Catolicismo
El pequeño Concilio de Quilmes


presbíteros Rossi, Morales, Bresci, Olagaray, Artiles, Galli, francisco Mascialino, de izq. a der.

 

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Sólo uno de los doce obispos de la provincia de Buenos Aires no alcanzó a recibir el documento: monseñor Antonio Aguirre, titular de San Isidro, quien se había embarcado diez días antes hacia Roma. Pero desde el miércoles pasado, las 40 carillas mimeografiadas que resumían el Encuentro de Quilmes fueron llegando a las manos de los demás. Una decimotercera copia, inclusive, fue entregada al primado de la Argentina, cardenal Antonio Caggiano. Para ninguno de ellos el documento resultaba absolutamente novedoso: el Encuentro (28 y 29 de junio pasado) era la culminación de otras cuatro reuniones entre grupos sacerdotales dispuestos a intensificar el diálogo de la Iglesia Argentina con aquello que los teólogos llaman mundo, pero que es, en rigor, todo lo que está ,más allá de esa Iglesia. Por lo demás, el presbítero Juan José Rossi había publicado, en el quincenario Criterio —edición del 12 de agosto—, una minuciosa crónica del Encuentro. Dos obispos no tuvieron necesidad de informarse a través del documento: Jerónimo Podestá, de Avellaneda, y Antonio Quarraccino, de Nueve de Julio, comulgaron en la misa del 29 con todos los sacerdotes concentrados en Quilmes, y se sentaron a las mismas mesas de debate para dialogar con ellos, en pie de igualdad, sobre tres temas básicos: La ubicación de Dios en nuestra vida (la sacerdotal), Nuestra ubicación en la Iglesia, Nuestra relación con el mundo.
Las conversaciones duraron doce horas en total, y, por lo que se sabe, en algunas mesas (fueron diez en total, para 80 asistentes) el afán de entendimiento mutuo llegó a tales límites que algunas opiniones se parecieron más bien a una confesión en voz alta. Las consecuencias son explosivas: indican una voluntad de cambio radical en la Iglesia argentina, sobre todo en lo que concierne a la evangelización del mundo y a la ruptura de algunos antiquísimos tabúes: la relación recelosa del sacerdote con la mujer, exagerada cautela de algunos sectores de la Iglesia ante graves injusticias, el temor ante los riesgos del mundo.
Pero la clave del Encuentro está quizá en otra parte: en la necesidad de un diálogo franco entre los obispos y el clero. El documento de Quilmes dice, textualmente: "Nos falta gobierno de parte del Obispo. Ni siquiera habla con los sacerdotes. Si alguna vez lo hace, no es para consultarlos o escucharlos. Todo esto nos crea una situación de soledad pastoral, de gran incomodidad, que nos desubica al estar asumiendo responsabilidades que no nos corresponden."
Pese a que de ese texto podría inferirse un enfrentamiento, todo lo que hay es una apasionada voluntad de comunicación: "Quisimos dar alguna salida a nuestro sentimiento de desgobierno y de orfandad humana -explicó uno de los 80 sacerdotes de Quilmes, la semana pasada. Por nuestra formación, y por la estructura misma de la Iglesia, los sacerdotes dependemos hasta afectivamente del Obispo, a veces de un modo inconsciente. Cuando un cura es llamado por su Obispo, siente un golpe interior. ¿Qué me irá a decir?, teme. Ocurre que, en general —se quejó el informante—, los Obispos sólo llaman a sus sacerdotes para reprenderlos."
Los 80 hombres de Quilmes, ahora, sostienen que fueron impulsados por su amor a la Iglesia. Elaboraron su documento luego de haber transcripto todos los largos diálogos grabados; confiaron su redacción a los peritos, moderadores y coordinadores del Encuentro; llamaron a esa reunión "Primera Asamblea General de Equipos de Sacerdotes". Las 40 carillas mimeografiadas se convirtieron, así, en una especie de plan de vida para aquellos 80 hombres que representan a más de cien, y cuya edad promedio es 35 años. Pero es la historia previa al Encuentro lo que arroja luz sobre él y, en cierto modo, lo que le da el aire de una auténtica, empecinada revolución.

Los nombres y apellidos
Aunque la idea de un Encuentro entre grupos sacerdotales nació, en rigor, hacia julio de 1964, durante la Asamblea de la AJAC (los jóvenes de Acción Católica), y aunque ya en agosto se concentraron 9 sacerdotes de 7 equipos diferentes, en Buenos Aires, el proceso se remonta a diez años atrás, cuando 12 presbíteros —de 4 parroquias— empezaron a trabajar junto al padre Alfredo Trusso, de Todos los Santos. Uno de los miembros era monseñor Alberto Devoto, ahora Obispo de Goya, quien siguió adherido al equipo aun después de ser transferido a la diócesis de San Isidro.
A lo largo de esa década se produjo, inclusive, una escisión, cuando dos miembros se retiraron por razones ideológicas: el sector disidente procuraba poner el acento del trabajo sacerdotal sobre los aspectos litúrgicos; el resto defendía una labor pastoral más amplia. Por pastoral se entiende (según precisó un miembro de aquel grupo) "la acción de la Iglesia en relación a todos los hombres, cristianos o no, y en especial la evangelización del mundo". Lo doméstico, en cambio, la acción orientada a la Iglesia como tal, es lo que se conoce por liturgia y, catequesis. Estas dos formas de entender la misión de los sacerdotes cambió la fisonomía del grupo después de aquel desprendimiento: los que quedaron eran hombres preocupados ante todo por la evangelización. Los miembros más antiguos fueron Francisco Mascialino, párroco; Miguel Ramondetti, asesor del Movimiento Obrero Católico (MOAC); Néstor García Morro, párroco; Manuel Artiles, consejero psico-pastoral, y Juan José Rossi, consagrado al periodismo y miembro de la Junta Nacional de Catequesis.
Mientras ese equipo crecía con la incorporación de dos sacerdotes franceses —quienes estudian ahora, en Avellaneda, la gestación de un centro apostólico en el medio obrero—, otros grupos sacerdotales iban agregándose a aquel primer núcleo de 12 hombres: uno, con seis o siete miembros, empezó a ocuparse de Revisión de Vida y Pastoral; otro, al que se incorporaron los presbíteros Alejandro Mayol, Carlos Mugica y Pedro Geltman, se consagró a la Juventud Católica Universitaria (JUC). A partir de la reunión inicial (agosto de 1964, en Buenos Aires), los encuentros fueron produciéndose regularmente, a razón de 8 sacerdotes por vez. Hacia noviembre, el equipo primitivo había ya establecido vínculos con otros diez: ese movimiento comprendía ya el total de las doce
diócesis bonaerenses (Azul, Bahía Blanca, Avellaneda, La Plata, Mercedes, Mar del Plata, San Nicolás, Nueve de Julio, Morón, Lomas de Zamora, San Martín, San Isidro) y parecía dispuesto para una acción en bloque.
El primer encuentro entre los grupos fue efectuado en Mercedes, a fines de 1964: concentró a 19 sacerdotes de 6 diócesis; en marzo, Hurlingham cobijó a 23, y las diócesis ascendieron a 8; Azul, en mayo recibió a 37: a esa altura, sólo la diócesis de San Martin dejaba ya de estar representada. El encuentro de Quilmes fue como una repentina mayoría de edad: el crecimiento despacioso da las reuniones previas se transformó en un avasallador cónclave de dos obispos, 80 sacerdotes y 15 equipos.
Desde diciembre de 1964, cada uno de estos vastos diálogos había permitido la mutua revelación de preocupaciones comunes, una voluntad de hacer algo, y rápido, entre los sacerdotes bonaerenses; a la vez, se iba elaborando el orden de temas para Quilmes. Allí hubo un descubrimiento primordial: cuanto más maduro está un sacerdote, tanto más comprometido se siente en una acción colectiva.

Parados en la barranca
Los 80 hombres que llegaron a Quilmes el 28 de junio estaban dispuestos a no, dejar una sola pregunta sin contestación: había 14 en total, y todas eran arduas. Algunas ponían en tela de juicio la propia razón de ser del sacerdocio, en un esfuerzo valeroso por llevar la indagación hasta sus últimas consecuencias; otras postulaban una búsqueda del valor y la vigencia "de la pobreza, el celibato y la obediencia"; otras más, en fin, investigaban la actitud de los clérigos católicos ante las injusticias y la mentira.
El lugar de concentración fue una casa para retiros espirituales —el Hogar Sanford—, un enorme solar antiguo que se empina sobre una barranca, de cara al Río de la Plata. Durante las dos noches de fines de junio, los sacerdotes durmieron en los inmensos dormitorios del Hogar, donde caben unas quince camas por sala.
El método de trabajo consistió —como lo define el Documento— "en el ya clásico ver, juzgar y obrar". Durante la jornada inicial, los 80 sacerdotes se distribuyeron en diez mesas redondas; por la noche, los coordinadores de las mesas, un equipo moderador y tres teólogos (Lucio Gera, Miguel Mascialino y Carmelo Giaquinta) elaboraron las coincidencias básicas: al día siguiente, la Asamblea General pudo discutirlas. Fueron los mismos teólogos quienes, al fin del segundo día, expusieron las líneas de fuerza que predominaron en el Encuentro.
Durante el primer día, cuando "quisimos ser lo más objetivos posible", el clima de franqueza permitió un análisis a fondo de la relación entre los sacerdotes y la realidad. "Esa realidad —dijo uno de ellos, según revela el documento— se presenta como un mundo del trabajo y de la técnica, con todo lo que eso significa: la ida al cosmos, incorporar lo que es el cosmos a una nueva visión. Es un hecho. Incluso puede determinar un cambio de imagen del mundo humano."
El debate permitió, además, enfrentar al científico que descubre nuevos elementos en el universo con "la viejita —cristiana antigua— que dice no, es imposible que los hombres puedan ir arriba, eso es blasfemia". Fue como una segunda reivindicación de Galileo.
Otro tema básico de discusión —el sexo, la mujer— arrancó algunas notables definiciones: "Podríamos decir: en el horizonte ha aparecido la mujer. Cuestionada o no. Es un hecho que debemos valorar definitivamente. Aparece de un modo nuevo. Presenta características que no presentaba antes. La mujer se nos ha acercado."
Una suerte de estribillo se desplazó insistentemente sobre todas las conversaciones: La Iglesia tiene que estar presente, la Iglesia debe dialogar la Iglesia debe actuar.
Hasta el sábado pasado, el documento de Quilmes no había derivado en respuestas oficiales. Es probable, por lo demás, que ningún obispo bonaerense salga al cruce de las 40 carillas mimeografiadas, al menos de manera pública.
Los 80 sacerdotes explican allí que "tenían conciencia de participar en algo trascendental", que fueron al Encuentro "no a librarse de una culpa, sino a asumir una situación". Entendieron que la asumían al sentirse responsables del diálogo entre la Iglesia y el mundo, y que esa responsabilidad está basada sobre una pregunta importantísima: "¿Cómo vivir el sacerdocio para ser plenamente hombre?" En Quilmes se descubrió que la mejor manera de zanjar esa interrogación era no ya "cómo empezar a vivir", sino cómo comprender lo que ya se está viviendo". 
24 de agosto de 1965
PRIMERA PLANA


Buscando en google algunos nombres a que refieren esta nota
(Uds. busquen el resto, si les pica la curiosidad, suele ser interesante)

-FUE OBISPO DE AVELLANEDA ENTRE 1963 Y 1967 A los 79 años murió Jerónimo Podestá, el obispo que se casó.
Presidía la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados Fue un teólogo destacado y quería que el celibato sacerdotal fuera optativo Desde 1967 estaba suspendido en el ejercicio de su ministerio sacerdotal. http://www.clarin.com/diario/2000/06/24/s-05203.htm

-Hay alguien que no puede faltar en una nota sobre la protesta: Alejandro Mayol, el sacerdote rebelde y casado, que no ha renunciado ni a su fe ni a su vocación.
http://www.magicasruinas.com.ar/revdesto002.htm

-Dado que en este momento es practicamente imposible en la Argentina publicar libros de filosofía, ya que las editoriales que se relacionan con el tema están en crisis y, por otra parte, se trata de libros que no tienen una difusión masiva; por ese motivo, he decidido abrir esta página en Internet para poner a disposición de aquellos a los que pueda interesar, algunos de los ensayos que hasta ahora han quedado sin publicación.
http://ar.geocities.com/pedrogeltman/

-Sería difícil negar que la participación de Gera en el MSTM y su protagonismo teológico dando sustento al Movimiento fue uno de los motivos por los que fue rechazado o cuestionado por tantos obispos argentinos.
http://www.san-pablo.com.ar/vidapastoral/?seccion=articulos&id=237

-Padre Francisco Mascialino: Desde el pulpito de Cristo Rey dio testimonio del sentido de la solidaridad cristiana y denunció el martirio sufrido por los sacerdotes asesinados por llevar a la práctica la palabra de Jesús, entre ellos el Padre Carlos Mujica (el cura villero); Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de El Salvador y Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja.
http://www.elbarriopueyrredon.com.ar/ediciones_07/agosto/noticias_padre%20francisco.shtml

-"Simplemente busco contar las historias de esa gente, y a veces las anécdotas sirven para explicar mucho más, como cuando Miguel Mascialino estaba en su parroquia viendo festejar a la gente, cuando derrotaron al peronismo, y le dijo a su compañero: “¿Te das cuenta de que toda la gente que pasa es rica, dónde están los pobres?”.
http://www.elortiba.org/notapas156.html