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MARTÍN GARCÍA
Diego Luis Molinari, que fue
ministro peronista, entrevistó tiempo atrás al extinto Juan XXIII. Le preguntó si
había conocido a Perón. Con una sonrisa, el Papa le respondió: "A lui no, ma lei
si". De inmediato se interesó por el destino final de los restos de la esposa del
dictador. cuando Molinari explicó que no sabía dónde estaba el cuerpo de Evita,
intervino Santiago Copello: "¡Cómo! -exclamó- ¿No la enterraron en Martín
García? ¡El Santo Padre se ha ocupado de averiguarlo, y siempre obtiene ese
resultado!".
En efecto, no solo Juan XXIII tenía por cierta esta versión de la historia. Blanca
Duarte, hermana de Eva Perón, asegura a sus íntimos que Arturo Frondizi le confesó el
lugar donde habían enterrado el cuerpo: la isla de Martín García.
Cuando el equipo de PANORAMA reunió la documentación de esta segunda etapa de la
pesquisa, pudo observarse que un amplio grupo de testimonios y evidencias podría probar
que el cuerpo, efectivamente, se trasladó a la isla: si bien no había evidencia en
sentido contrario, había serias dudas sobre la veracidad de esta tesis. Por lo menos, tan
serias como las que hacían tambalear la hipótesis del entierro en Europa.
En una ocasión, uno de los cronistas entregados a esta tarea estuvo a punto de desertar.
"¡Esto es un juego de brujas! -explotó- ¡Parece que hubiera una confabulación
para confundirnos! Lo peor es que mucha gente jura y perjura, de buena fe, que ha
enterrado a Eva Perón. O que sabe dónde está el cadáver. Y todo indica que se
equivocan. Alguien los ha engañado, sin duda... Pero ¿quién? ¿cómo?
INCINERACIÓN
A medida que la investigación se
prolongaba surgían nuevas, evidencias contradictorias. Una comando del movimiento
peronista femenino llamada Graciela -no quiso dar a conocer su apellido- relató a un
cronista de PANORAMA una historia alucinante. Quince meses atrás, esta joven alta, morena
y muy atractiva, fue comisionada para una misión confidencial: averiguar el paradero del
cuerpo de Evita. El relato de Graciela, que está documentado taquigráficamente, deja
pocas dudas sobre su autenticidad: "Mis compañeras -dice- habían ubicado a un alto
oficial de la Marina, que, según todos los indicios, sabía dónde habían enterrado a
Evita, o lo que habían hecho con ella. Mi tarea fue conseguir que ese marino, un hombre
maduro y muy capaz -confieso que, a pesar del abismo político que nos separaba, lo
aprecié como persona- me confiase la verdad. Lo vi durante un año. Nunca hablábamos de
política, pero en una ocasión le pregunté qué habían hecho con los restos de Eva. El
contestó: Quemamos el cuerpo en la Escuela de Mecánica y tiramos las cenizas al Río de
la Plata".
En un primer momento, se sospechó que el testimonio de Graciela solo fuera una fantasía.
Se lo descartó, pero coincidía, singularmente, con algunas fuentes vinculadas a la
Marina de Guerra.
EL JUEGO DE LA NUEZ
Habían sido agotadas todas las
instancias. Cada pista había sido sopesada, y analizada cuidadosamente. Los
investigadores de PANORAMA llegaron hasta el fin.
Toda la documentación se encarpetó. Con una gran coherencia, tres grandes posibilidades
predominaban: entierro en Europa, en Martín García o la incineración.
Las pruebas se acumulaban por igual en estas tres pistas. A la vez, un cuarto grupo
clasificaba evidencias aisladas, versiones que sugerían desenlaces totalmente distintos.
Un grupo de dirigentes de la juventud peronista, por ejemplo, afirma haber entrevistado a
Arturo Frondizi para preguntarle dónde estaba el cadáver de Evita. "Lo quemaron con
ácido -habría respondido el ex presidente- y los huesos fueron sepultados en
Europa". Un diplomático chileno, en cambio, estaba dispuesto a probar que Eva Perón
había sido sepultada en Chile. Para ciertos sectores del Ejército, presuntamente bien
informados, el cuerpo está enterrado en la estancia La Primavera, de los Duarte, en
Monte, al borde del camino principal, sobre la vera oeste de un gran aromo. No faltan, en
los medios responsables, quienes juran que Eva Perón fue sepultada en Campo de Mayo, o en
Monte Grande, o incluso en la Recoleta, en el panteón de los Duarte, donde ha sido
ubicado un misterioso ataúd cuyo tamaño correspondería al cuerpo de una mujer menuda.
El equipo de PANORAMA, como todos los investigadores anteriores, se debatía en este punto
entre las tres hipótesis "mayores" y las teorías aisladas, investigadas todas
minuciosamente. Con respecto a los responsables de la desaparición del cadáver, existía
una confusión parecida. Testigos autorizados aseveran que el general Hector Cabanillas
-por aquel entonces jefe del SIE- tendría en su poder una carpeta oficial con toda la
documentación sobre el caso. En esa carpeta estaría fotocopiado un recibo que el coronel
Moore-Koenig extendió a Alberto Patrón Laplacette, interventor de la CGT, después de
retirar el cuerpo de la central obrera. También constarían los sobres lacrados que Ortiz
y Díaz -los ya citados oficiales del SIE- llevaron a Europa para gestionar el entierro.
Otras fuentes no reparan en el papel cumplido por el huidizo general Cabanillas -se niega
a ser reporteado- en el proceso, y prefieren dirigir su mirada hacia el capitán Francisco
Manrique. Porque dicen recordar con precisión que, a fines de 1956, fue el temperamental
marino quien había recibido de Aramburu la orden de resolver el problema de los restos
mortales de Eva Perón.
Con la documentación enviada por los corresponsales en París, Roma y Nueva York y las
pruebas recogidas por los enviados especiales en Chile y Uruguay, PANORAMA contaba, pues,
con todo el material posible. Fue entonces que se dedujo, a partir de las evidencias, la
estremecedora verdad: aquella montaña de documentos no era sino la prueba de una
gigantesca maniobra, un magistral juego de la nuez y el garbanzo, que engañó al mundo
durante diez años de intriga.
Consta que Arturo Frondizi dio tres versiones diferentes de este enigma. Las tres de buena
fe. Porque, en realidad, ni Frondizi, ni Aramburu, ni ningún otro presidente argentino
han sido informados del destino del cadáver de Eva Perón. Solo se les dijo que había
sido sepultado cristianamente. En el Congreso circuló la idea de interpelar al Poder
Ejecutivo sobre la cuestión, al incorporarse la bancada peronista. Porque tampoco los
legisladores lo saben. Ni siquiera el propio Perón tiene una noción exacta del lugar
donde reposan los restos de su segunda esposa.
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Se arriba así,
racionalmente, a una conclusión que luego será comprobada en los hechos, Eva Perón ha
sido enterrada innumerables veces. Un crecido número de personas cree haberlo hecho. Pero
todas ellas son víctimas de un engaño. Porque alguien creó deliberadamente,
artificialmente, una nube de pistas falsas para ocultar el verdadero destino del cuerpo de
Eva Perón. Por eso, cada vez que las investigaciones parecían llegar a un final sólido,
indicios contradictorios alteraban totalmente el rumbo de la pesquisa.
Al arribar a esta conclusión, la investigación de
PANORAMA cambió, orientándose hacia los hombres claves, los personajes ocultos tras la
cortina de humo. Son cuatro, solo cuatro, los que hasta hoy sabían la verdad, y que, a
través de un cuidadoso plan, lograron frustrar las pesquisas con una superposición de
pistas falsas. Esta última etapa de la investigación no tiene precedentes y solo fue
posible encararla una vez agotadas todas las hipótesis y presunciones que lograron
confundir a la opinión pública mundial.
Esa verdad, la última y esclarecedora verdad sobre el destino final de los restos de Eva
Perón, está contenida en el informe que sigue.
Señorans y Lago: ¿qué hacer?
Juana Larrauri: le pagó a Pedro Ara
Pedro Ara: embalsamó el cadáver
Blanca: la hermana misteriosa
Aramburu, Rojas, Labayru: el antiperonismo fuerte copa la Revolución y comienza el
interrogante angustioso: ¿qué hacer con el cadáver de Evita?
Manrique: una figura clave en el misterio
Un Perón compungido deja la sala mortuoria
Llanto por Evita. Colas interminables serpentearon las aceras para ver a Evita
La cureña fúnebre avanza escoltada por las tropas
sigue
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