AÑO IX • Nº 451 • BUENOS AIRES, SETIEMBRE 21, 1971
CARTA AL LECTOR
Ya no importaban motivos ni culpables. Los que debían soportar las angustias de la crisis económica —obreros y empresarios, ejecutivos y amas de casa— clamaban por soluciones. Algo que el Gobierno no lograba alcanzar.
Los responsables del proceso pretendían superarlo con el artilugio de siempre: apuntar sobre el Presidente.
Lanusse percibió la tensión insostenible y —pragmático— le salió al cruce. Adelantó el anuncio del calendario electoral en 25 días. Cuando las versiones arribaban al climax, flanqueado por sus colegas de Junta, ofrendó la fecha.
Mientras la Argentina deja la Alianza para el Progreso, a orillas del Potomac se consumaba el homenaje a su romántico inspirador. A una de las funciones inaugurales del JFK Center for de Performing Arts asistió, como Presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, quién, ocho años atrás representaba un pasado que, justamente, Kennedy intentara trascender.
Rescatar a quienes acabaron anónimos, es una trampa absurda que la historia suele tender al artista. Los honores póstumos, es cierto, no consuelan a los muertos, pero en el fondo del más grande fracaso permiten alentar la esperanza de un reconocimiento final.
Aquellos que se preocupan por otros problemas, los ajedrecistas, podrán disfrutar, en Buenos Aires, las alternativas de un encuentro formidable: Robert James Bobby Fischer contra Tigram Petrosian. Uno de ellos será el desafiante del campeón mundial, Boris Spassky.
En Attica, se movieron otras piezas, separadas también por el color. Allí, los ganadores son siempre los mismos, aunque esta vez el rey blanco resultó jaqueado, al menos en la conciencia de los justos.
Hasta el martes próximo. El Director.
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