Revista Periscopio
09 de diciembre de 1969 |
Es el más mofletudo, el más ingenuo de los Beatles. Lo creyeron
muerto y, sin embargo, está vivo. La semana pasada se confirmó la
noticia: Life le consagra su cover history. Aún no se sabe muy bien
de dónde salió el desagradable rumor que, durante quince días desató
una suerte de cacería de índices funestos y mórbidas evidencias.
Para Louis Yager, presidente de la sociedad '¿Paul McCartney ha
muerto?', la duda, por lo menos, no le estaba permitida y los fans,
desesperados recolectaban por el mundo entero pruebas al parecer
irrefutables: en la cubierta del álbum Sargent Pepper, de 1967, una
mano se levanta por sobre la cabeza de Paul, una señal fúnebre de
los indios. En el sobre, Paul exhibe en el brazo una insignia
marcada con tres letras, OPD (Officially Pronoucend Dead
—Oficialmente declarado muerto)—. Una foto de Magical Mystery Tour,
el film rodado por el cuarteto, muestra a Paul en uniforme, sentado
bajo una banderola que lleva la mención "I was" (Yo era). En ese
mismo disco, tres de los Beatles sostienen claveles rojos. Sólo el
de Paul es negro.
Al final de la canción Strawberry Fields (Campos de frutillas), los
investigadores perciben la voz angustiada de John Lennon que
murmura: "He enterrado a Paul". En el álbum blanco, aparecido luego,
y titulado simplemente The Beatles, hay un montaje sonoro de nueve
minutos bautizado Revolución Nº 9. Si se graba de nuevo el trozo y
se pasa la banda al revés se escucha un ruido terrorífico que evoca
el de un accidente de auto. Chirridos de frenos, choque, llamas de
un incendio crepitantes y un muchacho que implora: "¡Sáquenme de
aquí!" En una playa de silencio que separa los dos títulos del álbum
se adivina un gemido. La queja, escuchada al revés, revela la voz de
John Lennon que suspira: "¡Paul está muerto, me hace falta!"
En fin, sobre la funda del último 33 r.p.m., Abbey Road, los cuatro
Beatles parecen seguir un entierro. Paul McCartney está descalzo,
como un cadáver.
Era demasiado. Empresarios, íntimos, agregados de prensa del grupo,
eran despertados en plena noche por llamados telefónicos venidos de
los cuatro puntos cardinales. La hipótesis reconfortante de una
campaña de publicidad bien orquestada se convertía en una especie de
mortal psicosis. Entonces vino el reportaje de Life, irrefutable,
tranquilizador. En él se ve a McCartney sereno, sano, acunando en
sus brazos a su hijo recién nacido, al lado de su mujer, Linda, con
la cual se casó en abril y pasando días felices en su granja
escocesa.
"Todo es malignamente estúpido —declara—. Encontré la banda OPD en
el Canadá. Era una medalla de la policía que, sin duda, significa
Ontario Police Department (Departamento de Policía de Ontario).
Llevo una flor negra porque no quedaban más rojas y en Abbey Road
camino descalzo porque hacía calor ..."
Y la bomba quedó desarmada. Pero, ¿esta falsa muerte no esconde,
acaso una verdadera agonía, la del fenómeno Beatles, del grupo
Beatles en tanto que entidad de cuatro cabezas soldadas? Los
muchachos de Liverpool ya son adultos y quieren amar, crear, viajar,
componer, cantar cada uno por su lado. Es decir, a veces, separados.
Ya no son los hermanos siameses del éxito sino hombres que tientan
liberarse del fardo de su gloria.
"Quiero vivir en paz —le dijo a Life Paul McCartney claramente—.
«Vivir», no «descansar»."'
Es muy posible que tales deseos no puedan ser satisfechos: cada día
más, el engranaje de los intereses creados en torno de los cuatro
juglares crece como una selva tropical que todo lo devora. Y hay que
alimentarla con canciones, discos, films, posters, presentaciones y
hasta modas.
Ir Arriba
|
|
|

Paul McCartney y familia |
|
|
|
|