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Uno de los proyectos auspiciaba la
adjudicación a una cooperativa o cualquier otro exportador argentino la cuota acordada
por el convenio con los ingleses y, por el otro, solicitaba la designación de una
comisión investigadora para establecer cuál era la situación del comercio de
exportación de carnes argentinas y verificar si los precios que pagaban los frigoríficos
en la Argentina guardaban relación con los de sus ventas al exterior.
Los proyectos pasaron a la Comisión de Agricultura y una semana después un
despacho, informado por el senador Antonio Santamarina, aconsejaba el rechazo del primero
de los proyectos y la aceptación de la comisión investigadora. Al entrar en
consideración este aspecto se produjo una larga polémica entre De la Torre y Duhau sobre
los precios que obtenían los ganaderos australianos por sus haciendas en comparación con
los argentinos.
-Me especialicé con Australia
-agregó el senador santafecino- por tratarse de un país en donde, produciéndose carne
de calidad inferior a la Argentina, los novillos se venden a mejor precio.
-No hagamos discusiones
estériles -replicó el ministro de Agricultura-, pido que se publiquen en el Diario de
Sesiones todos los datos estadísticos que he leído en esta Cámara. No entremos a esa
discusión, porque va a resultar aburrida.
-Sería bueno que se diera la
fotografía de esas páginas en el Diario de Sesiones.
-Si el señor senador lo desea...
Me hace muy poco honor; tenga en cuenta que soy un hombre honesto, que no tengo deudas...
ni hipotecas.
-¡Es una suerte ser rico
heredero!, señor ministro.
El Senado aprobó la
investigación y tres días más tarde su presidente, Robustiano Patrón Costas, designó
como miembros de la comisión, junto con De la Torre a los senadores Laureano Landaburu,
de San Luis y a Carlos Serrey, de Salta, bajo la presidencia del segundo de los nombrados.
BUSCAR POR LOS RINCONES.
La Comisión Investigadora tropezó desde el comienzo con los obstáculos que le oponían
los frigoríficos extranjeros, y durante seis meses debió luchar sin descanso para poder
examinar sus documentos comerciales.
Los peritos contadores designados por la Comisión al presentarse en el
frigorífico Anglo, fueron recibidos por altos funcionarios acompañados por H. Beccar
Varela, abogado de la compañía. Este manifestó claramente que la empresa no
facilitaría en modo alguno el desarrollo de sus actividades, y cuando solicitaron los
cálculos de costos, se les respondió que no tenían oficina que los estableciera,
escamoteándoles elementos claves para la investigación. Cumpliendo con la palabra, los
directivos instalaron a los contadores en una dependencia del frigorífico, comentando
irónicamente que, si necesitaban algo más, "podían buscar lo que les faltara por
el suelo o por los rincones".
Frente a esa postura la Comisión hizo comparecer en el Senado al gerente del
Anglo, Richard Tootell, quien declaró sin ninguna inhibición que la compañía daría la
información que se le pidiera, menos los secretos comerciales y los costos de
producción, negativa por la que fue arrestado de inmediato hasta que facilitara los
elementos contables exigidos.
Simultáneamente el senador Alfredo L. Palacios, denunció que en "un diario
inglés que se publica en la Capital Federal se dice con altanería británica que si la
investigación está de acuerdo con las leyes, es ya tiempo de que empiecen a cambiarse
las leyes". También llevó ante la Comisión a tres obreros, quienes denunciaron que
el frigorífico Anglo había efectuado tres remesas de papeles administrativos a Fray
Bentos (Uruguay) y en seguida cargaron clandestinamente documentos de contabilidad en el
vapor Norman Star, que estaba listo para zarpar hacia Inglaterra. Allanado el barco, se
encontraron en la carbonera libros, planillas de costos y gráficos con precios en más de
veinte cajones rotulados corned beef y cubiertos por bolsas de estiércol.
En esas circunstancias el embajador inglés, mister Chilton, recibió instrucciones
de su gobierno para que se presentara en el ministerio de Relaciones Exteriores y recabara
informes sobre la investigación iniciada por el Senado y los incidentes con los
frigoríficos. Ante el cariz que tomaban los sucesos, lord Vestey, propietario del Anglo,
dio orden a Tootell para que entregara sin condiciones lo que se le solicitara; al mismo
tiempo, remitió una carta al vicepresidente de la República, Julio A. Roca,
recordándole su calidad de enviado principal en la negociación del tratado con
Inglaterra, a la vez que le pedía consideración para su empresa.
La Comisión Investigadora expidió dos despachos. Uno en mayoría, suscripto por
Landaburu y Serrey, por el que se acusaba a los frigoríficos de dominar injustamente la
industria de la carne argentina; se reconocía que los ganaderos argentinos recibían
menos de la mitad del aumento registrado en el valor comercial de la carne y proponía que
los frigoríficos estuvieran sujetos a las penas contempladas en la ley contra los trust.
"A despecho del ataque que lanzaban contra los empresarios de los frigoríficos
-escribe Peter H. Smith en Carne y política en la Argentina- los dos senadores
conservadores finalizaban su informe presentando dos proyectos de ley relativamente
inocuos. En virtud del primero se impondrían estrictas regulaciones contables a los
frigoríficos; por el segundo se pondría la compra de ganado sobre la base de la
producción de ganado".
Por su lado De la Torre, en minoría, presentó un despacho que involucraba 48
puntos de investigación, entre los que se destacaban: el régimen de monopolio en que
actúan los frigoríficos; la evasión del impuesto a los réditos amparados por el
favoritismo del poder Ejecutivo; el ocultamiento de las utilidades reales, simulando
ventas a compañías filiales de distribución; el trato preferencial que los
frigoríficos acordaban a la clientela selecta de vendedores de hacienda, con la adhesión
de los grandes criadores e invernadores y negociación con las divisas. Además, redactó
un proyecto de declaración sobre la necesidad de rectificar varias normas fijadas en el
pacto Roca-Runciman.
La Federación Obrera de la Industria de la Carne (FOIC) colaboró dentro de sus
modestos medios en la denuncia de las maniobras de las empresas, aplaudió las críticas
de Lisandro de la Torre y reclamó la nacionalización de los frigoríficos.
A LA LUZ DE UN CANDIL.
En pleno debate, Lisandro de la Torre se detuvo para hacer el elogio de un colaborador
inapreciable en la investigación de las carnes, por considerar que "ella dependía
en primer término de la competencia y rectitud de los contadores que se designaran".
Como dos eran profesionales no familiarizados con la peculiaridades del negocio de las
carnes, el senador demócrata progresista se dedicó a buscar un tercero verdaderamente
apto para esa labor específica, y lo encontró en Samuel Yasky, contador general del
Frigorífico Municipal.
Entrevistado por Panorama declaró: "Un compañero de tareas, allegado al
doctor De la Torre, me llevó a su domicilio de Esmeralda 22. Sin vueltas me ofreció
integrar la comisión de contadores para la Investigación del Comercio de las Carnes.
Así fue cómo me enfrenté por primera vez con De la Torre y confieso que me sentí un
tanto cohibido al estar en presencia del hombre que era una figura legendaria e histórica
de nuestro país. Sin embargo, a los pocos instantes me sentí cómodo. Me invitó a
sentarme mientras él se paseaba despaciosamente por el living de su casa. Hablaba
pausadamente, como meditando sus palabras y se dirigía a mí cuando deseaba recalcar
algo. Era más bien bajo de estatura, de contextura maciza, cuello corto, rostro noble,
aureolado con su barbita clásica. Siempre bien trajeado con sobria elegancia en todos los
detalles, estaba vestido como si estuviera listo para salir. Nunca lo vi de
entrecasa".
"Quedamos de acuerdo -continúa Yasky- en que por intermedio de la Comisión
formularía el pedido a la Municipalidad de la Capital para que me pusiera a su
disposición como integrante de la comisión de contadores. Acentuó enfáticamente que no
le interesaba sino llegar a la verdad absoluta de las cuestiones motivo de la
investigación, le favorecieran o no. Me pidió que elaborara un plan de investigación
contable a realizar, el cual entregué pocos días después personalmente a De la Torre y
fue aprobado sin modificaciones por la Comisión Investigadora".
"Cuando ya parecían superadas todas las dificultades iniciales, surgió un
hecho inesperado. Por una comunicación telefónica de la secretaría del intendente
Municipal, Mariano de Vedia y Mitre, se me ordenó reintegrarme a mi puesto al día
siguiente bajo apercibimiento de que se tomarían medidas contra mí en caso de no
hacerlo. Comuniqué de inmediato la novedad a De la Torre y por su gestión personal ante
el intendente pude regresar pocos días después a la comisión. Me trasladé entonces a
La Plata, donde me instalé en el frigorífico Swift de Berisso y me aboqué al examen de
la contabilidad y costos. No fue dificultoso establecer que este frigorífico acusaba un
beneficio de más de 91 millones de pesos en los últimos cinco años, con un capital de
45 millones, pero sí lo fue el verificar los costos de industrialización, descubrir los
fraudes en la clasificación de calidades de la hacienda, las evasiones impositivas, la
burla del control de cambios".
"Al mismo tiempo intervine en el examen de los diversos datos obtenidos en el
cargamento de cajones del Norman Star y de los otros frigoríficos a mi cargo. Los
resultados y comprobaciones que se obtuvieron en la investigación alcanzaron eficacia y
éxito debido a la capacidad del doctor De la Torre, que supo sistematizar la información
obtenida, interpretarla cabalmente y ponerla al alcance de la opinión pública,
denunciando con genial sagacidad los puntos escandalosos del verdadero affaire del
comercio de las carnes". |
Arriba: reconstrucción del asesinato. A espaldas de su
víctima, Valdez Cora gatilló cuatro veces su revolver.
Abajo: Lisandro De la Torre.
Arriba: Richard Tootell
Abajo: Bordabehere moribundo
"Concurría asiduamente al domicilio de De la Torre, informándole sobre las
comprobaciones que realizaba, y aunque éste no estaba familiarizado con las complejidades
de la contabilidad de costos de los frigoríficos, captaba sin ninguna dificultad los
intrincados procesos contables y nunca tuve que repetir explicaciones. Trabajar al lado
del doctor De la Torre -concluye Yasky- fue una experiencia inolvidable. Pronto aprendí a
no equivocarme en el menor detalle, porque con su memoria fotográfica descubría la
contradicción más insignificante. Y no toleraba inexactitudes. Era inexorable, exigía
veracidad y precisión. Ninguno de los otros senadores de la Comisión me pidió nunca
dato alguno y se mantuvieron como espectadores del desarrollo de la tarea. Durante toda la
investigación y el debate jamás vi a De la Torre excitado o intranquilo. Iba al Senado
sin cartapacios de papeles ni planillas. Todo lo llevaba en su prodigiosa memoria, con
serenidad pasmosa en medio del fragor del debate".
Los medianos y pequeños ganaderos y el movimiento ruralista del interior del país
no acompañaron a De la Torre en la investigación, a pesar de que serían los primeros
beneficiados de su trabajo. La Sociedad Rural Argentina, formada en gran parte por los
más importantes ganaderos bonaerenses mimados por el monopolio, al responder la encuesta
de la Comisión, dijo que "había que buscar la verdad en forma objetiva,
prescindiendo de las consideraciones ideológicas o políticas". El senador, que
había sido presidente de la Sociedad Rural de Rosario, comentó la respuesta: "Esas
son la luces que la Sociedad Rural Argentina, campeón de la objetividad ganadera, ha
derramado sobre la Comisión Investigadora del Senado en un momento singularmente
importante para la ganadería argentina ¡Para semejante candil... más vale quedarse a
oscuras!".
LOS GAUCHOS MALOS.
En la sesión del 11 de junio de 1935 tuvieron entrada en el Senado los dictámenes de la
mayoría y la minoría, iniciándose así el debate sobre las carnes.
El de la mayoría fue informado por Laureano Landaburu, senador por San Luis, el
que si bien disentía en muchos aspectos con el de la minoría, no dejaba de reconocer las
irregularidades y artimañas que en su beneficio practicaban los frigoríficos.
Una semana después le correspondió hablar a De la Torre. La galería y los palcos
bandejas del recinto se hallaban atestados de público y en medio de un silencio total
dijo su primera frase que era a la vez una grave acusación:
"El despacho que he suscripto descubre un panorama desconsolador. La industria
más genuina del suelo argentino, la ganadería, se encuentra en ruinas, por obra de dos
factores principales: la acción extorsiva de un monopolio extranjero y la complicidad de
un gobierno que unas veces deja hacer y otras lo protege directamente."
Sus revelaciones y cáusticos comentarios arrancaron exclamaciones de la barra y en
una ocasión en la que aplaudió un diputado que presenciaba el debate de pie, próximo a
la banca de Federico Pinedo, nervioso y en voz alta exclamó el ministro: "No se
complique, usted es diputado, deje que aplaudan esos mulatos".
Durante las ocho sesiones que habló el senador santafecino, el ministro de
Hacienda se dedicó a irritarlo con expresiones de menosprecio. De la Torre procuraba
mantenerse sereno para lograr desarrollar todo su alegato, pero en una oportunidad acosado
por las interrupciones de sus colegas le gritó a Landaburu: "¡No me enrede el
debate!". Necesitaba claridad y tranquilidad para exhibir toda la documentación que
había acumulado en los premiosos meses de labor, especialmente gracias a la gestión de
Samuel Yasky. "El favoritismo que dispensa el Poder Ejecutivo a las compañías
frigoríficas llega hasta el extremo de que la Dirección de Réditos no las fiscaliza
-dijo en otra parte de su acusación-. Pagan lo que ellas mismas establecen y defraudan la
renta. El gerente de la Dirección de Réditos, doctor Ernesto Malaccorto, ha sostenido
ante la Comisión Investigadora la corrección del procedimiento, y el ministro de
Hacienda, doctor Pinedo, se ha solidarizado con él. La situación que resulta de los
hechos es realmente asombrosa. La firma Grondona y Cía. con una exportación ínfima (0,7
por ciento de la cuota) ha pagado en 1934 por impuestos a los réditos $24.300; el
frigorífico Anglo, la más poderosa de las compañías extranjeras, que exporta el 20,5
por ciento pagó en el año 1933 por ese concepto $ 3.700".
"¡Ya pagará todo esto el señor senador punto por punto!", gritó
iracundo Pinedo.
"No he oído lo que ha dicho el ministro", replicó socarronamente De la
Torre.
"¡Ya pagará bien caro todas las afirmaciones que ha hecho! -repitió el
ministro de Hacienda-. No vamos a interrumpirlo ahora, pero vamos a contestar todas sus
palabras".
"Si no es más que eso, continúo y espero que conteste".
De la Torre prosiguió denunciando favoritismos con los frigoríficos tolerados por
los ministros de Hacienda y Agricultura, tales como ventajas en la negociación de
cambios, supresión de impuestos, exención de multas y beneficios por la desvalorización
de la moneda derivados del decreto del 28 de noviembre de 1933 auspiciado por Pinedo.
"Estoy aquí para examinar las refutaciones que se intenten y deseo hacerlo con
tranquilidad -dijo al final de su requisitoria-, pero si a falta de explicaciones
encuentro que dos ministros definitivamente juzgados y definitivamente condenados por la
opinión nacional, consideran que un debate de esta naturaleza y de esta trascendencia
puede desviarse hacia el terreno de los gauchos malos, me cuadraré también en ese
terreno, dispuesto a seguirlos adonde quieran ir. No será la primera de esas pruebas que
haya afrontado. Si el espectáculo en ese supuesto resultara desagradable e inferior,
quiero que se sepa quiénes lo provocan y qué clase de Poder Ejecutivo tiene la
Nación". sigue
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