Revista Pelo
febrero 1984 |
La señora llegó, instaló la silla plegable, cambió un par de
opiniones con el marido y le dijo a los hijos que tuvieran cuidado
de no perderse. Después, ya más tranquila y ambientada, se dedicó a
mirar la curiosa fisonomía que presentaba Barrancas de Belgrano.
Miles y miles de personas de todas las edades se agrupaban en
perfecto orden bajo la serena noche de verano para vivir la fiesta
del rock, una auténtica fiesta popular.
Con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de
la Ciudad de Buenos Aires comenzaron a realizarse conciertos
gratuitos al aire libre en esa suerte de anfiteatro natural que
conforman las barrancas. Y la importancia de estos eventos no radica
exclusivamente en la música en sí sino que va mucho más allá. Acaso
por primera vez en su larga trayectoria, el rock nacional es avalado
y respaldado oficialmente por un gobierno. Hasta el momento, las
anteriores experiencias en ese sentido habían sido nefastas. Basta
con recordar lo acontecido allá por abril de 1982. . .
Pero esta vez la cuestión da toda la sensación de ser muy distinta.
Una clara demostración fueron las palabras pronunciadas por Pacho
O'Donnell, secretario de Cultura de la Municipalidad, al finalizar
la actuación de David Lebón. En ese momento, el funcionario destacó
con sinceridad el papel que debe cumplir la juventud en la instancia
democrática que vive el país y reconoció la importancia artística
del rock como expresión cultural argentina.
Otro de los factores en que radica la importancia de los recitales
en Belgrano está dado por el hecho de que mucha gente que
habitualmente no concurre a conciertos de rock tuvo la oportunidad
de palpar de cerca el fenómeno. Así fue como muchos padres
comprobaron por qué sus hijos apoyan al rock. Además, los conciertos
sirvieron para demostrar que rock no es en modo alguno sinónimo de
violencia. Miles y miles de personas disfrutaron juntas del
espectáculo y no se registró incidente o perturbación alguna.
Pasando al plano estrictamente musical, el saldo de los tres
primeros fines de semana fue sumamente auspicioso. David Lebón y su
remozada banda fueron los encargados de abrir el fuego y durante dos
días cautivaron a la audiencia con un repertorio similar al
presentado en diciembre en el teatro Coliseo. Es de destacar el
ensamble obtenido en los últimos tiempos por el grupo y la peculiar
soltura escénica demostrada por toda la banda.
Luis Alberto Spinetta y su banda Jade tuvieron a su cargo el segundo
fin de semana. La publicidad "oral" registrada durante la semana
posibilitó que la afluencia de público fuera aún mayor que en la
apertura. Los organizadores estimaron la cantidad de público en más
de doce mil personas.
La actuación de Spinetta Jade fue sencillamente brillante. El grupo
interpretó gran parte del material de "Bajo Belgrano" y "Mondo di
cromo", alternándolo con sus viejos clásicos. Nuevamente, Leo
Sujatovich acaparó gran parte -de los aplausos con su soberbio
trabajo en los teclados.
El tercer fin de semana presentó un programa doble: el viernes
estuvieron La Torre y Oveja Negra. La banda de Patricia Sosa cumplió
una muy buena tarea, mostrando una música arrasadora y mucho feeling.
El tema "El camino final" llevó al delirio a la nutrida concurrencia
y las acrobacias del guitarrista Carlos García López dejaron con la
boca abierta a más de uno.
Oveja Negra, por su parte, adelantó algunos temas de su próximo
álbum y se ganó la adhesión del público con varias interpretaciones.
Una vez más, el trío ratificó su ensamble vocal casi perfecto y su
depurado trabajo de armonías.
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