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AÑO IX • Nº 438 • BUENOS AIRES, JUNIO 22, 1971
Al cabo de una carrera política tan silenciosa como brillante, Arturo Mor Roig se vio prácticamente forzado. Sabía que el Ministerio se parecía bastante a una trampa, pero lo aceptó. Hoy, las contradicciones básicas de este campeón de la civilidad al servicio de un Gobierno castrense súbitamente endurecido, amenazan con hacer crisis. Radical vergonzante, receloso y recelado interlocutor del peronismo, partidócrata a los ojos militares, el público se pregunta si el Ministro conduce sus peligrosas relaciones, o si en verdad es conducido por ellas (página 10).
Cuando viajan Paladino y Rucci, el centro de gravedad del país se desplaza hacia afuera. Legiones de argentinos, desde el izquierdista Jesús Porto hasta el occidental y cristiano Mario Amadeo, se volcaron simultáneamente en Madrid, ansiosos por disputarse los minutos del sonriente Juan Perón. Tampoco Primera Plana quiso estar ausente: de la mano del redactor Pedro Olgo Ochoa, se puede ir a Puerta de Hierro, desde la página 14.
El último martes, la sorpresa cubrió al mundo: el Gobierno de los Estados Unidos violaba una tradición, destruía un principio; The New York Times debió resignarse a esconder parte de un informe militar. Eran las revelaciones del nacimiento de la guerra en Vietnam, en 1965; la admisión de haber fraguado un incidente para iniciar el conflicto. Pero el documento tenía otros efectos: se elevaba la estatura de Richard Nixon, disminuía la del Partido Demócrata. Quizás esto careciera de valor, si el año próximo no hubiese elecciones generales (página 54).
A los 56 años se cortó las venas en un hotel de Palermo; era el gesto desesperado, orgulloso, de un hombre que hizo de la literatura su apuesta suprema. El tiempo, inútilmente, le devolvería esa gloria, legítima, que él buscó en vida. A más de medio siglo de su publicación francesa, las librerías de Buenos Aires reciben 'Locus Solus' en castellano: Raymond Roussel prueba no sólo que es una de las pocas genialidades de este siglo: frente a su libro, buena parte de la producción contemporánea es absolutamente prescindible (página 34).
Recurso milenario, pastiche exótico, motivo de burla, la acupuntura recogía, al menos, el curioso recuerdo de los occidentales. Cuando regresaron a los Estados Unidos, desde Pekín y Wuhan, los científicos Arthur Galston, de Yale, y Ethan Signer, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, se sorprendían de lo que ellos mismos estaban relatando: sus comprobaciones, el increíble acto de dos operaciones sin anestesia, en la muy evolucionada medicina china. Los testimonios nacen en la página 42.
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