Miscelánea
1968

 

 

 

 

 

 

Memorias
La ultima guerrilla de Ernesto Guevara
Cuatro semanas después de la muerte del jefe revolucionario Ernesto Guevara, el mercado internacional de ediciones quedó inundado: colecciones de discursos, hagiografías y ensayos sobre sus teorías políticas. "En Europa, muchas de ellas rozaban los límites de la ciencia-ficción", aclara el editor Jorge Álvarez, rodeado por un cafarnaúm de papeles, en su librería de la calle Talcahuano. A su lado, el abogado Ricardo Rojo abre, pausadamente, un portafolio negro y extrae quinientas carillas, cuidadosamente dactilografiadas: son los originales ; de Mi amigo El Che, "memorias biográficas de una amistad", como el autor define a su libro, que Álvarez lanzará a la venta dentro de dos meses. 
Ricardo Rojo ha sido, quizás, el más asiduo compañero de Guevara durante la primera fase de su aventura latinoamericana. Se encontraron en Bolivia, en 1953, compartieron la vida de los exilados antiperonistas, y hasta 1954 transitaron juntos por Perú, Ecuador, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
"Es poco lo que se conoce de la vida de Guevara en esos años —explica el autor—; de allí el valor testimonial de mi libro, cuya tercera parte está dedicada a ese período."
Y señala otras etapas del texto: la primera participación directa del Che en los últimos momentos del Gobierno Arbenz, en Guatemala ("experiencia decisiva para él en su largo camino por América"), su formación teórica en México desde mayo de 1954 a diciembre de 1956, su encuentro con Fidel Castro y el grupo 26 de Julio, la aventura del Granma, Sierra Maestra y la caída de Batista. "En dos oportunidades —asevera Rojo— visité Cuba invitado por Ernesto [1961 y 1963]; en ambas viví varios meses en la isla y fui su confidente." Durante la última estada, el jefe guerrillero le habría revelado los entretelones de su entrevista con: el ex Presidente Frondizi; en los capítulos finales, Rojo narra y explica el alejamiento de Guevara del Gobierno cubano a partir de 1965, describe los escenarios de sus combates y su asesinato en Bolivia.
El valor de las memorias, según el editor Álvarez, reside también en la abundante documentación testimonial inédita: cartas, fotografías, fotocopias de documentos, "despojada de toda teoría o declamación apologética".
Cuando a principios de noviembre pasado, Rojo le mostró su voluminoso archivo, Álvarez alquiló un departamento, encerró al amigo de Guevara con un grabador y contrató los servicios de una dactilógrafa.
"A medida que Rojo me entregaba carillas —memora el editor—, mi entusiasmo crecía. Cuando estampó la última palabra volé a los Estados Unidos." En Nueva York, los ejecutivos de la Dial Press convocaron a Juan de Onís, jefe de corresponsales para América latina de The New York Times, y le entregaron el texto. Onís se lo llevó a su casa de Connecticut un viernes por la tarde, y al lunes siguiente emitió su veredicto: "El libro es excelente tanto por su información como por su estilo". De inmediato, los editores depositaron a nombre de Álvarez la suma de diez mil dólares como anticipo por los derechos de autor. Al día siguiente, otra casa editora, la Transworld, le entregaba cinco mil dólares para vender Mi amigo El Che a diarios y revistas en el Japón y en USA. Entretanto, las revistas Saturday Evening Post y Look ya se disputaban la publicación del texto fragmentado, en sucesivas entregas.
Terminadas las negociaciones en los Estados Unidos, Jorge Álvarez viajó a Francia e Italia. En París, Claude Durand, uno de los lectores de las ediciones Du Seuil, devoró el manuscrito en 36 horas y obló los derechos pedidos. En Roma se repitió el mismo fenómeno por Valerio Riva, la mano derecha de Feltrinelli.
Pero el periplo del editor argentino no terminó allí: Mi amigo El Che aparecerá también en España con el pie de imprenta de Felipe Cid; en Alemania, patrocinado por la Rowohlt; en Suecia, por Bonniers; en Dinamarca y Noruega por la Gynendal, y en Finlandia por la Otawa. Una edición chilena y otra mexicana están en trámite. En Brasil, el libro de Rojo será editado por Civilizacao Brasileira, la casa que comanda Ennio Silveíra, quien, además, debe arbitrar la disputa entre la revista Realidades y el matutino Correio da Manhá para un prelanzamiento en capítulos.
"Sería una paradoja —aventura Ricardo Rojo— que estas memorias, editadas en 14 países y traducidas a 9 idiomas, no puedan ser leídas en la Argentina; la figura y el valor de Guevara han sido reconocidos hasta por sus enemigos." 



Trovadores
En España también hay protestones
Desde Madrid, escribe Armando Puente, de Primera Plana;
Una madrileña de veinte años fue designada, hace dos domingos, Dama de la Orden de Isabel la Católica. Unas horas antes, la muchacha —una morena de pelo largo y minivestido floreado— había triunfado en el Festival de Eurovisión, de Londres, y había hecho popular su nombre, Massiel, y su canción, 'La la la', entre los 200 millones de teleespectadores europeos.
Al día siguiente, los madrileños agotaron todos los diarios en los que Massiel era comparada con Agustina de Aragón, la heroína que enfrentó a las tropas napoleónicas, y con Don Quijote, que con fe arremetió contra los gigantes. Se dijo que, gracias a ella, los españoles comenzaron a cobrar a los ingleses la deuda por el fracaso de la Armada Invencible, en el siglo XVI; y se propusieron metáforas taurinas y futbolísticas para hablar de su éxito.
Estas y otras apasionadas comparaciones históricas, literarias y deportivas, y los desbordes patrióticos, podrían deformar la importancia de un triunfo que no ha sido fruto del azar sino el resultado de una audaz y bien planificada operación de la Televisión Española, cuyos dos únicos canales dependen del Ministerio de Información.
Medio millón de dólares ha invertido el Estado en tres meses, para imponer a la representante de España en el Festival. Esa cifra parece algo exagerada a algunos contribuyentes; en tiempos de crisis económica y de austeridad oficial. Ignoran que eso significa no sólo la promoción de una cantante a escala internacional, en pie de igualdad con Gigliola Cinquetti o Sylvie Vartan, y la venta automática de la canción triunfadora, sino también —y sobre todo-— que con Massiel sale España del subdesarrollo musical y entra en el Mercado Común del disco. Es, pues, una de las más fecundas inversiones de la gran máquina de propaganda española (turismo, libros, films, programas de televisión y ahora discos), que maneja el Ministro de Información, Manuel Fraga Iribarne.
El éxito publicitario y político del Operativo Eurovisión estuvo a punto de hundirse, hace dos semanas, cuando razones sentimentales (y, una vez más, políticas) hicieron estallar "la bomba Serrat". No era Massiel, sino el catalán Joan Manuel Serrat, el que los expertos de Información habían elegido, en enero último, para sus planes, basándose sobre un fenómeno sin precedentes: es el único catalán que ha logrado traspasar las fronteras idiomáticas que existen dentro de la propia España.
Pero Serrat exigió cantar en catalán, aduciendo que en ese idioma hablan seis millones de españoles y que "un hombre tiene que ser fiel a sí mismo y a la gente que le es fiel; los amigos de mi barrio me dicen que los he traicionado". La Televisión Española contestó acusando a Joan Manuel de incumplimiento de contrato y de "responder a una maniobra preparada para crear una situación publicitaria y un problema político". El trovador fue reemplazado por Massiel y desde entonces no han vuelto a escucharse sus baladas por la radio o la televisión. Fue condenado al mismo silencio que rodea a Raimon, el ídolo de la Nova Canço Catalana.
Hace seis años nació en Barcelona la Nova Canço Catalana, dispuesta a encontrar una música auténticamente popular y letras dignas. Raimon, un valenciano, estudiante de Filosofía y Letras, triunfador en el Festival de la Canción Mediterránea, fue el pionero y máximo representante de ese movimiento, y pronto tuvo dificultades con el régimen de Franco. Sus letras fueron censuradas. 'La noche, la noche es larga', cantaba, y los jóvenes aplaudían. 'La lucha es dura todavía, y queda tanto por hacer'. Los censores creyeron ver en sus palabras un doble sentido. Raimon no pudo actuar en Madrid. Lo hizo, en cambio, en La Habana y en el Olimpia de París.
Detrás de él han surgido nuevas personalidades: Guillermina Motta, Francés Pi de la Serra (una especie de Brassens, bigotudo e irónico), María Amelia Pedrerol, el negro menorquín Guillermo d'Efak, Joan Manuel Serrat. Hace sólo un mes que pudieron cantar públicamente, por una sola vez, en el Gran Price de Barcelona, un pequeño Luna Park que apareció, en la tarde del recital, rodeado de policías y motobombas.
Pero no hubo ni un incidente, pues el público —seis mil personas, entre estudiantes, intelectuales y obreros— se limitó a corear las estrofas censuradas, que los artistas callaban en el escenario, rasgueando el tema en la guitarra. Fue Raimon el que convocó el delirio, el que seguía cantando con su público, cuando ya todos se iban: 'De un tiempo que será nuestro, / de un país que no hemos hecho, / canto las esperanzas / y lloro la poca fe. 
PRIMERA PLANA
16 de abril de 1968

Vamos al revistero

Serrat, Che Guevara, Rojo, Massiel

-Massiel fue en lugar de Serrat
-Che Guevara con Ricardo Rojo