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EDMUNDO RIVERO, patrón y voz del Viejo
Almacén, recibió, no sin asombro, la visita de la noche
joven de Buenos Aires. NACHA GUEVARA, con pantalón negro y
larga chaqueta sin mangas, una blusa floreada y una casi
tímida voz, cantó el Lloré argentino, de Cortázar, a quien
Alberto Favero puso música. El lugar, un pequeño cuartito
del altillo, sirvió de íntimo encuentro entre la voz mayor
de la ciudad y la nueva y rebelde forma de expresar a
nuestro Buenos Aires contemporáneo. El mismo Rivero acompañó
con sus guitarras a Nacha, como para cumplir con un primer
pacto entre las dos generaciones. Cerrando el pequeño
círculo, Irma Roy, Osvaldo Papaleo, Duillo Marzio y GENTE se
constituyeron en testigos de lo nuevo entre las viejas
paredes del Almacén más cálido de San Telmo.
03.07.1969 |
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