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AÑO X • Nº 481 • BUENOS AIRES, ABRIL 18, 1972
CARTA AL LECTOR
Basta de eufemismos, recalcó el Presidente en la última reunión que convocara el trágico 10 de abril. Y no se equivocó. El país entero clamaría por los acontecimientos. No pudo ser de otro modo. ¿A quién puede satisfacerle la violencia? ¿Quién se alegra frente al crimen?
Son horas de definiciones, intuyó el Gobierno, para exigirlas a los partidos políticos, la cgt, los empresarios, la prensa.
Nadie eludió el desafío, y en pocas horas cientos de declaraciones ratificaron que los argentinos repudiamos toda violencia, toda injusticia y toda opresión. Faltó, empero, explicar las causas de aquélla, lo que es tan necesario como condenarla.
Lanusse percibió enseguida que no sólo la sangre militar enlutaba al pueblo, y sumó, a las víctimas castrenses, los mártires populares. Ya es realmente muy larga la lista de sacrificios ofrendados por el desencuentro nacional.
Son horas de definiciones; es cierto. Nosotros ya dimos las nuestras condenando, sin retaceos, el crimen que repugna nuestra conciencia cristiana.
Faltan ahora otras concreciones, aquellas que hagan más verosímil el ansiado camino de la institucionalización. Único para evitar el caos.
Falta la ley electoral, la convocatoria a elecciones, una definición clara sobre las candidaturas. Una política económica compatible con la paz social que reclama el proceso.
El pueblo se ha definido; no quiere la violencia y desea, unánime, la pacífica vía electoral. Hoy ya no alcanza, en cambio, ese bosquejo de calendario comicial para provocar su confianza. Son horas de definiciones.
Hasta el martes próximo. El Director.
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