Antes de la edición de su primer álbum, Seru
Giran, el nuevo grupo de Charly García, realizó un concierto
con orquesta para presentarlo. Pelo siguió a la agrupación
desde el último show hasta esa actuación, para descubrir su
nueva música. La intención era saber si las iniciales de la
nueva formación, que son las mismas del legendario Sui
Generis, significaban sepultar el pasado o recuperarlo en
una rejuvenecida versión. Esa es la música que tratamos de
traducir en esta crónica.
Un cementerio
de barcos, como una ciudad de esqueletos abandonados, 110
parecía ser un lugar adecuado para escuchar un poco de rock.
La noche mostraba sus dientes entre nubes tan negras como
las aguas de un Riachuelo liso como una chapa. Llovía de a
ratos, a desgano. Era el último show, de Seru Giran, dos
semanas antes del gran concierto presentación (muy bien
organizado) en Obras Sanitarias con una orquesta de
veintitrés músicos. Había escuchado el long play cuando aún
le faltaban la orquesta y la ecualización. También había
estado en el Luna Park cuando Seru Giran había cerrado un
espectáculo decepcionante del mismo modo. Ni una ni otra
cosa era Seru Giran. Pero entonces ¿qué era? Era
temprano. Quien sondeaba unos grabadores ante la vidriera no
podía ser otro que Daniel Goldberg, el arreglador del long
play de Seru Giran: su tempestad, de rulos es inconfundible.
"Para mí fue apasionante poder dirigir a esos veintitrés
músicos de Los Ángeles que antes, cuando había vivido ahí,
veía como inalcanzable. Y también fue gratificante cómo se
interesaron en nuestro origen y nuestra música."
Finalmente, llegaron los demás. "El año que viene quiero ir
a España, allá hay un movimiento de rock que mata", me decía
Charly mientras agitaba de un lado para otro la cabeza. El
más impuntual fue Pedro Aznar. "Sabés que estuve escuchando
el long play que Morís editó en España. Le va muy bien,
parece", comentaba David Lebón con su devota parsimonia.
Los cuatro coches se encolumnaron viboreando desde las
avenidas iluminadas "a giorno" y bien pavimentadas hasta las
penumbras salpicadas por un algún foco de mala muerte del
Bajo y sus calles empedradas. Aparecieron las casas de lata,
maquilladas con los colores ítalo-boquenses. Doblamos ante
el oxidado rascacielos del viejo puente de la Boca. El único
que refulgía de luz, y música era un viejo vapor, de esos
que tienen aspas y blues encima, trasladado de New Orleans
al casi tenebroso Riachuelo. Bajaron los músicos y su
séquito, compuesto por groupies, amigos, representantes, el
hermano de Charly ("Soy guitarrista pero todavía no hice
nada") y periodistas. De estribor a babor, de proa a
popa, de arriba a abajo, todos recorrimos el barco. El show
estaba a punto de empezar. Héctor Starc esperaba con el
sonido listo. Los músicos conversaban con algunos otros que
habían llegado antes: Rinaldo Rafanelli, Gustavo Bazterrica,
Ronan y Adrián Bar. Charly estaba eufórico, como casi
siempre. "Sabés que hoy es mi cumpleaños. ¿Cuántos? 27." ¿Te
gusta tocar en shows? "Si toco durante un mes seguido, no.
Pero es importante tocar en vivo para estar entrenados para
el concierto grande."
Todos a bordo Seru Giran
estaba por zarpar. Se diluía "Dame un poquito" de
Supertramp. La atmósfera era entraña y contradictoria: la
sábana tensa del Riachuelo era picoteada por un chaparrón
silencioso, la música disco latía interminable con su febril
monotonía, el barco parecía un espectro remodelado que nada
tenía que ver con los ríos que lamieron las ciudades donde
el blues germinó. Los viejos blues que Lebón nunca olvida.
"Hoy tocamos un poco por ustedes y otro poco por nosotros",
susurró Lebón. Relampaguearon las luces y el cielo, retumbó
simultáneamente el trueno en todo el puerto y la batucada de
"Autos, jets, aviones, barcos". Aznar bailó girando sin
perder su endemoniado tempo. Después de la melodía, retorna
la batucada y el tema finaliza cuando la lluvia recrudece.
"No nos pagaron pero tocamos igual porque es el cumpleaños
de Charly", explica Lebón. Sigue "Eiti-leda", que es una
versión remozada del tema "Nena" de la época de Sui Generis.
Una suave y hermosa melodía, especial para la buena voz de
Lebón. "Seminare" es una de esas canciones de García donde
se mezcla lo clásico con la melodía popular. Continúan
los relámpagos y el barco como si nada, imperturbable. "Este
tema lo compusimos para Travolta", dice Charly con algo de
sorna. Ese fue el preludio para un tema satírico. El
comienzo de "Gertrudis" (así se llama el tema) es de "disco
music", extraído de "Fiebre de sábado por la noche". Luego
se engancha con el tema de García, apoyado por las melodías
que hace Aznar con su bajo siempre presente. La gente
reconoce el funky. Por último, "Coramina López" (que en el
concierto grande fue rebautizado "Voy a mil", un poco
pudorosamente). Es un rock directo, incandescente. La noche
había terminado. Pudo haber sido el recinto pequeño o qué,
pero el grupo sonó monolíticamente, con una contundencia que
hacía recordar los tiempos de La Máquina de Hacer Pájaros.
Después todos volvieron a acodarse en el bar. Había una
chica parecida a Joni Mitchell. "No creo que sea tan
parecida. Sabes que me encontré a la verdadera en Los
Ángeles", me cuenta Charly. "Estaba con Daniel y la seguimos
hasta que al fin terminamos tomando una Coca-Cola juntos. Le
dije que era un músico argentino. No me animé a invitarla a
la grabación, me dio vergüenza."
Otro tiempo, otro
lugar Pasaron dos semanas. Esta vez era en el Stadium de
Obras Sanitarias, un lugar amplio y cómodo, aunque con
algunas peligrosas aberturas en las gradas. Cerca se
encuentra el Monumental de River. En la puerta del Stadium
¿no hubiese sido más práctico denominarlo estadio? pugnaban
por entrar músicos y periodistas. Mientras tanto, en los
camarines, Charly, Lebón, Aznar y Goldberg hacían una rueda
de nervios y bromas. Moro se distendía dando vueltas
inacabables en esos vestuarios donde hace poco los tenistas
Connors, Borg, Nastase y Clerc se habían concentrado para un
cuadrangular. Lebón me dice: "Mataría tener un dominio
sobre la materia para quedarte fumando un cigarrillo
mientras escuchás lo que tu cuerpo toca". Otra vez los
nervios para enfrentar a las tres mil personas que
comenzaban a exigir la presencia de los músicos y la música.
"Lo que la gente tiene que saber también —comenta Charly—,
es que nosotros estamos acá desde primera hora de la tarde y
eso también cansa." Los músicos de la orquesta están
ubicados y la pantalla que está sobre el escenario muestra
las imágenes del grupo en los camarines (eso fue grabado
durante la tarde) dirigiéndose a escena. Todos están
vestidos de blanco, salvo Charly que tiene un malla de baile
negra y un saco blanco, con las infaltables zapatillas. Un
instante de afinación y la orquesta inicia una profunda
melodía, la del tema "Seru Giran". Un leve crescendo, un
corte, arreglos disonantes de la orquesta y Lebón introduce
un solo con notas largas, un estremecedor blues.
Cuatro astronautas "Ya te veo entre los autos pidiendo
perdón / mi mirada tiene todo tu dolor", entona Lebón
cansinamente (como la melodía de ese tema, "Tarde de
perros"). Ni la extraña amalgama, que se da entre un Aznar
jazz-funkista (¿se dirá así?) y la garra rockera de León y
Moro logran extirparle al tema una aureola de fragilidad.
"Este tema está dedicado a un conocido empresario local. Hay
que echar al pirata", anuncia Charly. Es "Voy a mil", un
rock duro que se transforma en jazz-rockero, en una mutación
poco convincente. El que sigue es de la cosecha personal
de Lebón, especialmente del Lebón que no olvida su apego a
los ritmos latinoamericanos (como el "salsa"). Se llama
"Tropiealia". ";Lo que es la calor, reflexiona Charly. Es un
tema con claros racimos de funky y una sucesión de
improvisaciones. Una de las mejores composiciones de García
para su nuevo grupo es "Autos, jets, aviones, barcos", una
rememoración de los que emigraron del rock nacional rumbo a
latitudes inciertas. La apertura es una feroz y precisa
batucada brasileña conducida por Moro hasta la melodía que
Lebón toma: "Por el Ecuador, el trópico (para el canto es
trópico) / el sol saluda nuevos vagabundos / en tierra nadie
queda / la verdad es que se está yendo todo el mundo". La
pantalla muestra al histriónico Charly en un yate. Estalla
el solo de Lebón, siempre con un impecable buen gusto
rockero. Alguien del escenario dice: "Ponte más suave" y
comienza la melodía de "Separata". Simple y llana. "Hoy leí
una cosa alucinante, informa Charly: cuatro astronautas
rusos estuvieron Ciento cuarenta días en el espacio y
crecieron cuatro centímetros y medio. Así que los petisos ya
saben..." Un alboroto informe saluda el mal chiste y Lebón
trata de salvar las circunstancias: "Tengo algo que decirles
antes de que salga el sol". Y comienza a fluir delicada,
tenue, la vieja canción de David "Música del alma". "Tan
buena como la luz que calma". "Retrato de Tracy" (una
composición para bajo solo de Jaco Pastorius) es el tema que
hace Aznar. Un tema de una melodía algo intrincada, bien
hecho y punto. "Muchos me comparan con Pastorius porque toco
con el bajo Freíless (sin trastes) pero a mí no me interesa
robarle a nadie. Estoy aprendiendo cosas. Seru Giran es una
cosa importante entre comillas, es una onda más masiva.
Cuando toco con alguien me fijo que la música me guste."
Un viento frío "Soy alto como el sol / el cielo sin
saber / y una cúpula se me acerca hasta mis pies." Es "Alto
en la torre" de la época de Sui Generis. "Hay temas, me
decía Charly, que los vuelvo a hacer porque con los músicos
de Sui Generis no podían dar todo." Esta es una de las
mejores melodías del concierto. El cálido vibrato de la voz
de Lebón hiela la sangre con su "Dónde estás, dónde voy /
porque estoy en la calle de la sensación / muy lejos del sol
/ que quema de amor" y se enciende el lento, hermoso y
potente crescendo de "Seminare". "¿El rock está muerto?",
pregunta Charly seguro de la respuesta. Vibra el canto de la
lluvia, es la contestación del estadio. Moro marca el ritmo
pesado del rock "32 macetas" de Lebón y tres mil
percusionistas le hacen palmas. "Woodstock no, por favor",
pide Charly. "Seru Giran, me decía antes García, no es más
rockero que La Máquina. Es distinto. La temática del grupo
está en función de los temas." La opinión de Moro es
parecida: "No creo que sea más rockero, sí tiene una onda de
rock, de polenta. Pero también tiene una onda de música
latinoamericana, más de acá. Un músico en la Argentina es
difícil que se saque el rock de encima. El blues y el rock
son cosas nuevas pero también hay que hacer la música nueva.
En Seru Giran aplicamos la experiencia que tenemos".
Mientras tanto. Lebón machaca el estribillo: "Yo también
estuve lejos pero ahora estoy acá". Casi sin respiro,
aparecen unos Bee Gees falseados. Es el funky de
"Gertrudis". Y surgen dos bailarines (Basbus y Laura)
retorciéndose a lo Travolta y Olivia Newton-John. Fue como
si por alguna claraboya del estadio se hubiese infiltrado un
viento frío, el público estaba perplejo, a mitad de camino
entre la sorpresa y el rechazo. Se pretendía el "Blues del
levante" pero Charly se ocupó de disipar esperanzas. "Está
bien divertirse pero hay límites en todo". El clima se había
puesto tenso. "Este tema es serio así que me voy a poner el
saco", dijo Charly. "Serpentina de carnaval / cuando los
días buenos pasen / en qué esquinas me encontrarás / cómo
sabrás lo que quiero", Era "Eiti-leda" (o sea "Nena"). La
hermosa canción fluía quebradiza. "Yo te veía caminar /
dentro de mi cárcel de cristal". Surgían los crescendos,
descendían a la intimidad de la melodía. Parecía como sí se
hubiesen abierto más claraboyas.
Fin de fiesta La
orquesta se reinstaló. Y Charly cantó "Creo que olvidé mi
nombre en un subterráneo". Sui Generis, su armonía ronca,
sus letras simples y poéticas, resucitaba. Pero a los
tumbos. En una dimensión menos fresca, titubeante. "El
mendigo en el andén" fue el último tema.'Con buena dosis de
fuerza, sazonada con algunos pliegues de melodía, era como
volver a abrevar de las fuentes. Pero, en general, el
concierto había mostrado menos contenido y firmeza musical.
Faltaba la trabazón de cuentos cotidianos, relatados con
melancolía y mordacidad, con música en la que la trama fuese
potencia y melodía. Casi al mismo tiempo. Tampoco se había
encontrado el derrotero (como había ocurrido en el barco)
para que el grupo hiciera algunos buenos temas que tiene
como una totalidad, como un soberbio y desconocido gigante
llamado Seru Giran. Terminó el concierto y se llamó a una
conferencia de prensa que se convirtió en una reunión de
músicos: Carlos Riganti, Raúl Porchetto, Miguel Zavaleta (ex
Bubu), Alejandro De Michele, "Lito" Epumer, Luis Alberto
Satragni, Rinaldo Rafanelli, Gustavo Bazterrica, Luis Borda,
Miguel Ángel Erausquin, Santiago Fandiño, Andrés Calamaro,
Jimmy Santos, Daniel Colombres, entre algunos otros. El
público ya se había retirado. Un policía le demostraba a sus
compañeros que se podía peinar el afro de Moro e introdujo
un civilizador peine en el revoltijo de rulos. El Stadium
estaba iluminado y abandonado. En la vereda quedaba un manto
de volantes anunciando otros recitales, de grupos nuevos. La
historia continúa. Soplaba una brisa gélida e incómoda.
Afuera también.
Revista Pelo noviembre 1978
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