Un año atrás, integrando una troupe de nombres tan desconocidos como
el de ellos. Sui Generis insistía con su música desde húmedo y
maloliente del teatro ABC, hoy convertido en cinematógrafo de
inocentes películas pornográficas. En esa época se trataba de un
cuarteto, reducciones posteriores lo convirtieron en dúo. El primer
viernes de abril pasado esa misma música thanshuman de teatros
porteños de segunda categoría, ascendía con bastante publicidad y
promoción al escenario del teatro Astral, nueva meta consagratoria
de la música nacional con actitud progresiva.
Un día antes de esta presentación (la primera que el dúo hacía como
único integrante del espectáculo) la mayoría de las localidades (mil
pesos viejos la platea) estaban agotadas; pocas horas antes del
espectáculo mil personas disputaron (algunas veces con violencia)
las escasas doscientas ubicaciones en el pullman, Adentro era real
el clima festivo: un sortilegio que sólo se da tres o cuatro veces
al año en los recitales muy esperados, Y el de Sui Géneris era
realmente un acontecimiento que había despertado expectativa. Quizás
un poco equívocas: muchachas que no son las habituales dentro de los
recitales, habían concurrido en racimos de cuatro o cinco, algunas
veces acompañadas por "alguna persona mayor". El "equívoco" ha
surgido a pesar del propio Sui Géneris: su tema más conocido,
"Canción para mi muerte", fue malinterpretado y se creyó que trataba
sobre la relación entre un hombre y una mujer, lo que seguramente,
debe haber despertado las ternuras y ruborizadas pasiones entre el
público más adolescente totalmente deslumbrado por la buena parábola
del estribillo: ".. .y prepararás la cama para dos..."
La gran cama fue el teatro Astral donde mucho público concurrió para
presenciar una ceremonia, una letanía porteña (que seguramente viene
del tango) implícita en varias de las letras del dúo y, obviamente,
en su canción principal. Ellos son perfectamente conscientes de lo
que ha ocurrido con "Canción para mi muerte", inobjetable artífice
de su repentina popularidad, inclusive aclaran en el disco
perteneciente a la banda de la película "Hasta que se ponga el sol"
que no se trata de una mujer, sino —como es obvio para cualquier
inteligencia mediana— de la muerte.
Ese tipo de confusiones no ocurre solamente por casualidad, o por
una eventual posición fronteriza de la letra, ocurre que todo el
trabajo de Sui Géneris linda con lo romántico, lo dulce, la relación
de pareja, en definitiva con los habituales clichés de la babeante
música complaciente del ramo. Pero hay algo, sin embargo, que separa
al dúo de ese mar transitado de pavadas y que, cierta parte de su
público parece no haber advertido: su corrosiva ironía, el humor
negro, el desarraigo del amor en una sociedad alienante, esa mezcla
de impotencia y lucha característica de las generaciones más
recientes. Todo esto, aunado a un verdadero sentimiento en el que se
entremezclan el amor de verdad, la ternura como auténtico gesto de
entrega, hace de la temática de Sui Géneris un valioso rescatador de
clima tan intrínseco de los argentinos. El dúo asciende como el
verdadero materializador de un camino que, alguna vez, intentó
transitar la calidez descriptiva de Luis Spinetta y el constante
sentimiento melancólico de Litto Nebbia. Esto no quiere decir que
estos nuevos intérpretes tengan jirones de ambos compositores. Por
el contrario el trabajo de composición e interpretación de Charlie y
Nito es claro e innovador, son sí las síntesis de una proclividad
nacional, son quizás una de las asociaciones más auténticamente
argentinas que ha dado la música con actitud progresiva de los
últimos años.
Y eso no es atribuible a la magia, verdaderos integrantes de una
nueva generación de músicos, Sui Géneris, ha recibido un trabajo y
una influencia tamizada por quienes hicieron el gasto en el primer
paso: almendras, manales, gatos y otros.
El carisma, ese poder del espíritu con influencia sobre los demás,
tiene además algo que ver en el dúo: ciertos climas intimistas o
burlones surgen de algo más que su música, ellos dos como
intérpretes tienen una imantación especial, son realmente verdaderos
"intérpretes" expresivos de lo que cantan. Cierta timidez se
transforma a veces en desenfado y todo parece desarrollarse en un
balance de naturalidad, pero simplemente porque son naturales.
De todos modos aún les queda por superar una barrera importante: ésa
de la mal comprendida "cama para dos" que puede perjudicarlos en sus
trabajos futuros. No quedó bien claro, para cierto sector del
público, que Sui Géneris no es una variante exquisita o snob de Juan
Marcelo. Y ellos quizás tengan que esforzarse un poco —a riesgo de
perder parte del sorprendentemente amplio público que los sigue—
para deslindar su música, poseedora de una vitalidad y una
renovación que, además, demuestra que el campo no está todo trillado
y que la música popular con actitud progresiva no se terminó, como
quieren algunos chantas y varios despistados, en los grandes grupos
del año setenta.
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