Cachemira
Por qué llego a estallar la paz

(para una referencia anterior clic aquí)

 

 

 

 

 

OTRAS CRÓNICAS INTERNACIONALES

Del golpe a la revolución
Francia y De Gaulle
El día que liberaron al amor
Chile, por una suave izquierda
Las dos alemanias. Un muro, vergüenza de europa
Nixon, el poder y la gloria
Ya se logró el tratado, ahora falta la paz Egipto - Israel Jimmy Carter
Uganda, el previsible final de Idi Amín

Salvador Dalí se recibió de "inmortal"
El profeta indio se equivocó, pero no mucho. A fines de agosto, los corresponsales extranjeros en Nueva Delhi recibieron un mensaje de Mahabir Pershad Güpta, visionario de hechos futuros, en el que pronosticaba el estallido de la guerra entre India y Pakistán para el 1º de setiembre. Acertó. Pero también pronosticó que, a los 18 días, esa lucha terminaría con la derrota de Pakistán, una hipótesis en la que la adivinación se mezclaba quizá con su partidismo nacional o religioso. Se equivocó.
La lucha entre India y Pakistán terminó el 22 de setiembre, después de causar bombardeos, destrucciones, muertos y heridos que ninguno de ambos bandos ha estimado todavía en cifras. Desde un punto de vista militar, no hubo allí vencidos ni vencedores: sólo una interrupción de las hostilidades, El promotor de esa paz provisoria fue UThant, secretario general de las Naciones Unidas. Había realizado largas y trabajosas entrevistas, en Kawalpindi y en Nueva Delhi, con los gobernantes de los dos países; les había explicado también la conveniencia de la paz. Pero había tropezado, una y otra vez, con la tenacidad de las partes eh defender sus intereses políticos, provocados hasta el incendio por la disputa sobre Cachemira. Desde el punto de vista indio, Cachemira es parte legítima de su territorio desde 1947, y toda intervención pakistana debía ser denunciada como intrusión y agresión. Desde el punto de vista pakistano, la población de Cachemira es mayormente musulmana (en un 80 por ciento); urgía realizar un plebiscito que estaba prometido desde 1949. Si eso se cumplía, Cachemira entraría a integrar el territorio de Pakistán.
El fracaso provisorio de U Thant se volcó después por otros caminos hasta el éxito. Después de su vuelta a Nueva York, el Consejo de Seguridad de la UN invocó el artículo Nº 40 de la Carta de las Naciones Unidas y simplemente ordenó a los rivales que detuvieran su pelea.

El suplicio chino
Era una presión moral y no podía ser más que eso. Si Pakistán e India no hubieran cumplido con la orden, habrían pasado muchos días (es decir, muchas muertes, muchas destrucciones y muy probables derivados políticos internacionales) antes de que la UN llegara a imponer la paz por medio de sus fuerzas neutrales o por medio de sanciones de alguna clase. Y como el Consejo de Seguridad estipulaba que los bandos se retirarían a las posiciones ocupadas el 5 de agosto, o sea antes de esa guerra no declarada, no había ventaja estratégica en demorar el cumplimiento de la orden. Y sin embargo, India objetó seriamente la última actitud de las fuerzas pakistanas; el bombardeo de Amritsar (42 muertos, 50 heridos), pocas horas antes del case del fuego, que ya estaba convenido.
El bombardeo ilustra como metáfora la verdad amarga sobre Cachemira. Podrá haber un cese del fuego, con intervención de la UN, pero eso sólo será una pausa, mientras quedan pendientes los derechos, las reclamaciones o la posición de las partes. Lo que queda pendiente es el odio recíproco entre los dos bandos, el plebiscito en Cachemira que Pakistán desea y que India rechaza, la dificultad de una convivencia pacífica entre indios y musulmanes. Queda pendiente todo el problema, tal como fue registrado a través de los siglos y, particularmente, a través de los 18 años corridos desde 1947, cuando ambos países se dieron estructura política nacional, terminado el dominio inglés.
En perspectiva política queda mucho más por arreglar, porque ahora la cercanía de China comunista es un elemento decisivo. Es improbable que sin el apoyo político chino, Pakistán se hubiera lanzado a la guerra, y es, en cambio, muy seguro que la misma presión china fue para la UN (y para los Estados Unidos y la Unión Soviética) un motivo urgente para obtener la paz. Un parte oficial indio señala que "un detonador de doble acción, con claras
marcas chinas, fue recogido por nuestras tropas en la zona de Chamb", anuncio que al día siguiente apareció refrendado por la foto del detonador en cuestión. Es cierto que los ejércitos de India y de Pakistán utilizaron armamento, tanques y aviones de procedencia norteamericana, británica, soviética, canadiense y francesa, lo que puede ser un recuerdo amargo para las próximas conferencias sobre desarme mundial. Pero, por lo menos, podía alegarse que las potencias que entregaron ese armamento no habían tomado partido por ninguno de los rivales y suspendieron toda entrega ulterior apenas se declaró la guerra. Menos prudente, China había tomado totalmente partido por Pakistán.
Y no sólo le había entregado armamento. También se había empeñado en acusar a India de provocaciones en la frontera, y en fijarle un plazo de tres días (setiembre 18 al 19), luego prorrogado, para que fueran desmanteladas 58 presuntas instalaciones militares indias a lo largo de la frontera. El mundo descreyó de esta acusación. Parecía muy improbable que India, sumergida en su conflicto bélico con Pakistán, tuviera tiempo, ganas ni posibilidades materiales da provocar a China con instalaciones militares o con supuestas violaciones de la frontera. Mas verosímil era, por lo contrario, que China estuviera especulando con esas detonantes acusaciones sobre su soberanía herida (en el estilo que Hitler utilizó antes de la Segunda Guerra) para sacar partido de la situación, sea en terreno ganado, en posición política para negociar o en disminución del poderío ajeno. El 22 de setiembre, cuando China declaró que los indios habían desmantelado las 56 instalaciones militares (subrepticiamente, de noche, sin hacer ruido), India sólo señaló que tales instalaciones nunca habían existido.

Profetas de dos países
El 25 de junio de 1950, poco después de empezar la guerra de Corea, el Consejo de Seguridad de la UN había invocado ya el artículo 40 de la Carta para ordenar que ambos bandos detuvieran las hostilidades. En aquel momento, la Unión Soviética se opuso a esa medida, se ausentó del Consejo y exigió que China comunista fuera reconocida y que ingresara a las Naciones Unidas. Quince años después, la situación ha variado en algunos puntos. La URSS disintió con China en problemas de doctrina comunista y en el conflicto entre India y Pakistán prefirió apoyar a la UN y defender la tesis norteamericana.
La posición china tiene, a pesar de todo el fragor, una previsible sutileza. Como lo ha visto, entre otros, el comentarista Walter Lippmann, la oposición de India y Pakistán podría derivar rápidamente a las guerrillas, a luchas dispersas, a la desintegración del gobierno central. Esto seria fundamental en la India, que alberga subnaciones, principados, castas, grupos religiosos de indescriptible variedad. Sobre ese desorden, China comunista podría parecer mañana una carta de salvación ante millones de seres humanos privados de un adecuado gobierno. Y al desacreditar de hecho la influencia occidental sobre la India, los chinos obtendrían un resultado adicional: dejar solitaria a la URSS en Asia.
Ni los Estados Unidos pueden aceptar esa pérdida de prestigio ni la Unión Soviética puede aceptar su soledad futura. Así, las dos grandes potencias, tan separadas en otros sentidos, vieron durante las últimas semanas que la guerra de India-Pakistán era el pretexto para la ventaja china y que lo importante era obtener una paz rápida. La orden de hacer cesar el fuego es sólo una primera instancia: India y Pakistán, mientras se acusan recíprocamente de violaciones de la tregua, deberán llegar con la UN a la mesa de las negociaciones para entenderse en alguna solución firme sobre Cachemira. Ahora y en las próximas semana, China seguirá presionando sobre la frontera india y sobre la tranquilidad mundial.
primera plana
28 de septiembre de 1965
Vamos al revistero