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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Escándalo en El Palomar
(continuación)

 

 

La historia de nuestro pueblo
José María Rosa
edición 1987

 

Versiones conspirativas
Aparentemente, las vacilaciones de Ortiz en cuanto al abandono de la neutralidad y los avances militares de Hitler, habrían animado a los sectores nacionalistas del ejército a presionar al gobierno. Así, se alentó la división entre los cuadros de oficiales y se procuró socavar la autoridad del presidente y del general Márquez, en lo que habría sido la preparación de un golpe que no llegaría a concretarse. Según informes extranjeros, cuatro generales conspiraban en la embajada alemana con el propósito de derrocar a Ortiz, suplantándolo por un régimen nazi. Un informe de la embajada norteamericana adjudicaba al general Molina la preparación de un golpe para el día 24 de mayo.
La existencia de la conspiración del mes de mayo —que debía culminar en un golpe— no podría comprobarse fehacientemente. La posibilidad de abandonar la neutralidad había disgustado por igual a civiles y militares, creando inquietud en los cuarteles y desconcierto en la calle. No es imposible que Molina —conspirador inveterado— haya querido aprovechar ese clima para su siempre postergado intento revolucionario. En cambio, no hay motivos para atribuir el clima imperante a las actividades de los grupos nacionalistas ni para complicar a la embajada alemana en la elaboración de esos planes. Es verdad, no obstante, que entre la oficialidad de baja e intermedia jerarquía prevalecían las simpatías progermánicas. La admiración profesional por los éxitos del ejército alemán, la suposición de que la derrota de Inglaterra produciría beneficios económicos a la Argentina y la firme decisión de mantener la neutralidad, alimentaban ese sentimiento. Que no autoriza, sin embargo, a suponer que los militares —aún el mismo Molina— pretendieran instaurar un Estado Totalitario o subordinar el país al dominio alemán.


Castillo (a la derecha de la fotografía) junto a Robustiano Patrón Costa y Rodolfo Moreno

Movilizacion hacia el Congreso con motivo de la renuncia de Ortiz

El canciller argentino Cantilo pronuncia su discurso en la apertura de la VII Conferencia Interameriacana de Lima

 

 

Campañas de prensa
Pero la prensa pro-aliada —en especial el vespertino Crítica— no tardó en agitar el fantasma de la inminente invasión de América Latina por parte de las fuerzas de Hitler. Se desató rápidamente una "psicosis" antinazi: el presidente del Uruguay acuarteló efectivos militares, al tiempo que iniciaba negociaciones con el gobierno norteamericano para la construcción de una base aeronaval en Punta del Este, a fin de "defender" el Río de la Plata. Corrieron versiones de que también la Argentina movilizaría las reservas y desde Washington se enviaron dos cruceros —Quincy y Wichita— con el propósito de resguardar el Atlántico Sur de la amenaza alemana. Un marino norteamericano —el capitán de navío Williams Spears— arribó a Buenos Aires para coordinar con la Armada Argentina el papel que correspondería a ésta en caso de producirse la temida invasión. Más tarde llegarían —con la misma misión— el teniente coronel R.L. Christian y el capitán de navío Brereton.
No está claro si tales misiones militares obedecían a una verdadera psicosis de guerra, o bien si se proponían desatarla. Crítica y otros diarios sensacionalistas del continente publicaban disparatadas versiones, que presentaban a los pacíficos colonos de origen alemán de Santa Catalina como una fuerza militarizada que intentaría apoderarse de San Pablo y Río de Janeiro. Afirmaban que actuarían en forma combinada con otros grupos nazis residentes en Misiones, para apoyar los desembarcos alemanes en el litoral atlántico. Para conjurar ese peligro, clamaban por la ayuda norteamericana.
Otros diarios aliadófilos se mostraban, sin embargo, más cautos; es que la caída de Francia y el retroceso inglés aconsejaban manejarse con prudencia. La Nación, por ejemplo, había amainado en su beligerancia. Si bien mantenía una "moderada simpatía" por los aliados, procuraba mostrarse "ecuánime" y ya no ocultaba los éxitos militares de los alemanes. En el mes de junio de 1940 se fundaba Acción Argentina, integrada por políticos pertenecientes a diferentes sectores: Marcelo T. de Alvear, Federico Pinedo, Nicolás Repetto, Héctor González Iramain, Eduardo Laurencena, Julio Noble y Antonio Santamarina. El manifiesto inicial del grupo daba cuenta de sus objetivos: asegurar "la integridad del territorio argentino, su soberanía política y su independencia económica e instar al gobierno a poner en juego todas sus facultades legales para impedir que se asienten y trabajen impunemente en nuestro país, tendencias que conspiran contra la esencia de nuestra organización constitucional, a cuyo efecto tendrá que adoptar precauciones de orden interno y externo coincidentes con las que proyectan los demás gobiernos de América". Por supuesto que la presunta amenaza contra la "integridad del territorio" provenía del bando alemán. Hacia fines de mayo un buque mercante argentino —el Uruguay— en navegación por el Atlántico, fue atacado y enviado a pique, supuestamente por submarinos alemanes. La inmediata protesta argentina se efectivizó mediante una enérgica nota remitida por el canciller Cantilo a Von Thermann, previa consulta con el embajador norteamericano Norman Armour. Von Thermann respondió que no estaba en conocimiento de los hechos, pero agregando que si el navío agredido había violado la zona de bloqueo —oportunamente comunicada a los Estados neutrales—, su hundimiento estaba perfectamente justificado; lo mismo hacían los aliados con los buques de países neutrales que pretendían comerciar con Alemania. Hacía mención, además, de los ataques a su país por parte de la prensa argentina, de los disparatados rumores sobre fuerzas militarizadas alemanas en Misiones y de la internación de los tripulantes del Graf Spee por solicitud de las embajadas de los aliados. Cantilo consultó con Armour la posible respuesta, pero finalmente se abstuvo de proseguir con las reclamaciones.

El negociado de El Palomar
Desde tiempo atrás se sabía de la quebrantada salud del presidente Ortiz. Sufría de una diabetes avanzada que afectaba también sus riñones (y que había hecho dudar a Justo, al tiempo de decidirse por su candidatura). Muchas veces debía faltar a su despacho por indicación médica, aunque solía presentarse en los actos y ceremonias oficiales. El 22 de junio debía realizarse en Plaza de Mayo el acto conmemorativo del día de la Bandera, Ortiz quiso asistir, pero sufrió un desvanecimiento durante su transcurso. No causó extrañeza que debiera permanecer diez días en la residencia presencial. Pero el 3 de julio se anunció que haría delegación del mando, hasta tanto se restableciera de "los efectos de una congestión renal agravada por un resfrío". Al día siguiente asumía el cargo el vicepresidente, Ramón Castillo.
Ortiz no volvería a asumir. Sin embargo, la prensa no dio demasiada importancia a su alejamiento, que consideró provisorio y atribuyó a la depresión causada por la muerte de su esposa, sucedida pocos meses antes. Pero La realidad era otra: la salud del presidente había desmejorado mucho. La diabetes había afectado seriamente su visión y sufría un desprendimiento de retina que lo obligaba a permanecer en reposo y con los ojos vendados. Esa información no se hizo pública, aunque un parte médico fechado el 23 de julio haría referencia al deterioro de la visión, pronosticando una pronta recuperación.
Pero la verdad circulaba en forma de trascendido: casi privado de la vista, el presidente no podría volver a asumir.
La delegación del mando en Castillo —y la nada desdeñable posibilidad de que tuviese carácter definitivo— alarmaba comprensiblemente a los radicales, a los miembros de Acción Argentina y al ministro de Guerra, Márquez.
Es que el vicepresidente pertenecía a las filas conservadoras y no podía pensarse que continuaría la batalla contra el fraude empezada por Ortiz. Además, aunque no pudiera calificárselo con certeza de germanófilo, tampoco parecía preocuparle el "peligro nazi"; eso bastaba para que lo fuera a los ojos de muchos.
El general Márquez, por su parte, podía temer el desmantelamiento de la estructura de poder cuidadosamente armada dentro del ejército. Eso, sin contar que estaba implicado en una oscura cuestión que era objeto de investigación en el Senado.
Viendo que se desmoronaban sus esperanzas políticas, los radicales no tardaron en ponerse al habla con Márquez. Se trataba de prestarle apoyo en un golpe de Estado que desplazaría a Castillo y convocaría a elecciones a la brevedad. A principios del mes de julio el diputado Damonte Taborda entrevistó al embajador norteamericano Norman Armour, para advertirle que si Castillo se afianzaba en la presidencia no tardaría en organizar un nuevo ministerio con colaboradores como Sánchez Sorondo o el general Molina, además de volcar a la Argentina en favor del Eje. Le explicó que el general Márquez se disponía a encabezar una revolución que expulsara al vicepresidente, para lo cual era deseable una expresión de confianza de los Estados Unidos. Armour nada hizo, tal vez porque no quiso comprometer a su gobierno careciendo de instrucciones.
Pero Castillo no estaba aún en condiciones de llevar adelante una política propia. La gravedad del estado de Ortiz no estaba confirmada oficialmente. No había sino una simple delegación del mando y el vicepresidente estaba obligado a manejarse con el gabinete existente y despachar los asuntos urgentes, hasta que Ortiz regresara o se admitiera formalmente que ya no lo haría.
Castillo era un personaje singular en el corrupto e irrespirable ambiente político de la década infame: era abogado pero carecía de vínculos profesionales con capitales ingleses o norteamericanos. Tenía —al decir de José Luis Torres— "la hermosa condición de la austeridad", un firme patriotismo y una clara conciencia de sus deberes. A lo que unía una enérgica voluntad —casi rayana en la obstinación— que disimulaba su extrema cortesía. Había sido juez y profesor, tenía el físico menudo y la voz queda, pero no se dejaría manejar y se desenvolvería dignamente en un período particularmente difícil. A poco de asumir, Castillo debió presidir la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas. Entre la creciente ingerencia de los Estados Unidos en los asuntos hemisféricos y la influencia de los éxitos militares alemanes, supo expresar la posición neutralista de la Argentina en los términos en que la entendía la mayoría de la oficialidad: "En nada hemos influido sobre los motivos determinantes de la guerra y, por lo tanto, nuestra neutralidad, proclamada oportunamente, debe ser sostenida con toda decisión".

La ofensiva norteamericana
Ante el cariz que tomaba la guerra, Estados Unidos decidió convocar a una nueva reunión de cancilleres. Cordell Hull la citó en La Habana, para el día 21 de julio. El tema principal a tratarse debía ser el destino de las colonias americanas de los países europeos ocupados por Alemania: Francia, Holanda y Dinamarca. Como Cantilo no deseaba concurrir —acaso para eludir responsabilidades, habida cuenta de la opinión desfavorable a los Estados Unidos que crecía en las Fuerzas Armadas—, el presidente Ortiz —todavía en ejercicio— designó a Melo para representar a la Argentina.
Mientras el representante estaba en viaje, el gobierno fue traspasado a Castillo. Aunque Cantilo seguía a cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores, la nueva situación condicionaba el desempeño de Melo. Sucedió que el mismo representante argentino que tanto espíritu de colaboración había evidenciado ante Summer Welles en Panamá, apareció en La Habana encarnando la tradicional postura de oposición a los Estados Unidos.
Si bien la oposición no trascendió el plano verbal, fue suficiente para causar la ira del temperamental Cordell Hull. El Secretario de Estado recelaba de la posibilidad de que Alemania comprara el apoyo de algunos países de América Latina, ofreciéndoles las colonias de las naciones europeas ocupadas "a cambio de un vasallaje político y económico y así rompiera la solidaridad panamericana". Preveía que ese proceder pudiera extenderse a las colonias británicas en el caso de que Inglaterra cayera en poder de Hitler, y la Argentina se volcara en favor de Alemania si se le devolvían las Malvinas.
Melo desdeñaba esos argumentos, respondiendo que no podría haber transferencias de colonias puesto que la flota británica mantenía a los alemanes lejos del hemisferio. Esto desarmaba la recurrente tesis de Hull sobre la amenaza nazi. El Secretario de Estado proponía un fideicomiso de las colonias —que no significaría sino su apropiación por los Estados Unidos— y Melo replicaba que "una asunción de soberanía de territorios de potencias extranjeras era un acto de guerra, y en el caso de la Argentina la guerra no podía ser declarada sino por el Congreso". La discusión se prolongaba tanto, que el New York Times llegó a comentar que el resto de los delegados se quejaban de que la Conferencia se había convertido en una reunión argentino-norteamericana y ponían en duda la utilidad de sus presencias. Harto de la "rebeldía" argentina, Hull acabó por agregar una variante en la Declaración de Asistencia Recíproca —la Declaración XV, que consideraba como agresión a toda América la que se llevara a cabo en perjuicio de uno de los Estados participantes—. Por esa modificación Estados Unidos hacía reserva del derecho a suscribir acuerdos bilaterales "de cooperación defensiva y asistencia" con los países de América Latina.
Pero Melo seguía alegando sus instrucciones —o la falta de ellas— para retacear su firma a cualquier acuerdo que atara a la Argentina al destino de los Estados Unidos. Hull decidió "cortar por lo sano". Como lo hiciera en Lima, solicitó una comunicación telefónica con la residencia del presidente Ortiz, para que éste ordenara a Melo —por medio del Canciller— cesar en su oposición.
Así fue, pero Melo logró que se modificaran algunos términos de la redacción: no se hablaría de fideicomiso, sino de "administración provisoria" de las colonias de los países ocupados. En cambio, no pudo cambiar nada en los acuerdos bilaterales, ni tampoco en la Declaración XV. (última parte aquí)

 

 

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