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crónicas del siglo pasado

 

un drama olvidado
las huelgas patagónicas de 1920-21

continuación


 


Revistero

 



Recibo que los estancieros extendían a las tropas de represión cuando se les devolvían los caballos recuperados de los huelguistas. Nótese el Argentine en lugar de "Argentina" en el membrete


fardos de lana en la meseta central de Santa Cruz


Casco de una estancia patagónica
(circa 1970)

 

 

El país y el mundo en 1920
Aunque estos hechos no ocurran en el resto del país, la Argentina es, económicamente, una dependencia del imperio británico. La producción está orientada de acuerdo a las necesidades y conveniencias del Reino Unido, que es el principal comprador de nuestros productos agropecuarios y el proveedor inevitable de carbón, tejidos, maquinarias, etc. La guerra mundial termina en noviembre de 1918. La primera revolución proletaria lucha por afirmarse en el poder que acaba de arrebatar a la débil burguesía rusa. Más de 10 millones de muertos abonan los campos de Europa, el hambre es una realidad cotidiana en Rusia, en Alemania, en Austria. Inglaterra mantiene sus fábricas en pie, pero en el Continente hay que comprar máquinas y levantar edificios para recomenzar la producción industrial. Mientras los aliados rehacen el mapa político, barriendo fronteras e inventando países bajo las arañas de cristal de Versailles, muchos hombres, corridos por el hambre y por los recuerdos de la guerra, buscan en América una vida mejor.
Pero el fin de la guerra ha traído también la crisis al país. El trabajo escasea en Buenos Aires, la baja en el precio del ganado y la mecanización de las cosechas cierran el camino hacia la pampa húmeda. Los chacareros, que no pueden cumplir con los altos arriendos, son desalojados y deambulan por los caminos. En la ciudad, el costo de la vida sube casi el 100 por 100 entre 1916 y 1919.
La primera presidencia de Yrigoyen, iniciada en 1916, se ve sacudida por grandes huelgas: las del campo en Santa Fe y Entre Ríos, las ferroviarias, las portuarias. Los conflictos duran meses sin solución, los ánimos se caldean, la desesperación se hace violencia.
Es que el país debe "contribuir" a levantar la nueva prosperidad europea: bajan los precios de los productos agropecuarios que la Argentina vende, suben los de las manufacturas que compramos en el exterior. La diferencia queda en Europa. Y como ese dinero sale de las cajas de los estancieros, los banqueros y los industriales argentinos, serán los peones, los empleados y los obreros los que en realidad "contribuirán" a reponerlo: suben los precios internos, se estancan los salarios, crece la desocupación. En las familias obreras del campo y la ciudad, los ocupados deben mantener a los desocupados. La burguesía mediana, ganadera y comercial, está apretada entre la gran burguesía y el Imperio por un lado, y la clase obrera por el otro. El radicalismo cumple el papel político de la clase que lo llevó al gobierno: enfrenta débilmente a la gran burguesía sin tocar sus fuentes de poder, y, en los momentos de crisis, descarga la represión sobre las clases populares: en 1917, 26 obreros muertos y más de 100 heridos son el resultado de los sucesos de Firmat y del asalto policial del 10 de junio contra una manifestación anarquista en Plaza Once. En 1919, la semana trágica de enero deja cerca de un millar de muertos. En 1921, a la masacre de Gualeguaychú
el 19 de mayo, los sucesos del 25 del mismo mes en Buenos Aires, las sangrientas huelgas de La Forestal, se agregan las deportaciones incesantes de militantes y dirigentes obreros.
La situación en Santa Cruz
Los precios de la lana y de la carne de oveja se duplicaron entre 1914 y 1919. El dinero corría en abundancia en Santa Cruz, pero muchos productores, especulando con una suba continuada, se limitaron a vender lo indispensable y a acumular stock, obteniendo (y gastando) créditos sobre ese stock sobrevaluado.
La prosperidad trajo brazos que no encontraban ocupación en el centro y norte del país, y en las estancias y los frigoríficos recalaron hombres de trabajo recién venidos de Europa. Muchos de ellos habían sido soldados y suboficiales durante la guerra, y traían la experiencia del movimiento obrero organizado en el momento de su mayor auge: en 1917 la revolución social parecía una realidad cercana para la clase europea.
La zafra del verano de 1918 es la última que alcanza altos precios. Todavía 1919 mantiene las esperanzas de los productores, que siguen especulando con la elevación de precios y acumulando stock. Pero en 1920 la caída es vertical. La Unión, el periódico de los estancieros de Gallegos, titula a todo lo ancho de la página, el 19 de agosto de 1919: "Augurios desesperantes para los criadores de ovejunos. Enorme stock existente en los mercados de frutos, cuya cifra alcanza a varios millones de kgs. Precios irrisorios. Falta
absoluta de demanda en los países extranjeros". A esto se agrega la caída del precio de la libra, que se cotizaba en 1918 a 470 pesos las 100 libras, y en 1920 a 400. Es decir, los productores recibían 70 pesos menos por cada 100 libras. Además, la implantación en 1918 de los derechos de Aduana —que hasta ese momento no regían en la Patagonia— produce una brusca elevación del costo de la vida, y el incremento del contrabando, con su secuela de complicidades y corrupción.
La primera huelga: primavera de 1920
En setiembre de 1920 se produce un conflicto en Gallegos. El gobernador interino Correa Falcón prohibe un acto de homenaje a Francisco Ferrer programado por la Sociedad Obrera. Paros, boicot de la Liga de Comerciantes e Industriales a La Gaceta del Sur (que había defendido el derecho de los obreros a realizar el acto), boicot obrero a los comercios de la Liga, ocupan todo el mes de octubre. Allanamientos policiales al local de la Sociedad Obrera, 40 activistas presos, una huelga general, clausura de una imprenta obrera en medio de un tiroteo, culminan con un fallo favorable para los obreros, emitido por el Juez Federal, seguramente respaldado por el Ministerio del Interior.
Pero en el curso del proceso, la S. O. de Gallegos había convocado a representantes de los peones, dando cima así a un trabajo de organización en la campaña iniciado en el otoño anterior. Los delegados del campo, citados entonces para pedirles su apoyo al movimiento de Gallegos, expusieron ante la S.O. las condiciones en que se realizaba el trabajo en las estancias. Esas condiciones, según un informe oficial del Gobernador Iza, eran las siguientes:
"1) Los obreros dormían en número de 8 o más, en cuartuchos de 4x4 y sin calefacción; sin considerar que la temperatura media en invierno es de 18° bajo cero.
"2) Por lecho, cueros de oveja, de los más inservibles. 
"3] No se les pasaba luz.
"4] Comida pésima; por lo general, carne cocida con algunas cebollas. 
"5) Botiquín no existía.
"6) Pagos con vales; moneda argentina y chilena. Cheques a plazos, obligándolos a vender crédito.
"7) No tenían sábado inglés.
"8) Desde o para cualquier punto de su contrato, no se les daba pasajes.
"9) Nadie se responsabilizaba de sus accidentes en el trabajo.
"10) Los víveres que necesitaban los arreaban haciendas, debían pagárselos. 
"11) En cada puesto, segregados del mundo durante las largas nevadas, se destinaba un solo hombre, el que debía costearse los víveres."
Hasta aquí el gobernador. Nosotros podemos agregar que los famosos cuartuchos de 4 por 4 tenían ventanas. Que para que cupieran 8 y más peones, se hacían estantes o tarimas superpuestas, por lo que se los llamaba camarotes. Y que por la noche se acostumbraba a encerrar a los peones, asegurando la puerta desde afuera... Esas condiciones de trabajo se sentían en cada establecimiento como un infierno particular e inconmovible. Pero en la reunión del 21 de octubre de 1920 los delegados del campo tomaron por primera vez conciencia de la existencia de esas condiciones como un sistema que los abarcaba a todos, y de la posibilidad de sumar la fuerza de todos para modificarlo. Así, se redactó un pliego de condiciones, llevado por cada delegado a la estancia donde trabajaba, y que la S. O. de Río Gallegos presentó a la Sociedad Rural. Se planteaba su vigencia a partir del 1° de noviembre, y se declaraba la huelga desde ya en caso de su rechazo por los estancieros, dado que las distancias hacían imposible una nueva reunión.
Antes de la fecha fijada, la Sociedad Rural rechaza el pliego, y la huelga se hace efectiva en todo el Territorio. La Sociedad Rural presenta el 17 de noviembre una contrapropuesta que es más bien una burla: al pie de fórmulas vagas como "mejorar paulatinamente las condiciones de comodidad (¡!) e higiene", faculta a la S. O. a visitar las estancias una vez por mes para entrevistarse con los patrones y tomar nota de las quejas de éstos respecto del personal. Sin embargo, la S. O. presenta un nuevo pliego, reduciendo las condiciones del primero, que también es rechazado. El 28 de noviembre La Prensa de Buenos Aires califica el 2° pliego obrero de "antojadizo e imposible de cumplir", y empieza así una campaña de "noticias", presentando la situación del Territorio como caótica, y las pretensiones de los obreros como fantásticas. Mientras tanto, muchos estancieros pequeños habían firmado el primer pliego. En esos casos, el trabajo se reanudaba. En cambio, los estancieros que se negaban a firmar empezaron a desalojar a los peones en huelga, clausurando los dormitorios y comedores y dejándolos a campo abierto. Así, la peonada se concentra en las estancias que habían firmado o en los hoteles de campo. Al poco tiempo, la policía allana estos refugios, y expulsa a los hoteleros. Empujados por los desalojos —en algunos casos acompañados de palizas, como en toda la zona del Lago Argentino— los peones empiezan a juntarse en grandes grupos que acampan a la intemperie. Y luego, cuando la situación se hace insostenible, se presentan en los establecimientos que no han firmado, y requisan caballos y provisiones, dando en todos los casos vales u órdenes de compra en nombre de la Sociedad Obrera de Oficios Varios de Río Gallegos. Así, van trasladándose constantemente de lugar, alejándose de los pueblos y de los puestos policiales. En Gallegos, la S. O. sigue buscando formas de arreglo —en cada caso rechazadas por la Rural— y apela a la FORA llamada sindicalista o del Xº Congreso pidiendo el bloqueo de la costa. Sebastián Marotta, entonces Secretario General, alude a "enérgicas reclamaciones", y se desentiende del bloqueo. A medida que transcurre diciembre, aumenta la represión policial y los asaltos de la Guardia Blanca (particulares armados que toman por su cuenta la "preservación del orden").

el relato continúa aquí

Varela informa sobre las "depredaciones"
"Puedo asegurar que las notas que en ésa se reciben —aun las que pueda transmitir esta gobernación— son exageradas. Regreso de visitar numerosas estancias de la parte sur del territorio que, según comunicaciones recibidas en ese Ministerio, fueron asaltadas. Ninguna de ellas tiene desperfectos en sus edificios ni en sus materiales de trabajo, excepto la del Sr. Ibón Noya, a quien le fue quemado un galpón de esquila. Las estancias están todas abandonadas por sus administradores y dueños, y muchas de ellas sin personas que las cuiden, no obstante lo cual ninguna ha sido saqueada."
Fragmento de un telegrama del teniente coronel Varela aparecido en "La Prensa", noviembre 21 de 1921, página 8, columna 6, en una información titulada: "Santa Cruz. El Bandolerismo en el territorio. Las fuerzas de línea en acción. Informaciones del jefe militar. Combate en Punta Alta".

El bando del teniente coronel Varela
"Si ustedes aceptan someterse incondicionalmente en este momento, haciéndome entrega de los prisioneros, de todas las caballadas que tengan en su poder, presentándoseme con sus armas, les daré toda clase de garantías para ustedes y sus familias, comprometiéndome a hacerles justicia en las reclamaciones que tuvieran que hacer contra las autoridades, como asimismo arreglar su situación de vida para en adelante, de todos los trabajadores en general.
"Si dentro de 24 horas de recibida por ustedes la presente comunicación no recibo contestación de que ustedes aceptan el sometimiento incondicional de todos los huelguistas levantados en armas en el territorio de Santa Cruz, procederé:
"Primero: A someterlos por la fuerza, ordenando a los oficiales del ejército que mandan las tropas a mis órdenes que los consideren como enemigos del país en que viven;
"Segundo: A hacerlos responsables de la vida de cada una de las personas que en este momento mantienen ustedes por la fuerza en forma de prisioneros, así como también de las desgracias que pudieran ocurrir en la población que ustedes ocupan o que ocuparen en lo sucesivo.
"Tercero: Toda persona que se encuentre con armas en la mano y no cuente con autorización escrita y firmada por el suscrito, será castigado con toda severidad.
"Cuarto: El que dispare un tiro contra la tropa será juzgado donde se lo encuentre.
"Quinto: Si para someterlos se hace necesario el empleo de las armas por parte de la tropa, prevéngoles que una vez iniciado el combate no habrá parlamento ni suspensión de hostilidades."
Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, año 1921, tomo V, sesiones extraordinarias, enero 30 abril 6 de 1922. Sesión de febrero 8 de 1922, páginas 91/92.