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John Lennon: borrón y cuenta nueva


Desde que Los Beatles se separaron (hace diez años) John Lennon llevó una vida turbulenta. Ingenioso y polémico, el cerebro del conjunto que sacudió al mundo entero dio que hablar: grabó como solista discos de calidad despareja, luchó cuatro años contra los servicios de inmigración para quedarse en Estados Unidos, se separó de su mujer, Yoko Ono, cuando nació su hijo Sean, y en 1975 se esfumó de la vida pública.

Fuente: Revista Somos octubre '80

Hoy, en vísperas de su 40 cumpleaños, Lennon resurge con el álbum más esperado de 1980: Double fantasy, con siete canciones suyas y siete de Yoko Ono. Junto a la japonesa y fumando —los dos— cigarros franceses, el ex Beatle aceptó una entrevista en la que replanteó sus ideas y sus actos. 

 

—¿Por qué se escondió en 1975?
—He estado contratado desde que cumplí veintidós años, permanentemente 'obligado a'. Obligado a escribir un centenar de canciones para el viernes, obligado a grabar un solo para el sábado, obligado a hacer esto o aquello para el domingo. Quise ser artista porque adoraba la libertad: no encajaba en una fábrica o una oficina. Y de pronto estuve metido en una compañía grabadora, obligado por los medios, obligado por el público. ¡Había perdido absolutamente mi libertad! Entonces supe que la vida no termina cuando uno deja de anotarse en la pizarra. Y dejé todo. 
—¿Por qué cinco años?
—A Yoko y a mí nos costó mucho tener un hijo. Después quise dar cinco sólidos años a Sean. No había visto a Julián (el primer hijo, de su ex mujer inglesa Cynthia) crecer, y de pronto hubo un hombre de diecisiete años llamándome por teléfono y hablando de mujeres y de motos. Había enviado a Sean al kindergarten: cuando adiviné que objetivamente había querido deshacerme de él, sufrí un shock. Lo traje a casa. Me dediqué a él.
—Según Paul McCartney, usted se convirtió en un recluso porque hizo de todo menos ser usted mismo. . .
—Yo pregunto: ¿qué diablos significa eso? Paul no sabía qué estaba haciendo yo y sentía tanta curiosidad como cualquiera. Hace diez años que no nos comunicamos de verdad. Hace dos golpeó a mi puerta: venía de visita. Le dije: "¿No te molestaría tocar solo? Tuve un día pesado con el nene y vos llegas aquí con una maldita guitarra. . ."
—¿Quiere decir que usted se ocupaba de la casa? ¿Y Yoko?
—Claro, le debo una explicación: Yoko es la que gana nuestro pan. Ella cuida nuestras cuentas bancarias, contratos y acciones, y yo me volví una perfecta ama de casa. No se ría. Ahora, sé, y lo digo como reconocimiento a todas las amas de casa, incluyendo a mi mamá, por qué se quejan tanto de los quehaceres domésticos. Mi vida se construyó alrededor de las comidas de Sean ("¿Estoy limitando demasiado su dieta macrobiótica?") y de Yoko ("¿Hablará de negocios cuando vuelva del trabajo?"). No podía durar toda la vida así.
—Y usted, Yoko, ¿cómo decidió ser el hombre de la casa?
—Por una cuestión práctica. En el nuevo álbum hay una canción, Tiempo de limpieza, en la que John cuenta lo que ocurrió entre nosotros. Estaba cansado. Seguía atado a Apple (la corporación de discos de Los Beatles) y no lograba independizarse. Ahora estamos vendiendo nuestras acciones, el veinticuatro por ciento del paquete de Apple, para liberar nuestra energía. Me aconsejaron invertir en petróleo, pero no les creí. Se debe invertir en lo que a uno le gusta: en vacas, granjas, casas y moteles.
—John, ¿fue muy difícil abandonar la música?
—Sí, muy difícil. Sobre todo durante los primeros meses.
—¿Por qué lo hizo?
—Musicalmente mi cabeza no estaba preparada para componer. Por eso mi álbum solista de 1974, Walls and bridges, resultó el trabajo de un artesano semienfermo. Nada bueno. No hubo inspiración, fue miserable. Mi mente estaba llena de ruidos, así que no podía sentir las notas que escribía en el pentagrama. Y dejé. Al mirar hacia otro lado, entonces, volví poco a poco a sentir las vibraciones. Si Newton no hubiera estado recostado bajo ese árbol, la manzana habría caído inútilmente.
—Pero no dejó de escuchar música de otros. . .
—Escuché mucho, pero a los clásicos. No me interesa la obra de otros músicos. Tengo el grandísimo honor de no haber ido ni una sola vez a Studio 54 o a otras discotecas o clubes de rock. Sería como preguntarle a Picasso: "Maestro ¿ha ido últimamente a algún museo?". Ridículo.
—¿Y por qué volvió a grabar? ¿No era feliz en su granja?
—Touché. En la última Navidad mis vecinos invitaron a Sean a ver El submarino amarillo. Después volvió a casa corriendo y me dijo: "Papi, estabas cantando. ¿Es cierto que eras un Beatle?" Se me hizo un nudo en la garganta y respondí: "Yo. . , sí, bueno. . ." El 9 de octubre cumpliré cuarenta años y Sean tendrá cinco. No puedo permitir que diga: "Papi no sabe hacer otra cosa que lavar los platos y criar vacas". Por eso, luego de cinco años usé la guitarra.
—¿Por qué participó Yoko en este disco?
—Bueno, fue como un juego. Pero ella no es mala compositora. Escribimos la obra juntos. Somos John y Yoko: debe tomarlo o dejarlo. No quiero cantar si ella no está conmigo: somos hermanos espirituales. Cuando dejé a Los Beatles pensé: "¡Qué grande! ¡Ya no tendré que oír a Paul, George y Ringo!", pero es triste estar solo en una sala de grabación.
—Sin embargo, sus fans acusaron a Yoko de haberlo separado de Los Beatles.
—Desde que filmé 'Cómo hicimos la guerra', en 1966, quise dejar la banda, pero no tenía suficiente coraje: amaba los escenarios, el delirio del público y a mis compinches. Todo sucedió cuando dejamos de hacer giras y recitales en vivo. Sentí miedo de abandonar el palacio. Eso es lo que mató a Elvis Presley: el rey siempre es asesinado por sus cortesanos. Sobrealimentado, mimado, elogiado, lo atan a su trono, y por lo general el rey jamás despierta hasta que cae. . . Yoko me mostró lo que significaba ser Elvis-Beatle: una especie de muerte en vida. Y así fue como Los Beatles terminaron: no por la separación, sino porque me dije: "Estás desnudo".
—¿Añora aquellos días de gloria?
—No. Los Beatles fueron la encarnación de una época: los años sesenta, y quien piense. "Ah. si Los Beatles volvieron a unirse. . ." está fuera de sus cabales. Los cuatro tipos que fuimos ese gran grupo hemos cambiado. ¿Qué pasaría si Paul y yo nos juntáramos?: sería aburridor. Hay muchas canciones que volverían a ser éxito porque nunca terminamos de pulirlas, pero volver a ser Beatles sería como ir de nuevo al colegio. Todo terminó.
—¿Y qué fue de su radicalismo político de principios del setenta?
—Ah, eso era falso, un error. Siempre me sentí culpable de ganar tanto dinero, así que quería devolverlo o perderlo. Claro, no fui un hipócrita ¿eh?; cuando creo en algo, me juego. Pero fui un camaleón: todo lo mío dependía de con quiénes estaba. ¿Qué diablos estaba haciendo al luchar contra el gobierno norteamericano?
—¿Cómo venció a los demonios de Lennon, el rebelde?
—Recordé quién era yo hace muchos años, antes de Los Beatles. Fue una noche, en Hong Kong. Había dejado por un tiempo a Yoko para pensar. Quise llamarla por teléfono y no la encontré: algo se rompió dentro de mí. Jamás hice nada por mí mismo hasta que cumplí los veinte. No sabía ni cómo registrarme en un hotel. Cuando estoy nervioso me tomo un baño: en Hong Kong me tomé más de cuarenta. Un día sonó una campana y me dije: "¡Dios mío, este tipo absolutamente tranquilo soy yo!" Y supe cómo hacer las cosas. No me apoyaba en ningún disco de oro ni en ningún elogio. Entonces sí, la llamé a Yoko y le anuncié: "¿A que no sabes quién te llama? ¡Yo! ¡Sí. yo!" Más tarde vagué por la bahía, solo, y redescubrí mi sensibilidad de adolescente, cuando corría libremente por las montañas de Escocia. Esa sensibilidad es la que lo hace a uno pintar o escribir. . . Me sentí de nuevo dentro de mi cuerpo. Y es por eso que estoy libre de Los Beatles: porque me llevó casi diez años saber que yo soy John Lennon desde antes de Los Beatles y lo seguiré siendo después de ellos.

 

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