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Revista Siete Días Ilustrados
24.01.1972
EN ESTE NUMERO
La semana pasada, las arenas calientes de tres balnearios —Mar del
Plata, Villa Gesell y Punta del Este— quemaron los pies de unos
cuantos hombres de SIETE DIAS: un sufrimiento que ellos, como
buenos profesionales, arrostran con cierto placer. Es que la vida
de playa, inclusive para quienes deben escrutarla en función de
periodistas, ofrece notorias gratificaciones. Lejos de un
abrumador jefe je redacción y eximidos de los rigores de un
director en verano, están en condiciones de darse un buen chapuzón
a eso de las 3 de la tarde, cuando en Buenos Aires la baja de
tensión eléctrica (y otros meteoros) desalientan a los
acondicionadores de aire y encienden el stress. Aun así, los
enviados playeros no tardan en soportar una carga acaso más pesada
que la que suelen prodigarle sus jefes: es que ahora, más que
nunca, son jefes de sí mismos, deben asumir una responsabilidad
que habitualmente les excede y que pueden delegar. En suma, la
playa les calienta la planta de los pies, pero también los foguea
en el ejercicio del periodismo (y como si esa tortura no bastara,
está comprobado que no hay cosa peor que trabajar en donde todo el
mundo se divierte y descansa). Desde la página 10, hasta la 20,
los frutos de tanto denuedo.
• A partir de la 42, con tres páginas a todo color, abre el más
completo documento gráfico sobre una aventura fuera de serie: el
intento por alcanzar la cumbre del Everest, hecho por escaladores
argentinos. Sus protagonistas relataron la peripecia al
prosecretario Jorge Madrazo, y le ofrecieron una primicia: la
fecha en que los montañistas reiterarán el desafío.
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