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-¿ Pero usted, Meneses, admite
ser un policía matón, coimero y mujeriego?
-¿Eso dicen de mí? ¿Y usted lo cree?
A pesar de la publicidad que tuvo
su actuación policial, la personalidad del "pardo" Meneses (como lo apoda el
hampa) es discutida. Dos leyendas se disputan su fama. La de los incrédulos, que le
cargan el sanbenito de coimero y matón, atribuido en ciertos ambientes a todos los
policías; y la de los amigos, vecinos y centenares de admiradores, que lo aclaman como un
héroe y repiten lo que testimonian todavía con orgullo los ex miembros de la brigada de
Robos y Hurtos; "Cuando había que echar abajo la puerta de un rancho el primero en
poner el hombro era Meneses. Después adentro, nunca tiró primero. Hay que ver lo que es
esperar parado, ante el hueco de una puerta."
Los herederos de Rocambole
Para convencer a los incrédulos
y lisonjear la vanidad de sus "hinchas",. Meneses escribió los relatos de sus
aventuras policiales y decidió publicarlos. El libro, con el titulo de "Meneses
contra el hampa" (un hampa real que se asocia más a las novelas de Rocambole que a
las policiales del siglo XX) apareció impreso con una biografía firmada por Iderla
Anzoategui. Agotada la primera edición y lanzada la segunda, el libro se vio envuelto en
un pleito por el usufructo de los derechos de autor. "En el libro está todo lo que
Meneses me contó -admite Iderla Anzoategui-. Pero yo no puedo hablar. Llámelo al doctor
Silvio Frondizi. El tiene en sus manos el juicio contra Meneses".

Silvio Frondizi
En su despacho de la calle
Corrientes al 1300, en los altos de La Armonía, Silvio Frondizi entreabre la puerta con
un gesto de bonhomía. "¿Una entrevista con PANORAMA? Sí, como no", Al iniciar
el diálogo las cejas le asoman por encima de los gruesos anteojos, delatando un.gesto de
contrariedad. "Ah, es por Meneses", murmura. Sin agregar palabra, revuelve los
papeles del escritorio y muestra un abultado curriculum vitae. "¿ Le parece que yo
puedo hablar de Meneses? ¿Por qué no me hace un reportaje sobre política? Estoy por
publicar un libro sobre la influencia del marxismo en el catolicismo. Le aseguro que va a
causar sensación". Se arrellana en su asiento. De espaldas a la biblioteca de viejos
mamotretos jurídicos, su figura remeda curiosamente a la de Fausto en el gabinete de
Wittemberg. Su voz es clara, impaciente. "¿Meneses? Lo vi una sola vez. Hablamos
unos minutos y se despidió. Creo que ha pasado a disponibilidad. Usted sabe lo que ocurre
con los militares y policías que están en esa situación. No creo que sea correcto
caerle encima..."
Meneses, sin ocultar su preocupación por el asunto Anzoategui, agita con insistencia las
fotocopias de algunos diarios del interior donde había publicado los relatos mucho antes
de incluirlos en el libro. "Puede cotejarlos. La transcripción es textual. Ella solo
intercaló suspiros, lágrimas y otras boberías de mujer. Tuve que rehacer todas las
pruebas de imprenta para borrarlos". La prueba Judicial no le basta. Toma de su
biblioteca un libro de poemas de Iderla Anzoategui y después de citar algunos de sus
versos los desmenuza con el ensañamiento de un profesor de preceptiva. "Cuando
venía por el Departamento yo sospechaba algo raro. Pero entonces no tenia tiempo para
nada. No podía dejar a los chorros en libertad y ocuparme de ella y del libro".
La "boleta"
En la legislación argentina no
existe la pena de muerte, pero en la jerga del hampa "la boleta" (muerte en un
tiroteo) equivale a la horca. Contra ella no hay argucias legales. Solo rige la habilidad
para el gatillo. La resonancia de éxito que tuvo Meneses en los procedimientos contra los
delincuentes más temibles de la última década lo asoció, en la imaginación popular,
al policía que confiaba más en el cañón de la 45 que en los jueces.
Meneses cuenta en su haber, como todo policía de acción, con varias
"boletas". Pero no tantas como le atribuyen. Los hombres que actuaron a su lado,
en la brigada de Robos y Hurtos, recuerdan su consigna: "No lo maten, no lo
maten", repetida aun en ocasiones en que peligraba su vida. "El muerto no habla
-explicaba-. La boleta aumenta el número de delitos impunes". Si se creyera en la
estadística de los policías memoriosos, Meneses seria el jefe de Robos y Hurtos que ha
hecho menos boletas durante su actuación.
Por ejemplo, José María Hidalgo, el asesino que "se la había jurado",
se curó del asma a causa de un tiroteo en las afueras de La Plata. Cuando dejó de
resistirse, con varios plomos en el cuerpo, se encomendó a Meneses: el "pardo"
atendió sus súplicas y lo cargó por un lodazal de 30 cuadras. Hidalgo se salvó, se
evadió de la cárcel y se fugó a Brasil, donde ahora cumple una condena por asesinar a
tres policías.
Otro caso: En San Justo, el pibe Pedro P. (15 años) se entregó con los brazos en
alto, encaramado en un gallinero, después de un tiroteo de 35 minutos a 100 kilómetros
por hora, durante el cual había caído herido el cabo Pinos. Meneses, al grito de
"No lo maten", le ajustó las esposas y se lo llevó. Cuando lo hizo comparecer,
el pibe esperaba "la biaba", pero la venganza de Meneses era descubrir a sus
cómplices. Le ofreció café y cigarrillos. Y el pibe cantó.
El loco Prieto (que murió hace poco, envuelto en llamas, en el penal de Devoto)
nunca olvidó la afrenta de Meneses. El loco estaba cenando en la cantina de Paraguay y
Ecuador. Meneses le había descubierto el "aguantadero" (domicilio secreto) y no
le perdía pisada. Entró al restaurante, dio un rodeo y se sentó a su lado.
-¿Cómo te va? -lo saludó
poniéndole una mano en la espalda.
-No. Jefecíto. Perdóneme -exclamó el delincuente mirando al "pardo"
con los ojos desencajados.
-Estás en cana.
"Ninguno de los que estaban
en la cantina se dio cuenta que lo detuve - recuerda Meneses-. Lo senté atrás, y empezó
a lloriquear. Le vendé los ojos para impresionarlo y me entregó diez coches robados.
Confesó un homicidio y varios asaltos". |


Villarino, detenido por el Comisario Meneses fue el último ídolo del hampa

El loco Prieto antes de ingresar al penal donde lo esperaba la muerte

La carbonera del barrio sonríe halagada: "Nunca deja de saludarme cuando pasa"

"¿Sospechosos? No, este es un barrio tranquilo", dice el almacenero Fernández

La vecina Beatriz odia el Bajo Flores. Pero se consuela: "Aquí vive
Meneses"

"Paga al contado sin regatear. Siempre el mismo corte", dice Russin, el
sastre
(sigue)
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