Revista del diario La
Nación
02.12.1979 |
Durante años marcó la vanguardia de la música
progresiva en la Argentina. En 1970 el grupo se disolvió. Ahora
vuelve a reunirse para ofrecer dos recitales. "No se trata de una
resurrección -dicen sus integrantes-, porque Almendra siempre estuvo
vivo".
CUANDO 1970 terminaba y el verano dibujaba sus
primeras ceremonias en Buenos Aires, una noticia golpeó a un sector
de la juventud argentina: el grupo Almendra se disolvía. A esa
altura de su desarrollo, el rock nacional no poseía aún carta de
ciudadanía. Almendra era su mayor expresión poético-musical. Había
grabado su segundo long-play (un álbum doble) y constituía, con el
trío Manal y el grupo Los Gatos, la avanzada de una nueva manera de
cantar a la vida urbana.
Hace algunas semanas atrás comenzó a correr primero un rumor y luego
la confirmación: Almendra se volverá a reunir para ofrecer dos
conciertos el 7 y el 8 de diciembre. ¿Acaso una "gimnasia" de la
nostalgia? ¿Una "astuta" gestión comercial? Nada de eso. El cuarteto
Almendra se reúne porque jamás murió, porque más allá de las idas y
venidas de sus componentes su música no perdió
vigencia. Nació como un arbusto silvestre en un medio refractario. Y
sobre el final de la última primavera de esta década tan llena de
contradicciones va a dar su fruto nuevamente, con el sabor de una
esperanza indomable.
Rodolfo García (batería), Luis Alberto Spinetta y Edelmiro Molinari
(guitarras), Carlos Emilio Del Guercio (bajo). Nombres queridos
dentro de una corriente musical seguida fielmente en todo el país
por una multitud de jóvenes que no consumieron pasivamente los
productos pasatistas importados. Músicos argentinos que siempre
compusieron temas originales, que han cantado invariablemente en
castellano, que, a pesar de haber sido tratados más de una vez
como "bichos raros", nunca transaron con la rutina
En el manifiesto que han dado a conocer con motivo de la reunión,
expresan: "Necesitamos una región de poesía y música que desbarate,
que confunda. Que inflame, que derroche. Que ilumine, que desborde,
que enceguezca. Para recordar, para evaluar, para emerger. Para
seguir estando aquí y cantar por una generación fumigada. Almendra
no se junta para golpear bajo, sino para hacerlo arriba. A la altura
de la cabeza. No se reúne para continuar una carrera inconclusa,
sino para festejar 10 años de una música. La música de todos los
músicos que ahondaron con fervor en esto. Esto a lo que todavía, por
suerte, es difícil ponerle un nombre."
Las experiencias de cada uno de ellos, desde la separación, fueron
disímiles. García y Del Guercio iniciaron otro cuarteto que se llamó
Aquelarre, grabaron tres álbumes y pasaron varios años en España. Ya
de regreso, García pasó a tocar la batería con el grupo Tantor,
mientras Del Guercio encabeza la Eléctrica Rioplatense.
Molinari formó el trío Color Humano, que tras varios discos se
desbandó. Vivió los últimos cinco años en California. Spinetta, por
su parte, formó varios conjuntos: Pescado Rabioso, Invisible, hasta
una banda bautizada con su apellido. Últimamente se ha presentado
como solista y grabó (como cantante) un álbum en los Estados Unidos
para la Columbia Records.
Cada uno de ellos tiene en claro que el reencuentro de Almendra (con
el repertorio original y nuevos temas compuestos especialmente para
la ocasión) simboliza mucho más que darse el gusto de retomar un
trabajo creador suspendido en la cúspide.
Edelmiro: "Por un lado la música es un lazo con el ayer. Pero hay
algo más que emana y es el cariño que sentimos el uno por el otro.
Me fui a Norteamérica a tocar con músicos negros, y tuve una
experiencia imborrable. Siempre seguí en contacto con Luis, Emilio y
Rodolfo, con más o menos asiduidad e intensidad. Hay en cada cual un
bagaje de experiencias, trips personales, vivencias que se vuelcan
ahora en este reencuentro. Siempre sentí la ausencia de esta
relación . . . que ahora resurge de un modo muy especial."
Emilio: "Lo de nuestra amistad no se da únicamente en el plano de la
charla. Hay un sentimiento provocado por la música. Cuando tocamos
se produce un estado de comunicación real que no brota del habla, ni
de conceptos filosóficos. La frecuencia, la fogosidad de la música
es un lenguaje que yo conozco desde un ángulo emocional y no
intelectual. No sé de dónde proviene, ni qué poderes oculta. Ayer,
ensayando, no sé qué pasó en determinado momento. Tocábamos Mestizo
y nos conectamos más que nunca. A mí me produjo un chasquido y una
avalancha interior indescriptible."
Luis Alberto: "Sé positivamente que en ninguno de mis conjuntos
posteriores encontré el margen de experimentalidad que tenía
Almendra en el plano creativo. Una combinación, tal vez quimérica,
de factores mentales, morales y afectivos. Vuelve a darse como una
especie de magia, me siento nuevamente integrado a un fenómeno de
índole artística. Donde se sabe que el resultado toca al corazón de
la gente de una manera mucho más desgarrante que cualquiera de las
otras experiencias personales. Se junta Almendra. Lo que sugiere,
es. Acá está su magia: no es que nos reunimos, sino que nos creamos
otra vez."
Rodolfo: "Ninguno de nosotros volvió a experimentar después de
Almendra el canto a cuatro voces. Como músicos, nos hicimos el uno
al otro dentro de ese concepto sonoro que representó Almendra. Fue
nuestro origen. Al intentar luego otras experiencias, variaron las
alternativas. Nuestra experiencia incidía en los músicos con los que
trabajamos después. Además de un cuarteto musical, Almendra era una
actitud ante la vida y la creación, una energía expansiva."
Hace diez años, como parte de los festejos de la Semana de Buenos
Aires de 1969, por primera vez una muchedumbre juvenil atestó el hoy
desaparecido Anfiteatro Municipal General San Martín, frente a la
Plaza Francia. Cinco mil chicas y muchachos que se agruparon para
establecer los pilares de algo que no ha dejado de crecer durante
una década. La música evolucionó. El público evolucionó. Almendra
comenta: "Nacimos y difundimos nuestro arte en un terreno tan
resbaladizo como el de hoy. El de ahora. Un terreno dibujado por la
realidad socio-económico-emocional del argentino, realidad ondulante
que determina estados álgidos y depresivos. El actual es un estado
depresivo. Pero sumergirse no es desaparecer. La música popular
argentina de raíz no tradicional seguirá existiendo a pesar de
nosotros, porque el arte frontal existe desde el comienzo de la
vida."
Aquel público pionero no repudiaba el tango o el folklore. Atestaba
el anfiteatro porque allí vibraba una música que les hablaba en su
idioma de las cosas que todos sentían, de la solidaridad que una
generación construye para afrontar los desafíos del porvenir.
Aquellos músicos pioneros no intentaban demoler nada, no eran
parricidas. Por el contrario, casi como huérfanos comenzaban a
edificar una solidaridad en forma de canción.
La "recreación" de Almendra ocurre en un momento de aparente reflujo
y confusión. Pero la lucidez no desapareció en momento alguno
durante estos diez años. La música fue mejorando todo el tiempo. Los
disfrazados, los hippies traspapelados, los oportunistas del rock...
se los llevó el viento de la verdad. Los niños de ayer nomás son
hombres ahora, las niñas de entonces son ahora las madres de sus
hijos. Criaturas que concurren a los conciertos de sus padres y que
absorben esa energía primera que invita a la plenitud. Además del
fruto, el almendro exhala un aroma que cuenta sabias historias de
eternidad.
Miguel Grinberg
02.12.1979
SPINETTA: "EL MAYOR DESAFIO"
DURANTE mucha tiempo se lo consideró, con justa razón, uno de los
"popes" máximos de la música progresiva argentina. Era, además, el
líder natural de Almendra, el legendario cuarteto que mantuvo en
vilo a adolescentes y no tanto en aquellos recitales de fines de la
década del sesenta y principios de la del setenta. Hoy, tan delgado
como de costumbre y con el pelo mucho más corto, Luis Alberto tiene
un aire más maduro, más asentado, menos "acelerado", como a él mismo
le gusta decir, mientras abraza a sus hijos —Dante, de tres años, y
Catalina, de uno y medio—, que se despiden de él para ir al jardín.
"Si tuviera que definir mi etapa actual de músico, diría que estoy
sintetizando mi lenguaje y que, al mismo tiempo, me siento con todo
el caudal del comienzo. Y el renacimiento de Almendra me pone
contento de una manera muy especial. Pero ahora quiero hablar de esa
especie de milagro que fue grabar en los Estados Unidos. Guillermo
Vilas, que siempre tuvo una particular preferencia por mi música y
que es amigo desde hace mucho tiempo, me propuso movilizar sus
contactos en los Estados Unidos —que son muchos y de primera línea—
para que yo pudiera hacer una grabación. Acepté de inmediato. La
idea también era que Guillermo hiciera las letras de las canciones
—es un buen poeta— y que yo les pusiera música. Esperé tres años
pacientemente a que las gestiones llegaran a buen término y al final
Vilas me mandó llamar. Cuando llegué y me presentaron al productor,
los arregladores, los músicos, etcétera, no lo podía creer. Uno de
los arregladores, por ejemplo, era Torrie Zito, el mismo que desde
hace catorce años trabaja con Tony Bennet y ha hecho arreglos para
John Lennon. Y todo era así por el estilo: la orquesta estaba
compuesta con una base fija de sesenta músicos y la producción
insumió cien mil dólares (que son muchos, acá y en cualquier parte).
Finalmente, Guillermo participó con una sola letra, y de los temas
restantes, seis son míos y los otros tres de Gino Vanelli y Tom
Pearson, arregladores. La experiencia me dejó varios saldos
positivos. Primero, que me reconocieran en todo lo que puedo dar.
Segundo, ver la profesionalidad con que se trabaja. Todo está
previsto, calculado, y nada puede salir mal. Tercero, hice punta
para otros músicos argentinos que también merecen una oportunidad:
por ejemplo. Gustavo Bazterrica, un excelente guitarrista, que fue
invitado a participar de la grabación. Pero lo más importante de
todo, para mí, fue que constituyó el mayor desafío que afronté desde
que ganaba mis primeras "chirolas" como profesional, allá por 1965."
Justo Olivari Dhers
02.12.1979
Revista del Diario La Nación
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