Política
Los vericuetos de la derecha

 

Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

OTRAS CRÓNICAS NACIONALES

Argentina en la aventura espacial
La explosión universitaria
Quinquela Martin
Informe policial sobre el caso Aramburu
En algunos lugares Serrat es mayoría
Chaco, la maldición del oro blanco
Los habitantes del sonido
Juan Verdaguer
Juan D'arienzo
Antonio Segui

 

 




pie de fotos
-Cueto Rúa, promovió la unidad
-Aguinaga, cita en la Federación
-Aramburu, en la encrucijada
-Alsogaray, solo ante la derecha
-Solano Lima, ¿volverá al redil?
-Ghioldi, controlar al peronismo
-Thedy, intransigencia o nada
-Fauzón, la noche quedó atrás

 

El pasado jueves 4, Julio César Cueto Rúa —adalid del nuevo partido Republicano Argentino— se asomó a la opinión nacional en San Francisco (Córdoba) desde la tribuna que le ofrecía el señorial Partido Demócrata, vinculado con la Federación de Centro (FNPC). De esta manera, Cueto Rúa fortalecía la campaña electoral del ácido Emilio Olmos, un aristócrata cordobés lanzado a competir con UDELPA por los sufragios moderados de la provincia. Extrañamente, doscientos kilómetros al sudeste, ya en la provincia de Buenos Aires, la falange de Cueto Rúa disputaba palmo a palmo el campo electoral de la derecha con la Unión Conservadora de Emilio Hardoy y Pablo González Bergez (hombres de la Federación de Centro), con Raúl Ondarts, de UDELPA y con Vicente Solano Lima, Conservador Popular.
No obstante, en Mendoza, los cultores de UDELPA se habían sumergido hasta perderse en la poderosa sección local de la Federación que dirige Carlos Aguinaga; lo mismo ocurrió en Catamarca, y estaba por suceder en San Juan. Días antes, en Formosa, los conservadores habían cedido a las sugerencias del gobernador Alberto Montoya: optaron por apoyar a la UCRP.
Con todo, en el panorama general estas fusiones parecían constituir la excepción: a lo largo de toda la República, conservadores y liberales, aramburistas y demoprogresistas, social demócratas y neoliberales brindarán el domingo que viene —al margen de la gran batalla— una pequeña puja por acaparar la voluntad de los argentinos moderados. Desde los extremos más disímiles, los virulentos 'gorilas' del Partido Revolución Libertadora buscarán atrapar la tendencia antiperonista, tanto como los acólitos de Solano Lima han intentado hacerlo con los conservadores volcados a la doctrina más reciente de la Iglesia, esgrimida también por el peronismo.
Esta dispersión, las alianzas fortuitas y la multitud de matices, no son nuevos en la derecha argentina: hace más de cincuenta años ya enfurecían a Hipólito Yrigoyen, que las llamó —con su idioma sibilino— "las figuraciones y desfiguraciones del régimen". Fue precisamente la unidad monolítica del radicalismo la que echó por tierra al sistema. Con éxito alternado, desde entonces hasta hoy sus dirigentes ensayaron dos tácticas para retomar el poder:
• La Transacción — Cuando los conservadores vislumbraron, en 1912, la potencia explosiva del radicalismo, habilidosamente le abrieron la puerta de los comicios al sancionar la Ley Sáenz Peña del voto secreto. Tres anos más adelante, seguro del triunfo de Yrigoyen, Justiniano Posse descubría la trastienda del pensamiento liberal: "Nosotros los viejos conservadores no nos haremos radicales, pero cierta morralla que nunca falta sí se hará; entonces le aguarán el espíritu al vino y el radicalismo perderá su fuerza: se aquietará y se infiltrará del espíritu conservador. Ese será nuestro triunfo..."
Quizá por eso, en 1928, ya Yrigoyen debió enfrentar una coalición radical antipersonalista con aroma conservador. En 1934, el radicalismo antes insurgente cedió hasta modificar su postura abstencionista y se convirtió en tímido adversario del régimen. Hacia 1942 hubo de consumarse el pacto de la concordancia liberal, los socialistas y progresistas y, finalmente, la Unión Cívica Radical. Sólo la muerte de los líderes Agustín P. Justo y Marcelo de Alvear lo impidió.
El gobierno cayó en manos de los sectores menos flexibles de la derecha y el país se entregó entonces a las Fuerzas Armadas. En 1946, la izquierda liberal y el radicalismo integraron la Unión Democrática antiperonista.
Una docena de años más tarde, Vicente Solano Lima se apartó del conservadorismo tradicional y marchó con la mano extendida hacia Juan D. Perón, que ofrecía una instancia concitadora. El gesto abrió una grieta en el viejo partido y dio origen a un nuevo intento de enroque que duró hasta 1963, cuando el mismo Lima, candidato conservador del Frente Nacional (de peronistas, frondicistas y social cristianos), se agotó en la proscripción. 
• La Proscripción — En 1930 y 1955, muchos hombres del conservadorismo intervinieron en asonadas para interrumpir el orden constitucional: el radicalismo, primero, y el peronismo después, fueron proscriptos. Lisandro de la Torre procuró el apoyo inicial de su partido al general José F. Uriburu en 1930; luego rechazó el calor oficial. En los hechos, el socialismo y la democracia progresista fueron los herederos del caudal que la U.C.R. dejaba vacante. El 12 de octubre de 1945 y el 2 de abril de 1963, sendos intentos por detener el acceso a los comicios fueron desbaratados, y las derechas cayeron ahogadas en las urnas.
En 1965 parece tan imposible un acuerdo entre los núcleos conservadores y el peronismo como el golpe de Estado para detener su ascenso. Más aún, las cifras electorales han favorecido alternativamente a peronistas y radicales desde 1957. Todos los dirigentes conservadores coinciden en señalar que siguiendo este camino la Argentina puede hallarse muy pronto en una posición similar a la de Chile: ante la atomización de la derecha, los electores del país vecino debieron elegir entre dos posibilidades socialistas, la democristiana de Frei y la coalición izquierdista de Allende.
Básicamente, tales son las condiciones que aconsejan la rápida alianza de todos los sectores argentinos de derecha para integrar una fuerza ponderable con real proyección hacia las decisiones del Estado.

Federación de Centro
"Existen indicios suficientes como para vaticinar no sólo la unidad de los sectores moderados sino también la de todos los partidos democráticos en un nuevo gabinete de coalición que deberá surgir luego del 14 de marzo", sugirió Carlos Aguinaga (58 años, abogado y pequeño viñatero en el departamento de La Paz, casado y padre de cuatro hijos) durante un reportaje telefónico que introdujo a PRIMERA PLANA el viernes pasado en su cuartel general mendocino.
El titular de la Federación expresaba así una opinión generalizada en los sectores moderados: los antiperonistas no se polarizarán en torno de la UCRP; antes bien apoyarán a los diversos partidos de esa tendencia. En cambio, el gobierno será derrotado por el macizo peronismo y entonces deberá apelar a las otras fuerzas liberales: formará un nuevo ministerio para ganar apoyo suficiente.
Si así fuese, la Federación tornaría a 1963, cuando sus dirigentes favorecieron la fórmula Illia-Perette en los Colegios Electorales esperando, posiblemente, un gobierno de coalición. No ocurrió, pero los conservadoras siguieron adheridos a la UCRP quizá porque —como lo afirman testimonios irreprochables —el mismo Ricardo Balbín aseguró que el peronismo no sería tolerado en los comicios. (Notoriamente, la presencia peronista vulnera a los partidos menores desde que sus votos positivos elevan la cifra repartidora y hacen cada vez más difícil obtener diputados.)
Sea porque, en definitiva, el peronismo avanzó peligrosamente hacia las urnas o porque el apuntalamiento constante de las medidas estatistas del radicalismo erosionaba las bases del partido en beneficio de la opositora UDELFA, el MID y el grupo encabezado por Alvaro Alsogaray, lo cierto es que la FNPC fue apartándose con lentitud del gobierno hasta separarse de él, públicamente, el 13 de enero pasado.
Con discreta reserva, tras la convención del 6 de diciembre, mientras
acudían a los llamados de unidad que lanzaban UDELPA y el PRAR, los jefes de la Federación expresaron también sus reparos:
* El partido dio ya en 1959 el primer paso para la reunión de las derechas: entonces, diecisiete núcleos de vigencia provincial se fusionaron al cabo de los contactos ensayados por una Junta Promotora que dirigía, precisamente, Carlos Aguinaga. Naturalmente, muchos conservadores suponen que los núcleos afines deben amarrar ahora en los muelles de la Federación. 
* Otros creen que el poderío electoral de Pedro E. Aramburu no tiene aún límites reales, luego del fogonazo de 1963, y que el PRAR no ha probado su potencia. La imposibilidad de calcular porcentajes de candidatos en las listas comunes bastaba para obstaculizar la alianza.

Unión del Pueblo Argentino
En sí, el nacimiento de UDELPA en 1963 comportó ya un giro en la estrategia original de los asesores del general Pedro Eugenio Aramburu. Tras las jornadas de marzo de 1962, en los cenáculos políticos encarnó la convicción de que el peronismo solo podría enfrentarse con una reunión de los partidos no peronistas. La figura de Aramburu (61 años, casado, con dos hijos, ex presidente provisional de la Nación) se imponía para encabezar el acuerdo y más aún porque la alternativa pendiente sobre el país era la consolidación del equipo militar que derribó a Frondizi.
"El problema a solucionar —advirtió el 21 de setiembre de 1962 el mismo Aramburu— es la forma de incorporar a los actuales proscriptos para que el remedio no sea peor que la enfermedad." Hablaba desde los Estados Unidos; ese mismo día, en la Argentina los militares azules, con su victoria, allanaban el camino de las urnas.
De inmediato, los partidos políticos retomaron sus viejas estrategias y empujaron a Aramburu en los brazos cálidos de la derecha. "No tenemos otra salida que la unidad de los sectores democráticos", comentó desalentado el 31 de enero de 1963, Raúl Ondarts. Aramburu, no obstante, reincidiría una y otra vez en su propósito de coaligar a tirios y troyanos "Nuestro pensamiento político superior —predicaba— debe consistir en lograr la unión de lo valedero y permanente del peronismo con lo positivo de la Revolución Libertadora."
Entonces, el Frente Nacional comenzó a carcomer los soportes que Aramburu tenía en el peronismo y el frondicismo, la UCRP se lanzó a estrechar los lazos que la. unieron de manera fortuita con el peronismo en 1960 y, contra toda opinión, el filoperonista Horacio Sueldo afirmó su dominio interno en la democracia cristiana.
Aramburu modificó sus tácticas, fundó su propio partido, UDELPA, se alió con la democracia progresista y consiguió imponerse en los espíritus ansiosos de orden: obtuvo algo más de un millón trescientos mil votos, era el cuarto de los sectores argentinos, tras la UCRP, la UCRI y los votos en blanco.
Una convicción se filtró en UDELPA, sin embargo, al día siguiente de las
elecciones: muchos peronistas habrían votado por la UCRP para evitar el triunfo de Aramburu. De allí en adelante, el aramburismo recorrió un pronunciado ciclo de ajustes doctrinarios. "Este es un partido antiperonista", declaró finalmente Aramburu el 4 de setiembre de 1964.
El 28 de octubre, UDELPA promovía la reincorporación de los militares retirados antiperonistas; hacia noviembre, los extrapartidarios Adolfo Lanús y Bernardino Labayru iniciaban contactos con sectores conservadores para motorizar la unidad. UDELPA. no debió obtener una respuesta satisfactoria porque el 18 de diciembre de 1964, horas antes de celebrarse la primera reunión de la nueva mesa directiva de la Federación de Centro, sus ejecutivos lanzaron un documento urgiendo la unidad. Para ese momento, las versiones indicaban una inminente reunión de alto nivel entre Pedro Eugenio Aramburu y Carlos Aguinaga. Definitivamente, los rumores dejaron de circular hacia el 20 de enero, cuando los juzgados electorales oficializaron listas diferentes para ambos partidos. En principio, algunos resultados menores fueron conseguidos:
* En Jujuy, el partido Demócrata Popular (4.904 votos en 1963) iniciaba contactos con UDELPA (4.669 votos) con el propósito de afrontar juntos los comicios que señalarán el fin de la reciente intervención federal.
* En Mendoza, San Juan y Catamarca, las secciones de UDELPA se acogían a las siglas y a las estructuras más firmes de los tradicionales grupos demócratas.
Las discordias surgieron en la Capital Federal cuando desde los alrededores de Aramburu surgieron sucesivamente los nombres de Bernardino Labayru, Adolfo Lanús y, finalmente, el de Francisco Manrique —todos ellos extrapartidarios— para encabezar la boleta de UDELPA. "Tratamos de darle una fisonomía moderada a las boletas", se justificaron los colaboradores de Aramburu. La mayoría de la convención metropolitana no lo entendió así y el partido estalló en pedazos.

Los senderos restantes
"¡Ya verá..., ya verá! ¡La unión ha de producirse!'', exclamó el doctoral Julio César Cueto Rúa, del Partido Republicana Argentino (PRAR), el miércoles de la semana última. Según él la reunión de los conservadores surge de un estado de ánimo común a las bases que los dirigentes no podrán desoír por mucho tiempo. Admite, sin embargo, que la convocatoria nacional ha sido postergada a la espera de los resultados que arrojen las incipientes alianzas locales.
Cueto Rúa (41 años, casado, tres hijos, asesor jurídico de empresas) no ha tenido mucha fortuna, sin embargo, con el proyecto que promueve. Sus amigos relatan con melancolía que, cuando hubo de concretarse la unidad de UDELPA y el PRAR en Buenos. Aires, los aramburistas le ofrecieron la primera situación en la lista de diputados a condición de que disolviera el PRAR.
"La absorción del PRAR por UDELPA significaría romper el último puente entre Aramburu y la Federación, agregan recordando que hace tan sólo
un año emigraron de la FNPC disconformes con la adhesión conservadora al gobierno radical. Sordamente, acusan a Aramburu de haber vacilado a fines del año pasado cuando en repetidas ocasiones habría tenido la oportunidad de comprometer la adhesión de la plana mayor federacionista. En cambio, se regodean al comentar una entrevista promovida por uno de ellos, el mercedino Miguel Dulevich, entre Cueto Rúa y Vicente Solano Lima.
"Cómo armoniza usted sus vinculaciones con millonarios como Fernando Menéndez Behety y su actitud cercana al peronismo y vecina del social-cristianismo?", se aventuró a preguntar PRIMERA PLANA, no hace mucho, a Solano Lima.
"Ellos son ricos inteligentes —respondió—; no van a cometer el error de los poderosos cubanos que por negar al pueblo perdieron todo." Ambos —Cueto Rúa y Lima— son partidarios de un cambio que "modernice las cabezas", según dijo el primero. Lima (63 año3, viudo, una hija, abogado), no obstante, cree en la destinación social de la propiedad; el jefe del PRAR contrariamente promueve la iniciativa privada, la aminoración de los controles estatales, la reducción de impuestos y barreras aduaneras hasta límites que hagan posible el enriquecimiento de los más aptos. Son dos posiciones antagónicas.
"Yo preferiría ser descripto como un extremista de la moderación", eligió Alvaro Alsogaray situado en su oficina frente a PRIMERA PLANA, rodeado de gráficos y de paquetes con boletas del partido de la Reconstrucción Nacional, una sigla que ideó en 1883 y que ahora vuelve a exhumar. Sus diferencias con los grupos conservadores son, en principio, doctrinarias; les asigna una actitud prescindente ante los males sociales. Él, a su vez, reclama una "intervención consciente del Estado"' para evitar que "los monopolios, los grupos sociales más fuertes impidan el funcionamiento del mercado y se aseguren para sí los privilegios".
En general, acusa a los conservadores de haber fracasado en la conducción económica cuando tuvieron acceso a ella desde 1955 hasta ahora.
Las coincidencias entre Alsogaray y los demás sectores de la derecha parecen imposibles, por el momento. Estos suponen que la presencia del ex ministro de Economía en la liza política obedece más a su obstinación que a un real sustento de opinión.
"Son ellos los que están divididos —asegura Alsogaray—, por mi parte yo nunca pude hablarles en serio de unidad y tampoco quiero meterme en la trituradora de sus rivalidades internas." Pero busca que lo voten.
Desde que la meta del socialismo le lleva a promover la democracia "como régimen de libertad fundado sobre la igualdad de clases", sus diferencias con los restantes grupos moderados son, teóricamente, largas. Para Américo Ghioldi (65 años, jefe de una familia de docentes, diputado socialista democrático), no obstante, ellas deben ceder ante "un entendimiento básico de les sectores democráticos que será, además, suficiente para reducir al peronismo a su verdadera significación y hasta para forzarlo a asimilarse de un modo definitivo a la democracia." Sus epígonos calculan que la representación proporcional privará al peronismo del posible monopolio de la mayoría en los cuerpos colegiados y esto los lleva a ellos a modificar, consiguientemente, la actitud que les indujo a promover sucesivos golpes de Estado hasta la caída de Frondizi y luego la instalación de una dictadura antiperonista. "En estas condiciones, la presencia del peronismo en las urnas es preferible al comercio de los partidos que hacen lo posible para que el gobierno proscriba al peronismo con la intención de presentarse luego como protectores y adjudicarse sus votos."
En cambio, la proscripción lisa y llana del peronismo y la inhabilitación de los dirigentes "que también son delincuentes" son las soluciones que asoman en los labios de Jorge R. Fauzón Sarmiento, la otra cara del partido de la Revolución Libertadora que recientemente publicitó en sus afiches a un gigantesco gorila como emblema de la agrupación.
Menos que selvática y, más aún, cercana a la imagen corriente del play boy, la fisonomía de Fauzón Sarmiento (41 años, escribano, casado, 2 hijos) oculta a un producto de la época peronista: desde el 4 de junio de 1943 fue detenido varias veces, apaleado y alejado de los suyos por exhibir ideas diferentes de la mayoría. Acepta con limitaciones la idea de ligar a los núcleos liberales entre sí; "Los políticos no dicen la verdad, están jugando con el peronismo y esto los lleva a actuar demagógicamente. Porque temen perder ese caudal mienten y estafan."

El presente
Si los programas son la proyección de cada partido hacia el futuro, no es menos cierto que ellos deben ser juzgados más bien por los hechos que jalonaron su pasado. Esto se le aplica al partido Demócrata Progresista que cuenta hoy con un vigoroso plan de reformas; no obstante, sus períodos de ascenso coinciden con las revoluciones de 1930 y 1955, Es razonable suponer que buena parte de su reverdecido caudal de 1963 debe atribuirse a la influencia de Pedro Eugenio Aramburu, un moderado; todas estas circunstancias autorizan a pensar que la intransigencia actual a toda alianza podrá variar si varían las circunstancias.
Desde 1945 hasta nuestros días, los sectores moderados han debido resignarse a controlar el cambio producido por la industrialización urbana y la creciente subdivisión rural, actuando como núcleos de presión o de consulta desde la periferia del poder, deteniendo a los nuevos elencos o seduciéndolos. Ahora se inaugura una expectativa que los hombres más esclarecidos de la derecha tratan de aprovechar: las elecciones del 14 de marzo servirán para indicarles cuál es el núcleo más favorecido por la opinión pública, el que habrá de resultar más idóneo para reunir en su seno a las porciones menores. Una disciplinada concentración de las derechas vendría a añadir fuerza electoral a la tradicional sagacidad política de sus jefes y apoyos más concretos para las ideas liberales que los congregan. 
9 de marzo de 1965
PRIMERA PLANA