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Siete Días Ilustrados

Revista Siete Días Ilustrados
23.09.1974

carta
El periodismo se vuelve un oficio especialmente ingrato cuando las noticias más espectaculares son, al mismo tiempo, las más espeluznantes. Quienes somos directos responsables de Siete Días dimos cuenta muchas veces de nuestras ansiedades en favor de una Argentina sana y fuerte, cimentada por la vocación de grandeza y por el absoluto respeto a la condición humana. Sin adulonería ni servilismos, sin incurrir en posturas sectarias, no hemos escatimado esfuerzos para ofrecer el testimonio fiel de hechos (a veces cruentos) que constituían la expresión de un pueblo en la búsqueda tenaz de sus ideales. Siete Días dedicó una edición extra al primer retorno de Perón, en noviembre del 72, e inauguró su serie de Documentos para que el país y el mundo guardaran constancia fidedigna de la trascendencia de su muerte. Hemos concebido un número especial (el 372) para reflejar cómo se forja la Argentina Potencia, que es el más caro anhelo de las mayorías antes que una consigna oficial. No pasa semana -es rutina- sin que la revista trasmita declaraciones exclusivas de las personalidades más contrapuestas, las que mejor reflejan el espectro político y social del país: no somos demasiado amables ni adictos a la distracción cuando tratamos las cuestiones que más importan y comprometen la suerte nacional. Esa actitud sirvió para que Siete Días sea una garantía de ecuanimidad que los lectores se han habituado a reconocer. Tales atributos inducen, finalmente, a esta reflexión: enemigos del sensacionalismo bastardo, de la violencia irracional, ciega e indiscriminada, de los fanatismos alevosos, nuestro silencio ante cualquier forma de barbarie debe interpretarse como una forma del estupor, como el corolario de nuestra inmensa tristeza.
EL DIRECTOR

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