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¿Quién se cree que es usted?
¿Una buena persona? ¿Un ser como los demás?
Conteste como conteste, siempre habrá alguien que le discutirá la respuesta.
Pero no por manía, sino por oficio: es sociólogo.


Técnica para curiosos
En 1873, un próspero comerciante inglés, Charles Booth, sufre un quebranto de salud y se pregunta: ¿Quiénes forman este pueblo? ¿Qué quieren? ¿Cómo viven realmente? Para saberlo entrevistó a todas las familias de 3.400 calles londinenses. Los resultados dijeron que el 30 % vivía con un ingreso mínimo y que las causas de la pobreza —contrariamente a lo que se pensaba— no eran la delincuencia, el vicio, la bebida o la pereza, sino la "falta de trabajo", la muerte del marido, la enfermedad, la vejez y los accidentes. Cien años más tarde, modernos sociólogos determinan la conducta a seguir por un partido político o un ente estatal. Para ello —emulando al deteriorado comerciante inglés— interrogan a miles de personas en un pueblo, un club o una comunidad. Tal vez las preguntas parezcan absurdas. Y querer saber si a un anciano le gusta el pastel de frutillas puede parecer ridículo. Pero no lo es. Al cabo de cientos de respuestas sobre cómo viven, qué comen o qué emisora escuchan se llega a saber si conviene jubilarlos súbita o gradualmente. Una tarea lenta y precisa que se complementa, luego, con las estadísticas.


Siempre fue más fácil conocer a los demás que a uno mismo. Una verdad que hace siglos permite al hombre llevarse bien con todos menos con su "yo". Cuando el "yo" tiene averías sicológicas, sociales, políticas o económicas, religiosas y raciales la coexistencia es insufrible; vivir en comunidad tiene sus bemoles y, lo frecuente, es que no sólo una persona sufra de problemas sino también todo el grupo humano al que pertenece. Aquí es donde vienen los sociólogos a ayudar un poquito. Hoy la sociología está tan difundida como, hace 20 años atrás, lo estaba la medicina sicoanalítica. Ambas disciplinas, en pleno siglo XX, se confunden en un abrazo científico que trata de sacar del barro a la humanidad. ¿Está realmente estancada nuestra sociedad? Ciertos datos y estadísticas afirman que, a mayor progreso tecnológico, mayor soledad sufren los hombres. Filosofía, fútbol, tangos de Troilo y "pop art" se unen diariamente, en los titulares de los periódicos; lucha contra el cáncer, erradicación de villas de emergencia y probable visita de seres extraterrestres se pelean por figurar en la primera plana. Tamaño lío, aparentemente, es la tónica de nuestro tiempo. Un lío que Comte, hace 140 años, no soñó cuando inventó la palabra sociología. La palabra creció solita y ahora se ocupa de ordenar el caos. Es que quiere ayudar a las otras ciencias a mirar desde más alto y con mejor perspectiva al hombre y a su "yo"; al grupo social y al interés de una comunidad específica; a un pueblo y a todo un mundo, en fin, para ver por dónde anda la soledad de la gente; por dónde su dolor y de qué forma se lo puede curar. La sociología saca conclusiones válidas del comportamiento humano. ¿Cómo? Imagínese usted caminando por calle Florida a las 12. A su lado, miles de personas hacen lo mismo pero con "motivaciones" distintas: pagar, cobrar, curar, sanar, olvidar penas, castigar ofensas, saludar amigos, visitar enemigos para el perdón, ver un hijo recién nacido, saber en qué número salió el premio de la lotería. Si un matemático entregado a su oficio quisiera sacar conclusiones haría estadísticas de cuántas personas van al Norte y cuántas al Sur; un médico averiguaría cantidad de sanos y un dentista el número de caries. Usted, tan sólo los miraría pasar. Vería las caras de alegría, amargura, ocio y amor. Se reiría de algunas de ellas, temería a otras. El sociólogo haría todos estos trabajos auxiliado por experiencias humanas que van desde la política hasta la moda en el vestir. Llegaría a una conclusión firme: la gente, a las 12, en la calle Florida vive. No es un razonamiento tonto: ¿usted sería capaz de definir la palabra "vida"? Esta debe contentar a todos y ser entendida por todo el mundo. Haga la prueba y verá que no es fácil. Tampoco lo es la tarea de los sociólogos. Ellos dejan las manos libres a los científicos de otras disciplinas para que realicen el milagro de una existencia mejor. No son, sin embargo, simples comodines de biólogos, economistas o filósofos. Quieren averiguar quiénes somos y por qué somos como somos. De nada sirve preocuparse por querer a los semejantes si no sabemos quiénes son. Una imagen coherente de la sociedad en la que se señalen afinidades y diferencias nos hará más útiles. Saber qué tal andamos nos hará ver por qué no vivimos mejor. Esta es tarea de sociólogos; vivir en paz, tarea del resto de los hombres. Hasta tanto, la sociología tiene aún mucho que hacer y saber.
24/10/1967
ayer hoy y mañana