con vibraciones de cafetines y olor a primeros cigarrillos. Los recuerdos de la infancia ("Fueron los días los días de oro, y el sol miraba sin preguntar ") y los dolores de un hombre a solas con su destino ("Y estoy pensando en salvarme... para volver a enterrarme)
De las muchas canciones de Moris, desde Pato trabaja en una carnicería hasta Muchacho del Taller y la Oficina, brota el oficio de vivir en Buenos Aires las manos frías en invierno, la necesidad de no ser un engranaje, una mujer que no esta, el tiempo lleno de amenazas, las horas inocentes en el zoológico allá en el palacio de los recuerdos un amigo muerto, la rutina insoportable, una sonrisa inesperada en el segundo de la desesperación.
Todo eso volvió a expresar Moris en 1977, poco antes de su partida hacia España donde ahora sigue su obstinado trabajo de pionero. Tanto en el Luna Park como en teatrito de San Telmo, su guitarra hizo reverdecer el viejo rocanrol. y su canto demostró que va ganando la batalla de la serenidad. No se conforma, sigue indagando, sigue resistiendo. Como todo artista verdadero, esos que nunca se quedan en los laureles y que a cada paso lo arriesgan todo con una única obsesión, el mejor verso, la máxima comunicación. En definitiva: el amor completo.
Moris, ayer nomás en Buenos Aires, actualmente en España, sigue fiel a su pasión: "Que es estar enamorado de mis canciones y transmitir un pedazo de mi". En el fondo, su grandeza reside en haber sabido mantener intacta su sencillez, en seguir siendo el chico aquel que empezó imitando a Elvis Presley en No Seas Cruel, y que hoy es uno de los mayores exponentes de la música popular contemporánea. Casi sin querer, seguramente hoy, algún disco de Moris le está dando vuelta la cabeza a un chico español que tarde o temprano seguirá sembrando hermandad en el surco de la existencia.

volver al índice del revistero

Google
Web www.magicasruinas.com.ar

siguiente en la sección