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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El debate de las carnes

"La situación que contemplan estos dos proyectos que hoy presento, es de importancia vital para la producción ganadera argentina —decía Lisandro de la Torre en el Senado el 1° de setiembre de 1934—. Si los ganaderos argentinos pudieran mandar directamente sus carnes a Gran Bretaña, obtendrían altos precios. Pero, el gobierno argentino y el gobierno inglés, de común acuerdo (Pacto Roca-Runciman), no lo permiten: les imponen la exportación por medio de intermediarios, y éstos —los frigoríficos— se quedan con toda la utilidad".
"En ninguna parte del mundo se toleraría una situación semejante. Si en Estados Unidos, en Australia o en África del Sur, empresas extranjeras monopolizaran el comercio de carnes en esta forma, y despojaran a los productores de la mayor parte del fruto de su trabajo, creo, sin temor a exagerar, que verían muy pronto sus establecimientos destruidos. Y en cualquiera de esos países, si un ministro de Agricultura hiciera lo que hace el ministro nacionalista Duhau: entregar a los frigoríficos clandestinamente la cuota que por un tratado internacional estaba destinada a los ganaderos argentinos, y mantener esa situación meses y meses, correría serios peligros personales. Aquí las cosas pasan como en el mejor de los mundos".

Oscar A. Troncoso
Revista Panorama
abril 1971

 

 

 

Uno de los proyectos auspiciaba la adjudicación a una cooperativa o cualquier otro exportador argentino la cuota acordada por el convenio con los ingleses y, por el otro, solicitaba la designación de una comisión investigadora para establecer cuál era la situación del comercio de exportación de carnes argentinas y verificar si los precios que pagaban los frigoríficos en la Argentina guardaban relación con los de sus ventas al exterior.
Los proyectos pasaron a la Comisión de Agricultura y una semana después un despacho, informado por el senador Antonio Santamarina, aconsejaba el rechazo del primero de los proyectos y la aceptación de la comisión investigadora. Al entrar en consideración este aspecto se produjo una larga polémica entre De la Torre y Duhau sobre los precios que obtenían los ganaderos australianos por sus haciendas en comparación con los argentinos.

-Me especialicé con Australia -agregó el senador santafecino- por tratarse de un país en donde, produciéndose carne de calidad inferior a la Argentina, los novillos se venden a mejor precio.

-No hagamos discusiones estériles -replicó el ministro de Agricultura-, pido que se publiquen en el Diario de Sesiones todos los datos estadísticos que he leído en esta Cámara. No entremos a esa discusión, porque va a resultar aburrida.

-Sería bueno que se diera la fotografía de esas páginas en el Diario de Sesiones.

-Si el señor senador lo desea... Me hace muy poco honor; tenga en cuenta que soy un hombre honesto, que no tengo deudas... ni hipotecas.

-¡Es una suerte ser rico heredero!, señor ministro.

El Senado aprobó la investigación y tres días más tarde su presidente, Robustiano Patrón Costas, designó como miembros de la comisión, junto con De la Torre a los senadores Laureano Landaburu, de San Luis y a Carlos Serrey, de Salta, bajo la presidencia del segundo de los nombrados.

BUSCAR POR LOS RINCONES. La Comisión Investigadora tropezó desde el comienzo con los obstáculos que le oponían los frigoríficos extranjeros, y durante seis meses debió luchar sin descanso para poder examinar sus documentos comerciales.
Los peritos contadores designados por la Comisión al presentarse en el frigorífico Anglo, fueron recibidos por altos funcionarios acompañados por H. Beccar Varela, abogado de la compañía. Este manifestó claramente que la empresa no facilitaría en modo alguno el desarrollo de sus actividades, y cuando solicitaron los cálculos de costos, se les respondió que no tenían oficina que los estableciera, escamoteándoles elementos claves para la investigación. Cumpliendo con la palabra, los directivos instalaron a los contadores en una dependencia del frigorífico, comentando irónicamente que, si necesitaban algo más, "podían buscar lo que les faltara por el suelo o por los rincones".
Frente a esa postura la Comisión hizo comparecer en el Senado al gerente del Anglo, Richard Tootell, quien declaró sin ninguna inhibición que la compañía daría la información que se le pidiera, menos los secretos comerciales y los costos de producción, negativa por la que fue arrestado de inmediato hasta que facilitara los elementos contables exigidos.
Simultáneamente el senador Alfredo L. Palacios, denunció que en "un diario inglés que se publica en la Capital Federal se dice con altanería británica que si la investigación está de acuerdo con las leyes, es ya tiempo de que empiecen a cambiarse las leyes". También llevó ante la Comisión a tres obreros, quienes denunciaron que el frigorífico Anglo había efectuado tres remesas de papeles administrativos a Fray Bentos (Uruguay) y en seguida cargaron clandestinamente documentos de contabilidad en el vapor Norman Star, que estaba listo para zarpar hacia Inglaterra. Allanado el barco, se encontraron en la carbonera libros, planillas de costos y gráficos con precios en más de veinte cajones rotulados corned beef y cubiertos por bolsas de estiércol.
En esas circunstancias el embajador inglés, mister Chilton, recibió instrucciones de su gobierno para que se presentara en el ministerio de Relaciones Exteriores y recabara informes sobre la investigación iniciada por el Senado y los incidentes con los frigoríficos. Ante el cariz que tomaban los sucesos, lord Vestey, propietario del Anglo, dio orden a Tootell para que entregara sin condiciones lo que se le solicitara; al mismo tiempo, remitió una carta al vicepresidente de la República, Julio A. Roca, recordándole su calidad de enviado principal en la negociación del tratado con Inglaterra, a la vez que le pedía consideración para su empresa.
La Comisión Investigadora expidió dos despachos. Uno en mayoría, suscripto por Landaburu y Serrey, por el que se acusaba a los frigoríficos de dominar injustamente la industria de la carne argentina; se reconocía que los ganaderos argentinos recibían menos de la mitad del aumento registrado en el valor comercial de la carne y proponía que los frigoríficos estuvieran sujetos a las penas contempladas en la ley contra los trust. "A despecho del ataque que lanzaban contra los empresarios de los frigoríficos -escribe Peter H. Smith en Carne y política en la Argentina- los dos senadores conservadores finalizaban su informe presentando dos proyectos de ley relativamente inocuos. En virtud del primero se impondrían estrictas regulaciones contables a los frigoríficos; por el segundo se pondría la compra de ganado sobre la base de la producción de ganado".
Por su lado De la Torre, en minoría, presentó un despacho que involucraba 48 puntos de investigación, entre los que se destacaban: el régimen de monopolio en que actúan los frigoríficos; la evasión del impuesto a los réditos amparados por el favoritismo del poder Ejecutivo; el ocultamiento de las utilidades reales, simulando ventas a compañías filiales de distribución; el trato preferencial que los frigoríficos acordaban a la clientela selecta de vendedores de hacienda, con la adhesión de los grandes criadores e invernadores y negociación con las divisas. Además, redactó un proyecto de declaración sobre la necesidad de rectificar varias normas fijadas en el pacto Roca-Runciman.
La Federación Obrera de la Industria de la Carne (FOIC) colaboró dentro de sus modestos medios en la denuncia de las maniobras de las empresas, aplaudió las críticas de Lisandro de la Torre y reclamó la nacionalización de los frigoríficos.

A LA LUZ DE UN CANDIL. En pleno debate, Lisandro de la Torre se detuvo para hacer el elogio de un colaborador inapreciable en la investigación de las carnes, por considerar que "ella dependía en primer término de la competencia y rectitud de los contadores que se designaran". Como dos eran profesionales no familiarizados con la peculiaridades del negocio de las carnes, el senador demócrata progresista se dedicó a buscar un tercero verdaderamente apto para esa labor específica, y lo encontró en Samuel Yasky, contador general del Frigorífico Municipal.
Entrevistado por Panorama declaró: "Un compañero de tareas, allegado al doctor De la Torre, me llevó a su domicilio de Esmeralda 22. Sin vueltas me ofreció integrar la comisión de contadores para la Investigación del Comercio de las Carnes. Así fue cómo me enfrenté por primera vez con De la Torre y confieso que me sentí un tanto cohibido al estar en presencia del hombre que era una figura legendaria e histórica de nuestro país. Sin embargo, a los pocos instantes me sentí cómodo. Me invitó a sentarme mientras él se paseaba despaciosamente por el living de su casa. Hablaba pausadamente, como meditando sus palabras y se dirigía a mí cuando deseaba recalcar algo. Era más bien bajo de estatura, de contextura maciza, cuello corto, rostro noble, aureolado con su barbita clásica. Siempre bien trajeado con sobria elegancia en todos los detalles, estaba vestido como si estuviera listo para salir. Nunca lo vi de entrecasa".
"Quedamos de acuerdo -continúa Yasky- en que por intermedio de la Comisión formularía el pedido a la Municipalidad de la Capital para que me pusiera a su disposición como integrante de la comisión de contadores. Acentuó enfáticamente que no le interesaba sino llegar a la verdad absoluta de las cuestiones motivo de la investigación, le favorecieran o no. Me pidió que elaborara un plan de investigación contable a realizar, el cual entregué pocos días después personalmente a De la Torre y fue aprobado sin modificaciones por la Comisión Investigadora".
"Cuando ya parecían superadas todas las dificultades iniciales, surgió un hecho inesperado. Por una comunicación telefónica de la secretaría del intendente Municipal, Mariano de Vedia y Mitre, se me ordenó reintegrarme a mi puesto al día siguiente bajo apercibimiento de que se tomarían medidas contra mí en caso de no hacerlo. Comuniqué de inmediato la novedad a De la Torre y por su gestión personal ante el intendente pude regresar pocos días después a la comisión. Me trasladé entonces a La Plata, donde me instalé en el frigorífico Swift de Berisso y me aboqué al examen de la contabilidad y costos. No fue dificultoso establecer que este frigorífico acusaba un beneficio de más de 91 millones de pesos en los últimos cinco años, con un capital de 45 millones, pero sí lo fue el verificar los costos de industrialización, descubrir los fraudes en la clasificación de calidades de la hacienda, las evasiones impositivas, la burla del control de cambios".
"Al mismo tiempo intervine en el examen de los diversos datos obtenidos en el cargamento de cajones del Norman Star y de los otros frigoríficos a mi cargo. Los resultados y comprobaciones que se obtuvieron en la investigación alcanzaron eficacia y éxito debido a la capacidad del doctor De la Torre, que supo sistematizar la información obtenida, interpretarla cabalmente y ponerla al alcance de la opinión pública, denunciando con genial sagacidad los puntos escandalosos del verdadero affaire del comercio de las carnes".

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Arriba: reconstrucción del asesinato. A espaldas de su víctima, Valdez Cora gatilló cuatro veces su revolver.
Abajo: Lisandro De la Torre.

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Arriba: Richard Tootell
Abajo: Bordabehere moribundo


"Concurría asiduamente al domicilio de De la Torre, informándole sobre las comprobaciones que realizaba, y aunque éste no estaba familiarizado con las complejidades de la contabilidad de costos de los frigoríficos, captaba sin ninguna dificultad los intrincados procesos contables y nunca tuve que repetir explicaciones. Trabajar al lado del doctor De la Torre -concluye Yasky- fue una experiencia inolvidable. Pronto aprendí a no equivocarme en el menor detalle, porque con su memoria fotográfica descubría la contradicción más insignificante. Y no toleraba inexactitudes. Era inexorable, exigía veracidad y precisión. Ninguno de los otros senadores de la Comisión me pidió nunca dato alguno y se mantuvieron como espectadores del desarrollo de la tarea. Durante toda la investigación y el debate jamás vi a De la Torre excitado o intranquilo. Iba al Senado sin cartapacios de papeles ni planillas. Todo lo llevaba en su prodigiosa memoria, con serenidad pasmosa en medio del fragor del debate".
Los medianos y pequeños ganaderos y el movimiento ruralista del interior del país no acompañaron a De la Torre en la investigación, a pesar de que serían los primeros beneficiados de su trabajo. La Sociedad Rural Argentina, formada en gran parte por los más importantes ganaderos bonaerenses mimados por el monopolio, al responder la encuesta de la Comisión, dijo que "había que buscar la verdad en forma objetiva, prescindiendo de las consideraciones ideológicas o políticas". El senador, que había sido presidente de la Sociedad Rural de Rosario, comentó la respuesta: "Esas son la luces que la Sociedad Rural Argentina, campeón de la objetividad ganadera, ha derramado sobre la Comisión Investigadora del Senado en un momento singularmente importante para la ganadería argentina ¡Para semejante candil... más vale quedarse a oscuras!".

LOS GAUCHOS MALOS. En la sesión del 11 de junio de 1935 tuvieron entrada en el Senado los dictámenes de la mayoría y la minoría, iniciándose así el debate sobre las carnes.
El de la mayoría fue informado por Laureano Landaburu, senador por San Luis, el que si bien disentía en muchos aspectos con el de la minoría, no dejaba de reconocer las irregularidades y artimañas que en su beneficio practicaban los frigoríficos.
Una semana después le correspondió hablar a De la Torre. La galería y los palcos bandejas del recinto se hallaban atestados de público y en medio de un silencio total dijo su primera frase que era a la vez una grave acusación:
"El despacho que he suscripto descubre un panorama desconsolador. La industria más genuina del suelo argentino, la ganadería, se encuentra en ruinas, por obra de dos factores principales: la acción extorsiva de un monopolio extranjero y la complicidad de un gobierno que unas veces deja hacer y otras lo protege directamente."
Sus revelaciones y cáusticos comentarios arrancaron exclamaciones de la barra y en una ocasión en la que aplaudió un diputado que presenciaba el debate de pie, próximo a la banca de Federico Pinedo, nervioso y en voz alta exclamó el ministro: "No se complique, usted es diputado, deje que aplaudan esos mulatos".
Durante las ocho sesiones que habló el senador santafecino, el ministro de Hacienda se dedicó a irritarlo con expresiones de menosprecio. De la Torre procuraba mantenerse sereno para lograr desarrollar todo su alegato, pero en una oportunidad acosado por las interrupciones de sus colegas le gritó a Landaburu: "¡No me enrede el debate!". Necesitaba claridad y tranquilidad para exhibir toda la documentación que había acumulado en los premiosos meses de labor, especialmente gracias a la gestión de Samuel Yasky. "El favoritismo que dispensa el Poder Ejecutivo a las compañías frigoríficas llega hasta el extremo de que la Dirección de Réditos no las fiscaliza -dijo en otra parte de su acusación-. Pagan lo que ellas mismas establecen y defraudan la renta. El gerente de la Dirección de Réditos, doctor Ernesto Malaccorto, ha sostenido ante la Comisión Investigadora la corrección del procedimiento, y el ministro de Hacienda, doctor Pinedo, se ha solidarizado con él. La situación que resulta de los hechos es realmente asombrosa. La firma Grondona y Cía. con una exportación ínfima (0,7 por ciento de la cuota) ha pagado en 1934 por impuestos a los réditos $24.300; el frigorífico Anglo, la más poderosa de las compañías extranjeras, que exporta el 20,5 por ciento pagó en el año 1933 por ese concepto $ 3.700".
"¡Ya pagará todo esto el señor senador punto por punto!", gritó iracundo Pinedo.
"No he oído lo que ha dicho el ministro", replicó socarronamente De la Torre.
"¡Ya pagará bien caro todas las afirmaciones que ha hecho! -repitió el ministro de Hacienda-. No vamos a interrumpirlo ahora, pero vamos a contestar todas sus palabras".
"Si no es más que eso, continúo y espero que conteste".
De la Torre prosiguió denunciando favoritismos con los frigoríficos tolerados por los ministros de Hacienda y Agricultura, tales como ventajas en la negociación de cambios, supresión de impuestos, exención de multas y beneficios por la desvalorización de la moneda derivados del decreto del 28 de noviembre de 1933 auspiciado por Pinedo. "Estoy aquí para examinar las refutaciones que se intenten y deseo hacerlo con tranquilidad -dijo al final de su requisitoria-, pero si a falta de explicaciones encuentro que dos ministros definitivamente juzgados y definitivamente condenados por la opinión nacional, consideran que un debate de esta naturaleza y de esta trascendencia puede desviarse hacia el terreno de los gauchos malos, me cuadraré también en ese terreno, dispuesto a seguirlos adonde quieran ir. No será la primera de esas pruebas que haya afrontado. Si el espectáculo en ese supuesto resultara desagradable e inferior, quiero que se sepa quiénes lo provocan y qué clase de Poder Ejecutivo tiene la Nación"
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