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AÑO IX • Nº443 • BUENOS AIRES, JULIO 27, 1971
Está claro que la visita de Richard Nixon a la China de Mao Tsé-Tung habrá de cambiar el mapa. Son dos hombres capaces de amputar montañas, dividir mares, alterar la nacionalidad de los pueblos. El mundo espera que sean capaces, también, de cerrar la sangría de una guerra. Nixon volará a Pekín, luego de futuros devaneos, para reconstruir una imagen enterrada en Vietnam. Aunque resulte paradójico, su enemigo de antaño —también de hoy— es una de las dos manos, la que está más a la izquierda, que lo puede sacar del fango. La página 54 dice si podrá hacerlo.
Al enfermarse, Lanusse no pudo acelerar consultas y establecer, por fin, la fecha electoral. Esta, empero, parecía la salida óptima frente a un clima político que el asesinato del mercadólogo Maestre y el secuestro de su mujer habían creado en el país. Mientras menudean explicaciones confusas, la opinión pública tiembla ante la eventualidad de una escalada de la violencia por ambas manos. Moraleja: felizmente, en eso la Argentina no es Brasil (página 10).
Al cerrar todas las compuertas, al clausurar todos los caminos, al levantar los puentes, después de la muerte, aparece un movimiento negro, soberbio, lúcido, violento: los Black Panthers. No nacen del lodo, tampoco vienen del cielo; sus hombres, aunque algunos no lo parecen, son como todos, seres humanos. Nunca les permitieron hablar; ahora gritan, obsesivamente obligan a que el blanco los escuche. Una parte de ese grito, quizá lo más completo que se ha publicado en la Argentina sobre el movimiento negro, comienza en la página 30.
El viernes próximo, con un ritual emocionante, en el que figura un juramento solemnemente puro, y que muchos defraudarán, los VI Juegos Panamericanos se abrirán en Cali, Colombia. El amateurismo, una entelequia, está destinado a la nueva burla. Pero, deportivamente, la competición promete superaciones, hasta algunos records mundiales. No es poca cosa, y Luis Carlos Spinelli, de Primera Plana, allí estará. Sus estimaciones, un análisis fundamentado, anticipan lo que vendrá; en la página 62.
Es una bellísima, calma, soleada isla en el archipiélago de Las Baleares. A Ibiza la hacía arder un sol continuo, pacífico. Allí confluyeron extranjeros con sed de calma. Hasta que un hippie hizo escala allí. Algunos beatniks la habían hollado, pero esto de ahora tiene distinto sabor, y ácido. Como el aroma de la droga, ese juguete del que no se desprenden los freaks. E Ibiza es in, aunque su gente ya pena por quedar out. Hay quienes no están totalmente de acuerdo. Unos y otros lo dicen en la página 22.
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