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espiando los 60's
la década cuando todo pudo ocurrir
CINE
La generación del ´60 argentina
y la nouvelle vague
Jóvenes nueva ola
(fragmento)
por Paula Félix-Didier y
Leandro Listorti
http://www.filmonline.com.ar
El
cine argentino también tuvo su "nueva ola": la llamada Generación del ´60 que
fue fruto de las mismas inquietudes y las mismas influencias que motivaron a los jóvenes
realizadores de la Nouvelle Vague y se desarrolló paralelamente. También tuvo su fecha
de inicio en el año 1959, con Los inundados, el film de Fernando Birri que trasladaba a
temas y formas argentinas la influencia del neorrealismo italiano. Entre esa fecha y 1962
se inició en la realización un grupo de jóvenes que a diferencia de sus antecesores, no
provenían del trabajo como asistentes o técnicos en la industria sino que en su mayoría
había comenzado dirigiendo cortometrajes o participando de talleres vocacionales: David
José Kohon (Prisioneros de una noche-1962 y Tres veces Ana-1961), Manuel Antin (La cifra
impar-1962, Los venerables todos-1963), Rodolfo Kuhn (Los jóvenes viejos y Los
Inconstantes-1962), - Lautaro Murúa (Shunko-1960, Alias Gardelito-1960), Simón Feldman
(El negoción-1960 y Los de la mesa 10-1960), Ricardo Alventosa (La herencia-1962/4).La
corriente crítica que no adscribía al modelo cahierista, ubicada a la derecha y a la
izquierda de Tiempo de cine, acusó a la generación del 60 de moda pasajera y copia falsa
del modelo europeo, sin contenido auténtico. El verdadero cine nacional quedaba entonces
o bien del lado de La guerra gaucha o bien del lado del cine político posterior. La
acusación de "afrancesamiento" e "inautenticidad" para el cine de los
primeros años sesenta se volvió un lugar común en el análisis de la obra de esos
realizadores y evitó un abordaje más productivo de la misma en una línea de pensamiento
que, con excepciones, se extendió en el tiempo y llega a la actualidad. La visión
europea del "ser nacional" argentino fantaseaba con exotismos, pampas y gauchos
y consideraba poco auténtico el retrato de una clase media urbana tan parecida a la del
viejo continente.
Revista de crítica
Es
por ello que las películas de la generación del sesenta fueron mal recibidas, salvo las
de temática social o rural como Los inundados o Shunko. Los realizadores comprendieron
bien cuál era el problema pero los críticos vernáculos, como se ha
visto, se hicieron eco de estos juicios poco acertados. Ricardo Alventosa respondió de
esta manera: "Somos europeístas, los argentinos somos naturalmente europeístas,
pues nuestra civilización, nuestra cultura, son de extracción europea. Somos
europeístas, claro que sí, por nuestra formación. Es obvio. En contra de esto hay
quienes invocan falsos nacionalismos. Creen que porque los europeos no se inspiran en
fuentes americanas son más nacionalistas. Y esto es ignorar que la corriente cultural
americana es, vuelvo a repetir de origen europeo".
Desafortunadamente, la generación del 60 no llegó nunca a consolidarse: gradualmente una
sucesión de modificaciones fue anulando las garantías de la ley de cine de 1957, hasta
que, en octubre de 1963 se sancionó el decreto ley 8205 que estableció, entre otras
cosas, un Consejo Honorario de Calificación facultado para establecer cortes y
objeciones. La censura, las dificultades económicas y un panorama político cada vez más
difícil obstaculizaron el desarrollo del nuevo cine argentino y en muchos casos marcaron
el fin de la carrera de numerosos realizadores que habían comenzado entre 1959 y 1962.
Sin embargo, aunque el cine de la nouvelle vague llegó a la Argentina casi en su
totalidad e inmediatamente, la influencia formal y estética de esos films sobre las
películas argentinas se produce con la "segunda generación del sesenta", un
neocine que tomaría forma recién a fines de la década del ´60 y que tendría como
figuras principales a Leonardo Favio (Crónica de un niño solo, 1965 y Este es el romance
del Aniceto y la Francisca...1967), Hugo Santiago (Invasión 1969), Ricardo Becher (Tiro
de gracia, 1969), Alberto Fisherman (The players vs. Angeles Caídos 1968), Juan José
Jusid (Tute cabrero, 1968) y Néstor Paternostro (Mosaico, 1968).
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"Al comienzo, lo único que
había en este Continente era el folklore nativo. El "descubrimiento" fue
incorporando inevitablemente los impactos de la música española. Las músicas indígenas
empezaron ahí un largo camino de transmutaciones. Así como la mixtura negra y portuguesa
desembocó en Brasil en el samba, en tanto los ritmos africanos fundamentaron líneas
expresivas desconocidas en el Caribe, así lo italiano y lo negroide incidieron en la
gestación del tango argentino.
Quienes estudian los orígenes del Pop en Latinoamérica; dan atención a la influencia
del cuplé español. Y colocan en plano central, hacia fines del siglo XVIII en las
Antillas, una manifestación cantada que se bautizó como Bolero, de corte altamente
romántico. Que pasó a ser una institución en toda América Latina.
A mitad de la década del cincuenta, cuando el Rock and Roll norteamericano se impone
mundialmente enterrando al Calipso centroamericano, el Bolero es una institución mundial
con dos arquetipos indiscutidos: el chileno Lucho Gatica y el Trío Los Panchos,
mexicanos.
Entre 1958 y 1959, Italia genera dos parámetros que incidirían claramente en abonar el
terreno Pop en la Argentina: uno es el triunfo de Doménico Modugno en el Festival de San
Remo (iniciado en 1950) con el tema Piove (recuérdese que años más adelante Modugno
grabaría la versión italiana de un éxito de Litto Nebbia: Viento dile a la lluvia. El
otro, es el surgimiento de un joven relojero como astro del rocanrol peninsular: Adriano
Celentano.
El canto en castellano, tenía a esa altura en nuestro país dos exponentes definidos:
Luis Aguilé (una especie de joven vaquero que entonaba sus baladas con acento foráneo) y
Los Cinco Latinos (formados por Estela Raval y su esposo Ricardo Romero sobre el molde de
Los Plateros norteamericanos). Este tipo de "calco" también inspiró a Eddie
Pequenino para armar una banda a la manera de Los Cometas de Bill Haley. Al borde de 1960,
año en el que comenzó la fiebre mundial del Twist inaugurado en EE.UU. por Chubby
Checker sobre las ruinas de un rocanrol carcomido por la rutina, ya se había impuesto
acá el primer exponente local de la corriente desatada por los seguidores italianos de
Celentano: Billy Caffaro.
Billy Cafaro
La televisión
argentina vio claramente hacia donde soplaban los vientos y así fue como Canal 11 dió
comienzo al programa llamado "Ritmo y Juventud" que posteriormente saltó al
Canal 13 como "El Club del Clan". Esa barra de chicos estableció nítidamente
el surgimiento de una Nueva Ola que dominaría el ambiente antes del advenimiento de lo
que finalmente comenzaríamos a llamar Rock en la Argentina.
El modelo italiano (nombre yanqui y apellido nativo, tipo Johnny Dorelli o Jimmy Fontana)
inspiró algunos bautizos del Clan porteño:
Jolly Land
Johnny Tedesco y
Rocky Pontoni. Lalo Fransen venía de ayudar a su papá en una relojería, Nicky Jones de
repartir flores, Violeta Rivas de estudiar para soprano y Raúl Lavié de probar suerte
como cantor de tangos. Mariquita Gallegos, Chico Novarro, Jolly Land,
Dany Martin o Paco Amor se sumaron a la flamante onda juvenil, a la que llegó de modo
casi accidental un pibe tucumano que se ganaba la vida como vendedor ambulante de café:
al principio quiso actuar como Nery Nelson, pero terminó usando su verdadero apellido:
Palito Ortega.
Los discjockeys Raúl Matas (desde Chile) y Hugo Guerrero Marthineitz desde Montevideo)
habían creado un nuevo estilo de programación radial, con términos como
"discómanos" y "discódromo". Dos conceptos habían surgido en Buenos
Aires, dirigidos al oyente joven: la tarde del domingo había sido dominada desde Radio
Excelsior por la Escala Musical. En la noche de Radio Mitre, descollaba "Música en
el Aire" a cargo de Manolo Rodríguez Luque, luego dueño del sello Disc Jockey donde
grabaría el grupo Vox Dei."
continúa
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Acusada de "mera copia del cine francés"
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