Boletas
La marca del zorro gris

 

 

 

 

El acusado enfrentó al juez:
—Mire señor, a mí no me molesta pagar la multa, lo que me enfurece es enterarme por correo. Y lo peor es que la boleta que el cartero le dejó a mi esposa, me acusa de estacionamiento indebido en un sitio y a una hora que no concuerdan con la versión que le conté a ella.
El Tribunal de Faltas de la Municipalidad de Buenos Aires escuchó ese día las furiosas quejas de un procesado por las leyes del tránsito, a quien se había condenado antes del juicio. No fue el único, sino uno más, a quien la policía municipal multaba sin escucharlo siquiera. Diariamente, un millar y medio de infractores caen atrapados por esa vigilancia de las reglamentaciones viales, de los cuales la mayoría ignora su proceso hasta que recibe la boleta por correo. El inspector, convertido en fiscal, alegará después que "el acusado se dio a la fuga", aunque el acta se haya levantado junto a un automóvil estacionado.
Las protestas generalmente se evaporan en un rezongo; pero cuando se trata de boletas amontonadas en el legajo de un mismo acusado, el proceso adquiere otras características. Mensualmente, las compañías de transporte automotor reciben una citación del tribunal para defenderse de centenares de procesos simultáneos que, invariablemente, se liquidan abonando una cifra que el juez suele redondear entre 100 y 150 mil pesos,
"Este es un impuesto que no habíamos calculado en el presupuesto de nuestras empresas. Se nos aplican las multas en cantidades industriales", dijo a Primera Plana el secretario general de la Federación Argentina de Transportadores por Automotor de Pasajeros (FATAP), Luis Ansaldo. "La misma persecución reciben los taxistas, colectiveros, camioneros y choferes privados. Por eso las entidades que agrupan a esas empresas hemos formado una comisión intersocietaria para reclamar ante la Municipalidad." Esta comisión solicitó ahora al Concejo Deliberante la condonación general de las boletas, "no como una gracia o perdón, sino como un acto de justicia por haber sido confeccionadas sin tomarse los recaudos legales".
Refugiados en los sótanos de la avenida 9 de Julio, junto a la playa subterránea de estacionamiento, los inspectores municipales acumulan actas y protestas. "Si actuamos, se nos vienen encima los conductores, y si no actuamos, entonces los peatones envían cartas a los diarios acusándonos de inercia", se quejó uno de ellos, recostado sobre la temible grúa callejera. En esas mismas oficinas, decenas de inspectores escuchaban atentamente las indicaciones de sus superiores en un curso colectivo de aprendizaje sobre educación vial. Amparados en una excepción prevista (la fuga), los inspectores llenan su talonario de boletas sin consultar a los conductores que circulan en infracción, ni esperarlos cuando su coche ha sido mal estacionado.
"La industria de la boleta es posible porque no se cumplen los requisitos legales que establece el artículo 28 de la Ordenanza Municipal sobre tránsito, que exige al inspector individualizar al presunto infractor", explicó Ansaldo. Sin embargo, la interpretación que hacen de ese artículo las autoridades municipales establece otra conclusión: "El código de procedimientos no exige la presencia física del contraventor responsable para que la infracción quede documentada en el acta", dijo a Primera Plana el doctor Horacio Hueyo (49 años, 2 hijos), Secretario de Abastecimiento y Policía Municipal. Textualmente, el artículo 28 dice que el acta contendrá "el nombre y domicilio del imputado, si fuera conocido" (inciso C). El poco interés en conocer al imputado y permitirle su defensa es, precisamente, lo que cuestionan los conductores y las empresas transportistas.

Una infracción cada día
Otra de las acusaciones que pesan sobre la policía municipal es la de vigilar las infracciones con un método arbitrario: "Los inspectores salen a la calle un día para controlar el mal estacionamiento, otro día para verificar el exceso de humo, un tercero para supervisar el respeto a las luces rojas, etcétera. ¿Usted puede creer que los infractores se pongan de acuerdo para violar el mismo día una sola disposición?" Ansaldo exhibió entonces cientos de boletas, "por uso indebido de bocina", cuyas fechas coincidían.
La ley, inexorable contra sus infractores, admite, no obstante, cierta clemencia al citar a los representantes de las empresas en lugar de hacer comparecer a los conductores. "Es una manera de evitarse millares de juicios y sumarios, pues concentran todo en una compañía. Pero resulta que condenan a un tercero y absuelven, al acusado", alegan los representantes de la comisión intersocietaria. "Esta situación —señalan— estimula la impunidad de los choferes. Ellos saben que la boleta irá a nombre del propietario del vehículo y no del conductor, entonces no les preocupa arrimar al cordón para que suba un pasajero."
El incremento de boletas operado desde hace dos años, cuando comenzó a funcionar la campaña de educación vial, hizo suponer que los inspectores habían sido "incentivados" con determinados porcentajes o premios a la producción. Pero no es así: "Con excepción de los que tienen asignadas motocicletas y los que conducen camiones-grúas, que perciben una sobreasignación por esas tareas, el resto de los agentes no recibe comisiones de ninguna naturaleza ni porcentaje sobre la recaudación", aseguró el doctor Hueyo. Esos inspectores, que suman 1.650 en toda la ciudad, están divididos en tres categorías, y sus sueldos no pasan de 13.800 pesos mensuales.
Durante 1962 se labraron 220 mil actas; al año siguiente, 270 mil. Pero en 1964 las cifras se duplicaron: 590 mil boletas. Entre enero y mayo de este año, se llevan contabilizadas 265 mil, lo que hace suponer que a fines de 1965 se habrá superado el incremento del ciento por ciento operado el año pasado. Según explicó el Secretario de Abastecimiento, "el aumento del número de vehículos en circulación exigió a la Municipalidad aumentar los inspectores y mejorar los sistemas de organización".
Los agentes reciben su capacitación sólo después de haber sido nombrados, pero la aprobación del curso de inspectores (dos meses) es condición indispensable para una confirmación que, según el régimen de estabilidad del personal municipal, se produce al séptimo mes del nombramiento. Las asignaturas de este curso prometen una capacitación difícil de alcanzar en escasos 60 días: normas jurídicas municipales; castellano; ética y comportamiento en la vía pública, Pero no todo es imputable a la psicosis persecutoria, sino también a la falta de claridad de algunas reglamentaciones. "No existe un límite para determinar el exceso de humo, de modo que es difícil ponerse a cubierto. Nadie sabe cuál es el porcentaje permitido, ni se utilizan los elementos necesarios para efectuar el examen pericial que establece el código de procedimientos."

El vértigo futuro
El zar de este imperio municipal es el director de tránsito, ingeniero José Benjamín García (37 años, 2 hijos),cuya campaña de adoctrinamiento vial (iniciada en marzo de 1962) tropezó con inconvenientes como la falta de adaptación de las fracasadas inspectoras municipales. "La brigada femenina fue creada por la Intendencia anterior, sin funciones precisas y definidas", dice en su descargo la actual administración comunal. El resultado fue lamentable: disturbios psíquicos y perturbaciones nerviosas en las agentes, "debido —se dijo— a la peculiar naturaleza de su actividad y al uso de uniforme".
Pero el ingeniero García ha logrado otros éxitos: hacer cruzar a los peatones por las esquinas y ordenar el tránsito con insobornables semáforos. "Es imposible determinar si la gente se ha educado o si han creado una psicosis de pánico —observó, cáusticamente, un sociólogo—. Ahora hay zorros grises de civil, que en cualquier momento le saltan a uno encima." En la Municipalidad, mientras tanto, reconocen que si todo esto funciona normalmente es porque en Buenos Aires circulan todavía no más de 250 mil vehículos diarios. Ese mecanismo no servirá para regular el paso de 750 mil, como ocurrirá en 1968, según sus propias estimaciones.
Para evitar ese caos, confían en un proyecto que roza la ciencia-ficción: por un circuito cerrado de televisión confluirán a un control central —a un centenar de pantallas— las escenas callejeras de toda la ciudad, o por lo menos las de las zonas de mayor congestión. Cuando ello ocurra, el gran show de los automóviles será auscultado por un estado mayor de apoltronados zorros grises.
revista primera plana
27/07/1965