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dos pequeñas crónicas de 1972

 

Revistero de rock

 

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MÚSICA
Y SIN EMBARGO HAY SOL
A comienzos de 1965, la música pop en castellano irrumpe gracias a un conjunto rosarino: Los gatos salvajes. La aparición trae una secuela y Los beatniks —quienes plantean, infructuosamente, una temática agresiva— suceden a los rosarinos, quienes, después de un año de disolución, ya son solamente Los gatos (sólo un par de integrantes quedó de la formación original). Luego de deambular bastante, el conjunto graba su primer disco: La balsa y Ayer nomás; sin apoyo publicitario, casi sin confianza, la grabadora observa que el fenómeno pop nace en la Argentina.
El empuje promueve el lanzamiento de una variedad de pilosos ejecutantes; casi todos son entusiastas, apenas si trascienden: Los Shimmys, Los Tauros y Sam y Dan. Al mismo tiempo, corre 1968, se produce un hecho importante: al nacer, los conjuntos brindan buena música, elementos positivos que, por culpa del comercio, luego se prostituyen. Así desaparecen Los Tauros y 7ª brigada. Los abuelos de la nada (conducidos por un solista de personalísimo estilo, Miguel Abuelo) surgen publicitados por la grabadora cbs; sin embargo, al no tener resonancia, son borrados del mapa. De cualquier manera, dejan un simple que merece recordarse: Diana divaga y Tema en flu sobre el planeta; esa muestra de talento se agrega a las pocas luces que pueden aportar Los gatos, el grupo más difundido.
La insistencia en el castellano obliga a que tres conjuntos —Kano y los bull-dogs, Los walkers y Los in—, abandonen su tambaleante inglés; sólo Los in —donde talla Francis Smith— ofrecen algo interesante, pero son los que menos triunfan. El año se completa con nuevas variantes musicales —Los poetas, Clase 49 ,y ftxtraña dimensión—. pero el éxito no los acompaña.
1969 será el año cumbre de la línea pop en materia musical: los recitales, el clamor del público joven y la calidad premian a cuatro muchachos que se identifican bajo el nombre de Almendra. El surrealismo, algunos desbordes musicales y varios temas excepcionales —casi todos perpetrados por el adolescente Luis Alberto Spinetta— siembran un camino en el que abrevan, con otro estilo y personalidad, Vox Dei y Manal. La vanguardia musical queda en manos de estos renovadores, quienes se dividen con el tiempo; para suplir su falta, 1970 alumbra a Arco Iris y Alma y vida, con la particular voz de Carlos Mellino y con cierta semejanza a Blood Sweet and Tears, una notable agrupación norteamericana.
La crisis no tarda un año: Litto Nebbia abandona Los gatos, se atomizan Manal y Almendra; también se esfuman La barra de chocolate y Los mentales, dos conjuntos aceptables, pero sin brillo. Por fin, 1971 alberga un aluvión de música comercial y un solo conjunto de enjundia. Vox Dei, que demuestra en La biblia (un álbum doble) toda su capacidad. Varios problemas con las grabadoras impidieron —o impiden— que el grupo sea más famoso; en los Estados Unidos, como ocurre con los técnicos, los miembros de Vox Dei deberán probar y cobrar el talento argentino.
Aquí, Pappo's blues —con condiciones—, el estacionado Alma y vida y el nada revolucionario Arco Iris continuarán desgranando sus temas; Lapso, Fe y Albatros Almicarant, inscriptos también en la buena música, se agregan a la corriente. Otros grupos, roco promocionados, echarán leña al fuego pop que aún persiste en arder. Aunque se desconfía de un futuro incendio, la unión de Litto Nebbia con el notable guitarrista y director Alchourron todavía hace pensar que hay combustible para rato. 
ENRIQUE ABIGADOR
Revista Primera Plana
25/04/1972


JOVENES
CON UÑAS DE GUITARRERO

"Los músicos, lo que realmente queremos, es tocar. Por suerte, hoy estamos acá, en esta sala. Si hay cincuenta personas, está bien; si hay doscientas, también está bien." Con humildad, sin pretensiones ni alardes, Litto Nebbia, 23, presentó a su nuevo conjunto Huinca, en la sala del Instituto de Arte Moderno, Florida al 600.
Así, reflejando acústicamente el nombre que los inspiró, arremetieron con las composiciones: temas fáciles y pegadizos, verbalizados en español. "Cuando tenía 17 años, todas mis canciones eran frescas y naturales. Eran producto de mi intuición", elaboró. Con el correr del tiempo, no sólo tomó conciencia del papel de todo músico; se radicalizó como representante de la música popular: "Quiero respetar las raíces folklóricas latinoamericanas, hay que acabar con los inventos extranjeros".
Dentro de esa línea, entró en contacto con sus compañeros de labor: Oscar Moro, 24, batería; Gabriel Ranelli, 22, órgano, y Cacho Lafalce, 23, bajo. Ahora que el conjunto está formado se empeñan en difundir sus premisas. "En nuestro país, lamentablemente, cierto movimiento musical juvenil no tuvo demasiado arraigo en las masas. Antes, sólo se luchaba estéticamente por sonar bien. Los amargos resultados saltan a la vista: hay muertos por drogas; otros en accidentes automovilísticos", dilapidó.
Como por ahora no puede ser de otra manera, deben repartirse en múltiples ocupaciones: acarreo de instrumentos, armado de motivos florales, artesanías. Cansados de facilitar el ingreso de fuertes sumas de dinero a comerciantes intermediarios, formalizaron una cooperativa: "Nosotros mismos nos promovemos, cuidamos de las contrataciones, organizamos recitales".
Sobre la base de una firme convicción, entablan fluidos diálogos con su público —la mayoría entre los quince y los veinticinco años— y se apartan con énfasis de las trenzas comerciales, pergeñando nuevos canales de comunicación.
Para que no queden dudas, aclaran: "No somos monstruos comerciales y tontos. A nosotros no nos inventó nadie". Obvia referencia a algunas compañías grabadoras, empeñadas en institucionalizar la pavada. 
Revista Primera Plana
09/05/1972