Revista Gente y la Actualidad
16.05.1974
DETRAS DE LA ESCENA
El domingo por la noche teníamos la boca amarga y los puños
apretados. Habían matado a balazos al padre Carlos Mugica.
Los adjetivos se nos acaban. ¿Hasta cuándo, hasta cuándo
esta locura de muerte? Mientras tanto, otro adiós nos
pesaba: se había muerto Fidel Pintos, uno de esos hombres
puros, limpios, que han nacido para estar siempre y no para
desaparecer, y habíamos palpado una calle que lo lloraba.
Frente a esos hechos estaba lo otro: la revista, el número
que había que cerrar, el equilibrio de ese número. Una
rápida ojeada a los sucesos del fin de semana nos dio la
pauta de que este número era "negro", denso, dramático. Pero
no nos importó. No era la primera vez ni sería la última que
sacrificábamos el equilibrio, la prolijidad profesional,
todos esos preceptos que sirven hasta que dejan de servir.
Adelante teníamos la realidad insoslayable de un asesinato
absurdo y de la muerte de un amigo querido. Estábamos
viviendo los dos hechos en la piel. Y así, con ese espíritu,
hicimos la revista. A la hora del puñetazo sobre la mesa —o
de la lágrima— el oficio no sirve para nada. Y es mejor así.
Ya sobre el cierre recibíamos también la nota de Néstor
Barreiro y Antonio Legarreta desde Checoslovaquia. Ellos
seguían a bordo del charter, "pegados" a la misión
argentina, a los países socialistas, que preside el ministro
Gelbard. Los envidiamos, sobre todo cuando revelamos las
fotos que muestran a ese grupo de argentinos paseando por
las calles de Moscú, con fondo de cúpulas cinematográficas,
o por el empedrado medieval de Praga, gris y luminoso. Los
envidiamos por eso, pero también porque tuvieron el
privilegio de ser testigos de una misión cumplida, de un
éxito que nos hace muy bien a todos y que necesitamos mucho.
Mientras tanto, en Mendoza, en Buenos Aires y en La Plata,
Renée Sallas y el fotógrafo Héctor Maffuche vivían una
experiencia también única: se les había encomendado seguir a
Ricardo Balbín a lo largo de las 48 horas de los comicios
internos del radicalismo. Al volver, Renée nos dejó este
testimonio: "Conocí a un Balbín único, diferente, increíble.
Un líder, pero al mismo tiempo un hombre lleno de ternura,
de timidez, de simpatía. Nunca creí que de esa cara seria de
político serio pudiera brotar de pronto tanta risa, tanto
humor, tanta calidez. Descubrí a un hombre de muchos, años,
pero joven y renovado. A un ser humano fiel a sus ideas e
incansable en la lucha por esas ideas. Y, además, a alguien
decidor e intuitivo como pocos. Me gustaría mucho poder
estar en la interminable lista de sus amigos. Si me toca
salir en «Detrás de la Escena» quiero que repitan esto. Y
que terminen así: «Gracias, doctor. . .»
Hasta la próxima.
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