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crónicas del siglo pasado

vanguardias

VANGUARDIAS ARTÍSTICAS
Y CULTURA POPULAR
Nestor Garcia Canclini
(1973)

(continuación)

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otra vista del mural realizado por alumnos de la Escuela de Bellas Artes de La Plata.
La frase es de Armando Tejada Gomez
"Pasa que está caliente con todo lo que pasa.
Pasa que dice BASTA y se pone de pie..."

Devolver la acción al pueblo

El pasaje de la subversión ocasional a la participación orgánica en una transformación social obliga a plantearse la inserción de los artistas en las organizaciones políticas, sindicales, populares que trabajan por esa transformación. Las acciones político-artísticas son las que han alcanzado mayor efectividad, y las que revolucionaron del modo más radical la función del arte y la estructura de sus procedimientos. No es casual que la mayor parte de estas experiencias hayan sido cumplidas por equipos de actores teatrales, porque en el teatro prevalece el aspecto acción sobre la relación sensible con los objetos, y también porque el teatro ha sido siempre un trabajo grupal, que facilita la superación del subjetivismo creativo y la participación colectiva del público. No es casual tampoco que las experiencias más radicales procedan de equipos teatrales ligados a una práctica política.
En realidad, el teatro fue durante muchos siglos un hecho básicamente popular. El teatro medieval, por ejemplo, era una creación colectiva, no literaria, sin sujeción al texto; los cuerpos de artesanos competían entre sí en las calles de la ciudad, en las ferias, con un despliegue multitudinario y festivo que entre nosotros sólo recuerdan las apolilladas celebraciones de carnaval. Tomando en cuenta la involución de los últimos siglos, Juan Carlos Gené afirmó que la historia del teatro moderno "es la historia de la minimización de su público". Progresivamente el teatro fue retirándose de la vida urbana, se encerró en salas y se fue convirtiendo, sobre todo en los siglos XIX y XX, "en el lugar que las burguesías reservan para la reflexión del individuo sobre sus conflictos en la sociedad y con el poder; en las salas estallan, como en una cámara de vacío, las rebeldías allí inofensivas de los individuos sometidos al poder".
Los intentos de recuperar el sentido popular y combativo del teatro se han multiplicado en los últimos años en muchos países. En los Estados Unidos se reunió el número más alto y variado de experiencias: desde la improvisación colectiva del Living Theater hasta las diversas formas de teatro de la calle, teatro negro, teatro guerrillero, teatro pobre, etc. Analizar sus contribuciones a la reformulación del sentido dramático en el arte actual requeriría muchas páginas: nos llevaría a hablar de las dificultades de los artistas rebeldes norteamericanos para insertarse en la lucha de clases por la falta de sindicatos, partidos u otros movimientos masivos de carácter revolucionario. Sin demorarnos en la crítica de las formas anarquistas o de "transformación de la vida" a que los resigna la carencia de marco político, queremos mencionar al menos su gran influencia, que algún día deberá estudiarse, sobre los experimentos de teatro popular de vanguardia en América Latina.
En Brasil, Augusto Boal reconoció su deuda, y la de los Centros Populares de Cultura, con la tendencia del "agit-prop" - agitación y propaganda- tanto en la definición de los objetivos, sintetizados por esas dos palabras, como en el estilo del trabajo. Boal actuó en los Centros Populares de Cultura, que existieron hasta 1964, cuando fueron clausurados por el gobierno militar. Los Centros eran organizaciones integrales, que se ocupaban de los problemas básicos y más urgentes de cada comunidad: desparramados por todo Brasil, reunían a estudiantes, artistas y obreros para enseñar arte culinario, canto coral, danza, teatro, cine, pintura, etc. Los espectáculos teatrales eran escritos en muchos casos por los mismos obreros, en otros ellos daban los datos para componer la obra o comentaban los hechos que luego serían dramatizados. A veces las representaciones precedían a los actos políticos y versaban sobre los temas que luego tratarían los oradores. Los Centros Populares de Cultura no despreciaron ninguna forma, tradicional o parateatral en sus acciones dramáticas si eran útiles para la concientización política: adaptaron espectáculos folklóricos; se apropiaron de obras clásicas - Shakespeare, Moliere, Aristófanes - que presentaban situaciones paradigmáticas, adaptables a las necesidades de una población u otra. El producto más original de los Centros fue el Teatro Jornal - teatro periodístico -, una idea de Boal que el Teatro de Arena de San Pablo desarrolló colectivamente con el propósito de "enseñar a leer correctamente", mediante la dramatización de las noticias. Sus procedimientos son, entre otros, la improvisación posterior a la noticia, que expresa las vivencias suscitadas; la acción paralela, que vincula hechos de la realidad aparentemente desligados: mientras se lee informaciones de Vietnam y de torturas en Brasil, los actores representan colas para jugar a la lotería deportiva o la compra de un auto suntuoso; la lectura del texto fuera de contexto: una vez se leyó el discurso inaugural de una organización derechista interpretándolo como si se tratara de un desfile de las últimas modas parisinas. En la actualidad hay en San Pablo unos cuarenta grupos que practican el Teatro Jornal. Boal, por su parte, obligado a exiliarse, realizó en Buenos Aires experiencias en los trenes, donde aparece con un grupo de actores sin anunciarse y provoca situaciones conflictivas: "En la medida en que los participantes ignoran que se trata de teatro, que participan actores profesionales, se tornan ellos mismos actores; pero no en el 'actuar', sino en el 'accionar'. Por su parte, nuestros actores también se ven modificados por la desaparición de las normas habituales del teatro: personas que van a 'ver' un espectáculo, que se disponen a consumir y que luego retornarán a su vida de todos los días. Aquí los actores son a la vez espectadores. Por eso habría que llamar a estos trabajos 'tren-teatro' y no 'teatro en los trenes', ya que es la situación del tren la que se convierte en teatral."

 

Esta última experiencia, más aún que las anteriores, ubica al pueblo - en vez de inspirador u observador - como productor y protagonista; además, inserta la acción en una situación cotidiana en la que el "público" se encuentra disponible, sin prevenciones suficientemente estructuradas.
Una línea de exploración afín es la que lleva desde 1970 en la Argentina el Grupo Octubre, dirigido por Norman Briski. Cuenta con nueve equipos que recorren barrios obreros y villas miseria, tanto de Buenos Aires como del interior, realizando dramatizaciones improvisadas a partir de las necesidades y los conflictos de cada lugar. Briski distingue tres momentos en su metodología: primero, realizan una investigación en el barrio, a cargo de los mismos actores, para detectar sus problemas básicos, establecer los modelos dramáticos de la vida barrial, sus arquetipos e identificar los enemigos internos y externos. En segundo lugar, determinan una acción y la representan tratando de visualizar ante los pobladores el funcionamiento del conflicto; frecuentemente, el interés de las situaciones mueve a la gente a participar desde la primera escena: ni bien los vecinos dejan su rol de espectadores para agredir, argumentar, etcétera, los autores interactúan con ellos y les van entregando la iniciativa de la acción. El último momento consiste en que actores y vecinos se unan en un hecho político, y luego formen grupos que transporten el modelo de trabajo a otro barrio. El Grupo Octubre está vinculado con agrupaciones peronistas de base, cuya actuación les posibilita el contacto inicial con el barrio, como así también la continuación y aprovechamiento político del trabajo teatral.
En cuanto al sentido estricto del método, Briski lo define como sociodrama, "aunque sería mejor – corrige - llamarlo políticodrama", dado que no se ocupa de cuestiones psicológicas, ni vagamente sociales; busca promover una toma de conciencia política, dentro del desarrollo de la representación, sobre las causas últimas de !os problemas cotidianos.
Briski subraya como clave para la eficacia de su tarea el hecho de partir de los problemas de cada barrio. Rechazó por eso la propuesta del "teatro jornal" como una "transposición de elementos externos. La única manera de sacar acción del barrio es partir de los conflictos del barrio". Es cierto teniendo en cuenta que en los estratos socioculturales en los que trabaja el Grupo Octubre la información periodística no constituye un factor comunicacional ni político de primera importancia. Pensamos, en cambio, que el "teatro jornal" puede ser pertinente en sectores medios y medios-bajos, donde los diarios juegan un rol decisivo en la estructuración de la ideología global: desde las opiniones políticas hasta los gustos cotidianos. Digamos que la conclusión de esta discrepancia es que el estilo de las obras debe adecuarse al ordenamiento comunicacional del medio, y que la elección de diferentes procedimientos teatrales o plásticos revela una preferencia por un sector social u otro, y una decisión política sobre la importancia de diferentes clases o áreas urbanas en un proceso revolucionario. Los problemas de la transformación del arte para cumplir su función social deben ser resueltos por los propios artistas; pero esos problemas sólo pueden ,resolverse dentro de una política cultural.

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"Muro de la dignidad", realizado en Chicago por artistas negros revolucionarios

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Grupo norteamericano de Teatro Guerrillero

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Afiche cubano del Centro de Orientación Revolucionario y del Consejo Nacional de Cultura
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