Miscelánea 1968

 

 

 

 

 

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Migración
Las vueltas de Obligado

El miércoles 13, Mario Díaz Colodrero ensayó un gesto conciliador: otorgó carta de residencia definitiva a un sacerdote mormón que integra las misiones temporarias de esa secta, impedidas súbitamente de establecerse en la Argentina. Pero el bálsamo derramado por el Secretario de Gobierno fue escaso y llegó tarde; para entonces, una ofensiva liberal castigaba a su epígono Héctor Obligado: el promotor de los obstáculos, un católico que ocupa la Dirección de Migraciones.
No era para menos: desde varios meses atrás, el ultramontano Obligado evita autorizar la radicación de 200 "elders" (jóvenes pioneros), que tras un noviciado de dos años en Buenos Aires, solicitaron instalarse en el país; además, Migraciones canceló la visa a otros apóstoles transitorios, quienes debían renovarlas anualmente. Argumentos: el artículo 30, del Decreto 4418 de 1965, obliga a calificar a los misioneros como transeúntes cuyo afincamiento concede o niega el Director de Migraciones sin muchas explicaciones.
Pero Obligado se arriesgó a darlas y el polvorín estalló: "Los pastores norteamericanos sólo vienen a influir sobre los demás", apostrofó el jueves 7. Sin embargo, "la comunidad mormónica, que cuenta aquí con 17.000 adeptos —dictaminó—, tendrá que ser atendida por religiosos nativos". El úcase escandalizó a La Prensa: "De las normas constitucionales —rezaba su editorial del martes 12— no surge en manera alguna que los ministros de cultos no católicos necesiten ser ciudadanos". Por otra parte, la Carta faculta a los habitantes para entrar, permanecer y salir del suelo argentino, amén de profesar su culto.
La "Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días" está inscripta en el registro oficial desde 1925 sin que desde entonces Gobierno alguno condenara a los mormones. "Ello se debe —pontificó Obligado, un ex líder
«frentista»— a la terrible desaprensión y al desprecio de las administraciones anteriores hacia cosas tan serias como la religión, la enseñanza y toda otra actividad ligada al ser espiritual de la Nación." Que definiciones de tal envergadura brotaran de un funcionario menor sorprendió hasta a los indiferentes; bastó también para que los mormones ubicaran el escollo que impidió durante casi un año la radicación de sus diáconos: hace dos meses apelaron a la Embajada norteamericana, que planteó el asunto a la Cancillería. Quizá fueron estas presiones las que irritaron al nacionalista Obligado. Sin duda, el credo mormón interpreta el camino de vida en USA: elemental, democrático y utilitario sostiene que Jesús, tras ascender a los cielos, retornó al continente americano donde predicó a dos tribus judías emigradas de Jerusalén en el 600 a. c. Sus enseñanzas fueron recogidas por el profeta Mormón, quien las reveló en 1823 a un labriego de Vermont, José Smith, por intermedio de su hijo, el Ángel Moroni. Más típicamente yanqui fue la odisea inmediata de los adictos a Smith: expulsados de Ohio, Illinois y Misuri por cultivar la poligamia, dos mil de ellos arraigaron en 1847 junto al Lago Salado, en Utah, un distrito cuya población actual observa en su mayoría esa creencia. George Romney, el Gobernador de Michigan, que acarició hace poco la candidatura a Presidente de USA, pertenece a ella. De la tenacidad mormónica dan cuenta el número de sus prosélitos (2.400.000 en todo el orbe) y su fabuloso poder económico: 650 estancias, 30 plantas envasadoras, establecimientos textiles, minas de carbón y fábricas de detergentes cuyos beneficios solventan la propaganda, condensada en lujosos folletos multicolores y templos ultramodernos.
En uno de ellos, situado en Martínez (Buenos Aires), Rex Terry —de 42 años, casado y padre de dos hijos; presidente de la "Estaca Argentina"—, dijo a Primera Plana el miércoles último: "Nosotros no vinimos a trabajar contra este país. Tenemos fe en nuestras doctrinas y tratamos de difundirlas, exactamente como lo hacen las demás religiones. Nuestros misioneros actúan en todo el mundo (menos en los estados comunistas y en España) y jamás se nos presentó un problema semeJante. Obedecemos las leyes y tradiciones locales, y cuando la comunidad crezca aquí lo suficiente, será dirigida por criollos".
"Todo lo que sea incidir sobre el ser nacional compete a los argentinos, y no a los extranjeros", repite Obligado. "No practicamos la poligamia desde 1897", se resguarda Terry. "Para poblar USA sus próceres emplearon la intolerancia racial y con el objeto de ganar territorio a los indios hasta toleraron la poligamia mormónica", contestan los "nacionalistas" situados en el Gobierno. "En cambio, nuestra unidad nacional se apoya en el Evangelio, ¿es extraño que lo defendamos?" Ellos interpretan que el catolicismo es la religión del Estado; entonces, aunque exista libertad para practicar otros ritos, no debe permitirse la difusión de estos últimos. "Nos ajustaremos a la tradicional política argentina", enigmatizó el miércoles Díaz Colodrero.
En realidad, la Constitución apenas se compromete a sostener el culto romano; por otra parte, en los últimos cien años la sociedad argentina fue un crisol de razas y credos. Si hasta hoy el catolicismo salió victorioso, ¿qué justifica el temor del Gobierno a los 200 jóvenes mormones?


Milagro en el Viejo Molino
Es una mole construida en piedra, sin techos ni ventanas. La gente lo bautizó El viejo molino, pero nadie sabe si alguna vez tuvo aspas y fabricó harina. Hubo empeñosos que intentaron descubrir su historia y fracasaron: desde entonces, muchos le adjudican un fantasma, cobijado entre los pliegues irregulares de las paredes. Está a unos cinco kilómetros de la ciudad de Olavarría, en la provincia de Buenos Aires, y a media legua del célebre penal de Sierra Chica. Hasta hace 15 días, ese paisaje —que se redondea con una cantera abandonada; con el brazo menor del río Tapalqué y las sierras de Loma Negra— sólo recibía la admiración de media docena de pescadores, que aprovechaban la sombra de la tapera para entretenerse los fines de semana cosechando bagres, guajitos y gobios.
Tanta paz se quebró al atardecer del domingo 10, cuando la tuba de Carlos Balmaceda comenzó a tronar los primeros compases de un blue; enseguida se le unieron los otros cinco músicos de The Jubilee Stompers, para regocijo del centenar de conjurados que escuchaban en silencio desparramados frente a la cantera. "Es un magnífico auditorio natural de excelente acústica —se alegró el ingeniero Mario Garrone (47 años, casado, un hijo)—; desde 150 metros se oían perfectamente los solos del banjo." Tres meses atrás, un amigo le habló del lugar y se entusiasmó en la primera visita: "Recordé las funciones de ópera que vi en las ruinas de las termas de Caracalla, en Italia, y pensé que aquí podría montarse también un espectáculo." El empecinado Garrone se lanzó a concretar la idea pese a los sinsabores que tuvo que enfrentar el año pasado, al organizar exposiciones plásticas en Olavarría; los trabajos del novel pintor Daniel Melgarejo desataron la condena de la Intendencia y una polémica en los diarios locales. "El escándalo sirvió, al menos, para demostrar que en la ciudad hay muchas inquietudes artísticas", se consuela ahora el herético ingeniero.
La vocación por rescatar El Viejo Molino para "una buena causa" germinó; algunos preocupados por el arte pensaron, inclusive, importar un conjunto teatral porteño. Por fin, se decidió aprovechar la presencia del sexteto jazzístico —contratado por la Municipalidad— para formalizarle un sonoro debut al nuevo templo. Una docena de partidarios fueron ganados por la jam session improvisada en el restaurante El Ajito, ubicado junto al balneario; los parroquianos del comedor eran clientes propicios: allí gustan congregarse los enemigos de la formalidad, divertidos por la costumbre de los dueños: ellos eligen la cena de sus huéspedes.
La tarde del concierto, una caravana de automóviles transportó a los feligreses. "Allí intimaron fans del jazz que resolvieron fundar un club en la ciudad; traer a otras orquestas e intentar un conjunto olavarriense", narró Garrone.
Los músicos quedaron entusiasmados, y en Buenos Aires, cavilan sobre la posibilidad de organizar, en el original escenario, un Festival al estilo del de Newport, en usa.

Primera Plana
19 de marzo de 1968

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